El 15 de enero a las 20.52 se cumplirán los 75 años de esta catástrofe sísmica, que cambió la historia de la provincia de San Juan y la de Argentina para siempre.
Era un sábado muy caluroso de verano; la gente trataba de atemperar los efectos del calor en paseos al aire libre, buscando un poco de aire fresco. Muchos estaban en la iglesia escuchando misa, otros habían asistido al estreno de su película favorita y los más, como mi padre , quien era un joven estudiante de medicina por aquellos años, estaba conversando con un amigo, cuando, en un abrir y cerrar de ojos, todo se derrumbó ante la atónita mirada de los sanjuaninos.
En minutos, la ciudad se transformó en una serie de montañas de escombros difíciles de sortear. El pánico, el calor, los gritos de los heridos, la confusión, y el no contar con la tecnología adecuada hicieron de la ciudad un infierno.
Mi padre estaba de vacaciones visitando a sus dos hermanas casadas y me relató que le llevó más de dos horas poder escalar la pila de escombros que lo separaba de la casa de sus familiares a pesar de su extrema juventud.
San Juan quedó completamente aislada del resto del mundo: su precaria construcción de adobe a la usanza española no pudo soportar el cimbronazo de un sismo cuya magnitud fue de 7.4 grados en la escala de Richter.
Inmediatamente, se improvisaron tiendas de campaña en toda la ciudad; los muertos se apilaban por montones y el ejército desfilaba constantemente transportando a los fallecidos para su cremación.
Pero en medio de tanta desolación, angustia y tribulación, los milagros no se hicieron esperar. La gente se solidarizó y la ayuda llegó de manera providencial desde todas partes de Argentina y de los países vecinos como Chile, también.
El gobierno central organizó una campaña de recolección de fondos y la gente, con su habitual generosidad, hizo colas para donar lo poco o lo mucho que podía.
Mis tías me contaron que, en la basílica de Nuestra Señora de los Desamparados, se estaba oficiando una boda, cuando bramó la tierra por lo que los cimientos de la iglesia cedieron y atraparon a los presentes.
Fue abnegada y valerosa la conducta del sacerdote, quien, por días, alentó a las víctimas para que no desesperaran con el rezo del rosario; estuvo junto a ellas, rezando constantemente, mientras aguardaban la ayuda milagrosa que no pudo llegar a tiempo.
Hay miles de testimonios que muestran lo mejor y lo peor de los seres humanos durante esos días de terror; las réplicas constantes, el temor a las infecciones, la búsqueda frenética de los familiares desaparecidos y por sobre todas las cosas, el haber quedado sin nada llevaron a las personas a presenciar escenas cargadas de dolor y desesperación.
Fue largo el proceso de reconstrucción de la provincia; los sanjuaninos tuvieron que padecer las inclemencias del tiempo en precarias carpas dispuestas en las plazas, pero todo este sufrimiento no fue en vano.
Hoy la provincia de San Juan es una de las más modernas de Argentina, su construcción completamente antisísmica la protege de posibles catástrofes venideras.
He tenido la oportunidad de visitarla en sobradas ocasiones y recomiendo que lo hagan, porque es una ciudad hermosa gracias a sus paisajes cordilleranos, su buen clima soleado y la cordialidad de su gente.
– Sobreviviente del terremoto
Este 15 de enero elevaremos una oración en memoria de las víctimas del terremoto, cuyo número, todavía, es imposible de precisar.
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Patricia Giuffré es Profesora y Licenciada en Letras. Ya editó varios libros, y conduce un programa en el canal Santa María llamado “Protagonistas por Siempre” que destaca los valores de distintas personalidades de la literatura, la historia, la religión y otras disciplinas.
El programa hace 9 años que se emite por la señal 424 de la televisión abierta, y se retransmite por telecentro, telered y el Canal de Ciudad.
El objetivo de esta nueva columna “Crisol” es volver a la fuente de los valores éticos, eternos y universales que nos mejoran como seres humanos y como sociedad.
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