Crucigrama: Buenos y malos

Los locos de Buenos Aires ¿Y el mundo? – Por Norberto Tallón, especial para DiariodeCultura.com.ar.

Hace alguna década y desde el exilio mexicano, donde grabó con Silvio Rodríguez, Alejandro del Prado (El hijo de Calé, aquel humorista gráfico de “Buenos Aires en camiseta” en la era dorada del “Rico Tipo” de Divito y hermano del periodista Horacio), cantante, autor y compositor, escribió la canción “Los locos de Buenos Aires”.

Habla en ella del que “está solo y espera”, el que “cree a su manera”, el “ciego en su locura”, quien “no vive dura”, el que se quedó en otro tiempo o está “de vuelta”, ese que “las sabe todas”, “reza a toda hora”…

El creador afirma que la ciudad los ama e interpela con un “¿Y qué?», acerca de porque no debiera ser así.

Los siente “latiendo en todas partes”, “llenando de sol la noche”, sostiene que “andan sueltos por la vida, con su fe, su fantasía”.

Advierte: “cuidado con esa gente que no sabe lo que pretende” y detalla “uno enseña medicina en un tren, otro pasa saludando”, uno “serio, amenazante» o el “tranquilo y errante”.

Les pone elementos: “una obra de teatro», “su flauta y su gato”. También les adjudica roles: “poeta y periodista, “actor”, “oficinista”. Y reitera “la ciudad los ama y qué?”

Está claro que Alejandro quiso “pintar” y homenajear a aquellos personajes que hacen a un lugar por sus formas de ser, por sus actitudes, por el aporte de sus vocaciones y/o profesiones…

Tal vez por ello no abordó a los intolerantes, los soberbios, los que no saben respetar ni en una sílaba su palabra. Destratadores, eternos malhumorados y aquellos que transitan en el borde, o decididamente dentro, de lo ilegítimo, convertidos en lacra social, aunque a veces quienes deben hacerlo no hacen nada para que deje de ocurrir (¿A éstos dónde se los incluye?); los traficantes, abusadores unos y otros de lo que sea, usureros, estafadores, explotadores y, como es obvio, lo que han convertido la delincuencia en su modo de vida y largo etcétera.

Es posible que no los haya incluido porque ya Discepolín había “catalogado” a unos cuantos en su “Cambalache” y para no quitarles el encanto a estos “Locos” que corrieron por su cuenta.

El resto fue mi incompleto detalle. Buenos y malos. Queribles y odiados.

¿Pasa solo acá?. Creo que no. Es un mal, probablemente, con mayor presencia en las grandes urbes. A lo mejor, más o menos tolerado.

Norberto Tallón
@betotallon