Crucigrama: Fragmentos

“NORANA, UNA MUJER A SU MANERA» – Por Norberto Tallón, especial para DiariodeCultura.com.ar.

Hoy tengo ganas de compartir fragmentos de una de mis novelas inéditas. Algún párrafo de distintos capítulos sin otra intención de acercar, en ellos, una impresión, una sensación, un sentimiento, una visión a ser imaginada o recordada… Estos son momentos de “Norana, una mujer a su manera”…

Aunque en la mayoría de los casos la batuta la manejo yo, sólo yo, eso cansa a veces. Solo sabe Dios que no era así, que yo, no quería dejar de ser buena.

Al dar lo mejor, me pisotearon y me hicieron mierda. ¿Ahora qué queda? Algunos recuerdos o tal vez tristeza. No es esto ser agria, es vivir tan solo y darle a los demás lo que se merezcan, a pesar de que contradictoriamente opino que: NO ME TRATES COMO MEREZCO SER TRATADA SINO COMO DEBES TRATARME.

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Verdes con sus perfumes, verdes imposibles de hallar en otra parte. Porque las plantas y los árboles son tan dueños de la situación que hasta es posible imaginar verde al mismo cielo.

Imaginarlo verde claro al sol del día. Verde oscuro, casi musgo, al rayo de la luna de cualquier noche límpida. Seguramente tampoco en Buenos Aires es factible encontrar otro barrio con dos estaciones de trenes, con calles que se estrellan contra las vías para renacer, volver a morir y surgir nuevamente.

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¿Quién puede juzgarlo y determinarlo? ¿Quién? Cuando yo no pude y no puedo… Y quizás ni siquiera lo quiero. Menos ahora que puedo percibir que mi corazón se va a detener. Que supongo saber que en cualquier momento es posible que deje de respirar.

Sé que muero. Siento que muero. No estoy enferma. Mi cuerpo está sano. ¿Por qué entonces esta sensación, este terrible convencimiento? Muero sin estar enferma. ¿Es otra muerte? Puede que diferente, pero igual de letal. Inesperada pero inexorable. Absurda pero, quizás, contradictoriamente justa.

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Tal vez por eso me tentaste con un vino blanco que, aún hoy, sigue teniendo un sabor inolvidable. No me acuerdo ni la marca, ni el tipo, pero me basta cerrar los ojos para que la saliva se transforme en nostalgia de uvas frescas, a la vez contundentes, para adueñarse del paladar.

No hablamos de hombres. En esa cena no hablamos de hombres. Armamos el plan para el día siguiente: visita al Real de San Carlos y compra de algún souvenir. Cerca de la una de la madrugada nos fuimos a dormir, muertas de cansancio por el viaje, la caminata y más que mareadas por el vino blanco.

Norberto Tallón
@betotallon
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