La soprano Daniela Tabernig inauguró la tercera edición del Festival Ópera Tigre (FOT) en la isla Kaiola Blue. Por: Adriana Muscillo

 

Junto a los pianistas Beatrice Lupi y Francesco Paganini y orquesta, la soprano de la voz de ninfa celestial encabezó la Gala inaugural de este importante Festival dirigido por dos grandes maestros de la escena operística internacional, como son el polaco Michal Znaniecki y el español Jon Paul Laka.

En un escenario natural de abundantes verdes y brisa fluvial, comenzó una nueva temporada de esta fiesta de la ópera que se extenderá hasta el día 20 de febrero de 2016 y que ofrecerá múltiples espectáculos dirigidos tanto a los amantes de la música clásica y lírica como al público en general, incluidos los niños, combinando la belleza y el sociego que brinda la naturaleza con una de las expresiones más abarcadoras y cautivantes del espectro artístico.

Embarcamos en Puerto Madero, que –para quienes no lo conocen- además de un puerto, es el barrio más exclusivo de la ciudad de Buenos Aires, que implicó la recuperación de 170 hectáreas y cuyas calles rinden homenaje a diversas mujeres destacadas de la historia argentina. Al bordear el majestuoso Río de la Plata, tanto sus habitantes como los numerosos paseantes locales y extranjeros pueden disfrutar, allí, de una vista privilegiada.

Subimos a una moderna lancha que nos trasladó hacia el Puerto de la ciudad de Tigre, emplazada en la zona Norte del Gran Buenos Aires, donde nos sumamos a otro contingente de periodistas y espectadores, junto al cual llegamos a la isla Kaiola Blue, a bordo de otra lancha. (Kaiola= “Jaula”, en euskera. Blue= azul, en inglés. Es decir, “Jaula azul”). El agua del río, con sus blancos veleros y sus kayaks coloridos, rodeando a los pintorescos bungalows y casitas con sus muelles privados tan característicos de esas riveras, ya comenzaba a protagonizar la jornada, como preludiando lo que vendría después.

Al llegar, tuvimos un agradable recibimiento, con todos los servicios a nuestra disposición y cómodas “plateas VIP”. La cercanía del río, la vegetación agreste y el aroma a tierra mojada fueron el marco perfecto para dejarnos envolver por la voz potente pero sutil de Daniela Tabernig quien interpretó un variado repertorio de autores clásicos cuya temática giró alrededor del agua, consecuentemente con el entorno isleño.

Así, la primera fue una canción muy hermosa y misteriosa, de Bertolt Brecht y Kurt Weill, que entra en la categoría de “tango habanera instrumental”. Pertenece a la música escénica de “María Galante”, novela de Jacques Deval adaptada al teatro en 1934 y, posteriormente, al cine. Inicialmente era instrumental pero, en 1935, Roger Fernay le añadió una letra muy bella (en francés) que habla de los anhelos inalcanzables simbolizados por una isla llamada Youkali: “Youkali es el país de nuestros deseos, Youkali es la felicidad, es el placer. Youkali, la tierra donde se quitan las ansiedades. Es, en nuestra noche, como un claro, la estrella que seguimos es Youkali”. Se trata de una canción que ha sido muy versionada: hasta Ana Belén grabó una versión en español en 1999.

Luego, fue el turno de Morgen, el lied más bello de Richard Strauss: “Y mañana, el sol volverá a brillar y por el camino que recorreré, nosotros nos reuniremos otra vez, los bienaventurados, en el seno de esta tierra que respira la luz del sol. Y a la inmensa playa, bañada por olas azules, bajaremos despacio y silenciosamente, calladamente nos miraremos a los ojos y, sobre nosotros, descenderá el mudo silencio de la felicidad”. Sin dudas, una de las más bellas canciones de todos los tiempos. El que no la conozca, tómese tres minutos para escucharla y no será el mismo después, se lo aseguro. Su letra es hermosa y la maravillosa música de Strauss la hace sublime, incomparable. Es una música que te eleva, te hace soñar y extrae lo mejor de tu alma. En serio, no exagero. Y cantada por Daniela Tabernig en una isla del Delta ya se convierte en algo que escapa a lo terrenal. Pasa a una categoría “celestial”.

La tercera canción de la noche fue Les chemins de l’amour (Los caminos del amor), una melodía para voz y piano compuesta por Francis Poulenc –el “mitad hereje-mitad monje”- en 1940, con letra de Jean Anouilh: “Los caminos que van hacia el mar, han guardado de nuestro paso, flores deshojadas y el eco entre los árboles de nuestro claro reír. Añorando los días felices, la alegría radiante, huida, ando sin encontrar las huellas de mi corazón”.

El Maestro Jon Paul Laka, nos explicó que el repertorio fue cuidadosamente escogido en concordancia con el entorno y, por eso, tiene al agua como común denominador. El agua, relacionada con los sentimientos, con las emociones, con la añoranza y el amor anhelado, el amor perdido, el amor deseado y no encontrado…

Ahora entran en escena los pianistas Beatrice Lupi y Francesco Paganini para ejecutar a cuatro manos dos piezas de Claude Debussy, una de las figuras más prominentes de la música impresionista: la petite suite En bateau (En barco) y Pour remercier la pluie du matin (Para agradecer la lluvia de la mañana). Bellísimas e impecables, ambas.

Y es en este momento donde comienza la ópera, propiamente dicha. Primero, de la mano de Giacomo Puccini -en la voz de Daniela- y cuatro bellas arias: la que compuso para uno de sus personajes femeninos más fuertes como es el de la esclava Liú, de la ópera Turandot, titulada Tu che de gel sei cinta, que significa “Tú, que estás cubierta de hielo” y corresponde al momento en que Liú está a punto de suicidarse para no revelar el nombre del príncipe, en un acto final de sacrificio por amor; Sí, mi chiamano Mimi, de la ópera La Bohème, que es el aria del acto I de presentación del personaje de la joven vecina de Rodolfo, en la que explica que se dedica a coser flores en su buhardilla y que lleva una vida sencilla y pobre; Un bel di vedremo, de la ópera Madama Butterfly, el aria más famosa y, probablemente, la más conmovedora, en la que Butterfly («Cio-Cio-San») le expresa a su criada Suzuki la esperanza de que su marido, el teniente de la marina Benjamin Franklin Pinkerton regrese junto a ella y espera, mirando al mar, que aparezca su barco en el horizonte y O mio babbino caro, de la ópera Gianni Schicchi en la que Lauretta le dice a su padre, a su “papito querido”, que se casará con Rinuccio, el joven que ella ama, de todas formas o, de lo contrario, se arrojará a las aguas del río Arno.

Luego, nuestra soprano interpretó «Sing willow», que está en el Otello de Shakeapeare en inglés y, ha sido traducida al italiano como «Salice, Salice, Salice», o sea «Sauce, Sauce, Sauce» y el Ave Maria, de la ópera Otello, de Giuseppe Verdi –que, justamente, transcurre en una isla, la de Chipre. Corresponde al momento en que Desdémona canta la última canción de su vida. Ella está en sus aposentos, junto a Emilia, su criada, esperando a Otello, sin saber que él está dispuesto a matarla, enfermo de unos celos injustificados pero, de alguna manera, presintiéndolo.

Aquí, nuevamente, aparecen los pianistas Beatrice y Francesco. Esta vez, para interpretar, a cuatro manos, varios números de El Carnaval de los animales, del compositor romántico francés Camille Saint-Saëns.

Ya sobre el final, la soprano de la voz increíble nos regaló dos arias de la ópera Rusalka, de Antonin Dvorak: la hermosa Canción a la luna en la que Rusalka –que, en la mitología eslava, es un espíritu del agua que vive en lagos o ríos- le pide a la luna que le cuente al príncipe sobre su amor y Mladosti sve, que significa “su juventud” en checo.

Hay que destacar que fue la misma Daniela Tabernig quien protagonizó el estreno de esta ópera, por vez primera en nuestro país, junto a la compañía Buenos Aires Lírica, en el Teatro Avenida.

Como “Bonus track”,  nos despidió con “Over the rainbow”, una de las más memorables canciones del siglo XX, especialmente compuesta para Judy Garland. Daniela dice que es “la versión norteamericana de Rusalka” y, entonces, nos la obsequió como broche de oro de este magnífico encuentro.

Hace tres años el régisseur polaco Michal Znaniecki y el director musical español Jon Paul Laka, decidieron emprender este sueño operístico en la locación de Tigre, en la Argentina por recomendación de Plácido Domingo. Ambos vienen de dirigir teatros muy importantes en Europa, Jon Paul en Bilbao y Michal, en Poznan y anteriormente en Varsovia en la Ópera Nacional, además de tener una gran experiencia con montajes al aire libre, puesto que es el encargado del Festival de Ópera de Masada, en Israel, donde realiza grandes producciones en el desierto, al que acuden más de 10.000 personas. Para ambos, es un gran desafío que emprenden con mucho entusiasmo y un enorme profesionalismo.

Se puede ver la programación completa del Festival en: www.festivaloperatigre.com.

*Adriana Muscillo es cofundadora (2009) y Directora de Contenidos de Diario de Cultura