Crucigrama: Cada mañana

Ponele, desde las 6 y 30… – Por Norberto Tallón, especial para DiariodeCultura.com.ar.

Depende de dónde y cómo. Hay muchas, muchísimas maneras de llegar al centro de Buenos Aires, eEso que se denomina que como tal y en realidad fue el centro o el germen de un pueblerío con vocación de ciudad llamado Santa María de los Buenos Ayres, aunque también hubo otras nombres, y que incluso ha sido “dividido” en Microcentro, con los principales edificios gubernamentales incluyendo la sede presidencial (Casa Rosada), la City (el punto cúlmine de las actividades financieras y económicas), la avenida Corrientes, la calle Florida y su escenario montado para turistas y el Macrocentro, con una actividad intensa de oficinas, un movimiento comercial, quizás, más amplio, menos selectivo…

Muchísimas maneras de llegar. Desde el Sur, el Norte, el Oeste. Colectivos, trenes, subtes, taxis y autos particulares y el encaminarse al destino fijado

A lo largo de cada metro de cemento de esa Buenos Aires a la que el amor y el espanto unían a Borges, vuelan puteadas, calificativos descalificadores (y no es un juego de palabras), toda clase de insulto e invocación desde los más “típicos” hasta algunos realmente creativos.

Palabras que, casi sin tomarse el tiempo de “madurar”, se transforman en empujones, trompadas, patadas lanzadas en estilos nunca muy claros y mucho menos reconocibles.

El “baile infinito” de cada mañana del que participan protagonistas ya descriptos y agrega a motociclistas zigzagueando entre los demás vehículos, inventando maniobras de cordón a cordón con el solo derecho de ser más grandes. Taxistas a paso de hombre sin pasajero y acelerando de 0 a 100 en segundos ante una mano levantada. Los ciclistas, haya o no senda exclusiva para su circulación, deambulan en velocidades distintas uno de otro y todos, con la excepción que confirma la regla, violando las reglamentaciones de tránsito de Buenos Aires, París y Beijing al mismo instante.

Adentro o sobre de cada “máquina” y con su propulsión propia y a pie cruzando la calle, con una infracción en la forma de hacerlo en un altísimo porcentaje, están los habitantes de la metrópoli rumbo a sus obligaciones diarias.

Dueños de comercios, directivos de empresas, profesionales y oficinistas de todos los ramos, empleados de la administración y/o los servicios públicos, bancarios, vendedores, personal de establecimientos, desde la gastronomía hasta casas de moda, en el amplio marco de actividades necesarias para darle la savia vital al cotidiano árbol de ocupar el lugar que les corresponde para obtener la buena, regular o mala “ganancia” para vivir. Todos inician la rutina y unos cuantos (casi todos) hacia el mismo destino.

Cada mañana con la imposibilidad de hacer nombres, de personalizar cada caso, porque es un ajetreo general que se mide por cientos de miles.

Cada mañana. Cuando, casi todo, va hacía el mismo lugar…

Norberto Tallón
@betotallon