¿Cómo digo lo que digo?: ¡Uy, me fui de boca!

Una de las dificultades para interactuar es no reconocer, negar o ignorar nuestros errores. Por Dionisia Fontán, especial para DiariodeCultura.com.ar.

“¡Lo siento, estuve mal!”
“¡Perdón, te agredí!”
“¡Disculpá, se me soltó la cadena!”
“¡Lamento mucho haberte ofendido!”

Si en la vida cotidiana estas expresiones se repitieran con frecuencia, seguramente tendríamos menos problemas para comunicarnos. Sin embargo, pedir disculpa, arrepentirse por un comentario inoportuno, desafortunado o de mal gusto, representan una de las mayores dificultades para interactuar.

Aunque parezca mentira, al pedido de perdón se lo asocia con un gesto blando, un signo de debilidad. Y, justamente, sucede lo contrario: se trata de un gesto de grandeza. Todavía persiste el mito de que un hombre con poder de decisión, no puede permitirse raptos de humildad. La sola idea de admitir un equívoco, una metida de pata, le genera más pudor que la acción errónea que cometió.

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Si bien es cierto que escucho numerosas historias de maltrato laboral a cargo de jefes y jefas, en las empresas modernas (que las hay), los líderes no tienen reparo de exponer sus dudas o desaciertos y de demostrar empatía con sus subordinados. Es que se han preparado lo suficiente como para darse cuenta de que su fortaleza y su liderazgo, no declinarán si se permiten exponer el costado humano que los acerca al personal.

¿Cuántos familiares y amigos se distancian por pensar distinto? ¿Desde cuándo resulta imposible que las ideas y los sentimientos convivan? De ahí a no verse más con el hermano, primo, amigo, compañero de estudios… por sus discrepancias ideológicas, parece demasiado. Un retroceso de la condición humana, francamente. No pensamos igual ¿y qué? ¿Reniego de vos? ¿Destruyo nuestro vínculo de años? ¿Echo por la borda tanta vida compartida?

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Este es un tiempo de divisiones, de puntos de vista extremos, de enfrentamientos. Por eso mismo, a mi entender, vale la pena sortear el miedo de sufrir un posible rechazo y achicar el puente para que nos una, en vez de continuar sosteniendo esa pared invisible que separa, aisla y, lo peor, nos transforma en enemigos.

 

Dionisia Fontán, periodista y coach en comunicación
Web: dionisiafontan.com
Facebook: dionisiafontancomunicacion