Crucigrama: Brel

QUE SE NOS SUBA AL ESTRIBO DEL ALMA – Por Norberto Tallón, especial para DiariodeCultura.com.ar.

Seguramente no lo suficientemente conocido por estas tierras, pese a que se hayan editado sus discos, ya que su difusión fue prácticamente nula, lo sagaz de su búsqueda lo transformó en un pintor innovador y creativo de la vida cotidiana, con una rara y sutil facilidad poética: inteligente elección de las palabras que rondan entre la sorpresa y la sencillez, especial y sencillo con un vocabulario muy visual y, al tiempo, evocador.

Jacques Brel (Nacido Jacques Romain Georges Brel), cantante, compositor y autor belga expresándose artísticamente con el francés, paralelamente actor y cineasta. Sus canciones son reconocidas por la poesía y honestidad de sus letras.

Tal vez, su canción más conocida en el mundo sea “Ne me quitte pas” (traducida al español como “No me dejes, no” o “No me abandones”), con versiones de Johnny Haliday, Juliette Grecó, Nina Simone, Nana Mouskouri, Miguel Bosé, Iva Zanicchi, Dyango, Maysa Matarazzo, Ornella Vanoni y Sylvie Vartan, entre cientos de artistas.

Este domingo (9 de octubre) fue el aniversario de aquel 1978 en que falleció a los 49 años de edad, víctima de cáncer pulmonar. En París vivió parte de su vida y sus últimos años en la Polinesia Francesa, donde se encuentran sus restos, en las Islas Marquesas, al lado de los de pintor Paul Gauguin.

Por 1952 realizó sus primeras canciones que cantaba en los cabarets de Bruselas. Partió, luego, hacia la Ciudad Luz, donde se dedicó a escribir música y canciones en los music-halls. Se ganaba la vida enseñando guitarra y en el escenario su interpretación era acompañada con grandes gestos.

En 1956 cuando ya giraba por Europa grabó “Quand on n’a que l’amour”, que se convirtió en su primer gran éxito. Se presentó en conciertos con Maurice Chevalier y Michel Legrand. Un año después editó su segundo disco que obtuvo el Grand Prix de l’Académie Charles Cros y en el 58 consiguió, finalmente, ser aclamado en el Olympia. Desde ese momento, sus giras no se detuvieron, ofreciendo más conciertos que los días del año.

Sus temas son extremadamente variados; exploran el amor (“Je t’aime”), la sociedad (“Les bourgeois” -Los burgueses-) y reflexiones espirituales (“Le bon Dieu”). Pero su tarea no se centró en una forma ya que, con la misma calidad, creó obras cómicas como dramáticas.

Se lo destaca como un maestro en las letras, pero la parte musical de sus trabajos también es de primera calidad. Sus canciones románticas revelaban en ocasiones cierta oscuridad y amarga ironía y mostraban destellos de resentimiento y frustración.

Ampliamente reconocido como uno de los mejores compositores en francés de todos los tiempos, en 1973 abandonó todo y se retiró a la Polinesia, donde permaneció hasta el 77, cuando volvió a París y registró su muy bien recibido último disco, en unas condiciones de salud muy difíciles. Al culminar la grabación regresó a su “refugio”.

Se lo puede considerar,  en distintos idiomas, el “ejemplo a seguir” y de hecho sucedió con las trovas surgidas sobre fines de los 60 e inicios de los 70, con nombres como Serrat, Aute, Víctor Manuel y otros tantos, como nuestro Alberto Cortez, que en su “Canción a un Artista” comienza con un “Yo te saludo hermano, desde algún escenario/que tu andariega planta habrá pisado ya/Un sincero recuerdo, en un sincero abrazo,/unos minutos antes de salir a cantar” y sigue: “Yo te debo bastante y sé bien qué te debo;/quisiera devolverte siquiera la mitad/Somos tan diferentes y, sin embargo, puedo/decir que somos trigo, que amasa el mismo pan.”

Para en un momento romper el misterio y rematar el homenaje: “Y Brel que se nos sube al estribo del alma/ese Brel que nos llama, ese Brel que es verdad/qué ganas tengo, hermano, de ponerme su rabia/de subirme a su barco y con él navegar”.

Norberto Tallón
@betotallon