Como lo veo yo

Tannhäuser, de Wagner: Otra magnífica transmisión en vivo desde el Met de Nueva York. Por: Adriana Muscillo

 

En lo que fue la tercera emisión en el Metropolitan Opera House de Nueva York de esta temporada, la décima de las transmisiones Live HD a 70 países en todo el mundo, con la producción de Fundación Beethoven en Argentina, se proyectó en directo en el Teatro El Nacional, durante cinco horas y media y dos intermezzos, la majestuosa Tannhäuser de Richard Wagner.

Una melodía vigorosa, un argumento profundamente religioso, con un fuerte cuestionamiento moral. A diferencia de otros compositores, Richard Wagner –que vivió entre 1813 y 1883- no se ocupaba solo de componer la música de sus “dramas musicales”, como le gustaba llamar a sus creaciones, sino que –también- asumía sus libretos y las escenografías.

La influencia del espíritu alemán es muy fuerte en sus composiciones. Siempre se dice que la música (y las artes en general) trasuntan el espíritu de sus pueblos. Esta afirmación es claramente observable en la literatura germana, por ejemplo. Y lo es también en la ópera, en tanto género excelso sobre todos los otros, ya que combina música, canto lírico, teatro y, a veces –como en este caso- ballet. Tal como afirma José Enrique Ruiz-Domènec, de la Universidad Autónoma de Barcelona, Richard Wagner supo mostrar el significado de la germanidad, como Giuseppe Verdi (que nació en el mismo año) supo relatar los valores de la resistencia a lo austríaco para legitimar la unificación italiana: “Alrededor de 1860, al inicio de la importante década que culmina en la batalla de Sedán, el dominio del mundo cultural alemán supone, en primer lugar, imponer una música a los jóvenes deseosos de encontrar un sentido a la vida, lejos de le “charme” de Paris, lejos por tanto de su “vie moderne”, mezcla de esnobismo y Geistesabwesenheit, distracción”, escribe. Estas apreciaciones son evidenciadas en toda la obra de Wagner, pero-en especial- en Lohengrin y en Tannhäuser, que forman parte de su período romántico. La lucha entre el amor sagrado y el profano, representados por la Virgen María y la diosa Venus, respectivamente. El romanticismo germano imbuido, en las letras y en la música preponderantemente, de un marcado sentimiento moral y religioso como forma de dar sentido a la experiencia de la vida en esta Tierra.

En cuanto a lo propiamente musical, es –a mi gusto- una de las óperas más bellas del compositor. Sobre todo, el tema de amor a Venus, que se aprecia al comienzo de la ópera, cuando Tannhäuser vive con Venus, entregado a los placeres carnales y se repite, luego, en el concurso de canto. Esa hermosa melodía que evoco en mi mente mientras escribo y que quisiera canturrearla a los lectores. Escúchenla, es –realmente- extraordinaria. También, la canción de Elisabeth “Dich teure halle” y la canción a la luna de Wolfram.

El elenco de esta nueva puesta del Met estuvo integrado por el tenor Johan Botha como Tannhäuser, la soprano Eva-Maria Westbroek como Elisabeth, el barítono Peter Matteie, como Wolfram, la mezzosoprano Michelle DeYoung, como Venus y Günther Groissböck, interpretando al Landgrave. Y por supuesto, la Orquesta y Coro del Met, dirigidos por la prestigiosa batuta de James Levine.

Sinopsis:

El caballero Tannhäuser vive con la diosa Venus, donde descubrió los goces del amor carnal. Sin embargo, pasado un tiempo, comienza a extrañar su antigua vida y decide regresar, a lo que Venus acaba por acceder no sin antes profetizarle un nuevo retorno a sus brazos. Tannhäuser pide la ayuda de la Virgen María, y pasa de la cueva de Venus a un prado donde un pastor canta junto con un coro de peregrinos.

El landgrave de Turingia regresa con su séquito de una jornada de caza. Tannhäuser lo reconoce y recuerda a la sobrina de éste, Elisabeth, un antiguo amor que, aparentemente, lo liberó del influjo de la diosa Venus.

Entonces, Tannhäuser se dirige al castillo de Wartburg, donde Elisabeth canta emocionada por su regreso.

Durante su ausencia, Elisabeth había vivido casi recluída, así que su tío está feliz de ver la emoción de la joven y organiza un concurso de cantores para celebrar el retorno de Tannhäuser.

Además de él, participarán en el concurso Wolfram von Eschenbach, Walter von der Vogelweide, Heinrich der Schreiber y Reinmar von Zweter. De entre todos, Wolfram lamenta el retorno de Tannhäuser ya que él también ama a Elisabeth. El ganador del concurso será quien sepa describir, con su canto, la esencia moral del amor.

Una vez que todos han cantado, le toca el turno a Tannhäuser, que describe con pasión el amor que descubrió junto a la diosa Venus, lo que provoca un escándalo entre todos los que lo escuchan, sobre todo entre las mujeres, tanto que los caballeros desenvainan sus espadas porque consideran un sacrilegio lo que Tannhäuser ha cantado, sin embargo, Elisabeth protege con su cuerpo al caballero.

El landgrave lo castiga a hacer una peregrinación a Roma para expiar su culpa. Tannháuser parte hacia Roma y Elisabeth se queda esperando de nuevo.

Va pasando el tiempo, y encontramos a la joven rezando a la Virgen, cuando se oye un coro de peregrinos que regresan de Roma, para desesperación de Elisabeth, Tannhäuser no está entre los que regresan limpios de pecado.

Tal es la desesperación de Elisabeth que ofrece su vida como expiación de la culpa de su amor.

Cae la noche, Wolfram siente que la muerte está rondando cuando ve a un hombre vestido de peregrino y en un estado lamentable. Éste le cuenta a Wolfram que el Papa ha negado el perdón a Tannhäuser, perdón que cree tan poco probable como lo sería que floreciera la vara del máximo pontífice. Este peregrino no es otro que Tannhäuser, que medio enloquecido invoca a Venus, que reaparece para llevarlo de nuevo a su cueva. Sin embargo, Elisabeth desde el cielo ha obrado el milagro de su redención, Tannhauser muere y aparece un nuevo grupo de peregrinos que traen consigo la vara del Papa que ha florecido.

La ópera termina con un canto de todos los presentes alabando a Dios.

Tannhäuser fue estrenada por su creador, Richard Wagner, en Dresde en 1845. En Buenos Aires, Argentina se estrenó el 21 de julio de 1894 y, en el Teatro Colón, en 1909 con la compañía italiana de Luigi Mancinelli con Hariclea Darclée y Alessandro Rosanoff. En el Metropolitan Opera se estrenó el 17 de noviembre de 1884, habiéndose estrenado en Estados Unidos en Nueva York el 4 de abril de 1859.

Adriana Muscillo es Cofundadora (2009) y Directora de Contenidos de Diario de Cultura. [email protected]