Atrás quedó, ya, un verano intenso y, vaya novedad, comenzó el otoño en el hemisferio sur.
Además, como la Astronomía y el almanaque no suelen llevarse de acuerdo, esta vez el Equinoccio que marca el principio de la estación fue poco después del mediodía (13,15 hora argentina) del martes 20. Un día antes de la formalidad del 21 de marzo.
Alguna vez se ha descripto desde este espacio que el Equinoccio de Otoño es, por definición, el momento anual en que el Sol ocupa el plano del Ecuador terrestre y alcanza su máxima altura. Ese día, el paralelo de declinación del Sol y el Ecuador de la Tierra coinciden y dan como resultado que el día tenga la misma duración que la noche. Suceso que se repite en septiembre.
Su nombre proviene del vocablo latín que es acertado traducir como “igual noche”.
Se supone que irá descendiendo la temperatura, las hojas dejarán los árboles y se esparcirán por las calles y veredas. Tal vez haya días más grises o nublados y es posible que llueva con mayor frecuencia. Sin embargo, estas “características””, en muchos casos, son asociadas a la época más por el imaginario popular que por la realidad.
Pero sí existen historias y leyendas sobre lo significativo de su llegada.
Las referencias indican acerca de costumbres de diferentes culturas paganas que concuerdan en que se lo consideraba como el “Tiempo de Cosecha” o “El Banquete”, entre otros nombres.
Se trataba del momento de agradecer al ser superior, aquel en que creyera cada una de ellas, por los frutos concedidos por la tierra y el reconocimiento de la necesidad de compartirlos para asegurar protección en los meses invernales.
Las comidas de aquellas sociedades, básicamente, eran cereales, maíz, frutas frescas de estación (manzanas, peras y uvas), más una infaltable hogaza de pan, acompañadas por bebidas frutales, agua o cerveza.
Por otro lado, es coincidente en la fecha, con el inicio de Aries, signo de Fuego y primero del Zodíaco. En la Astrología Celta pertenece al Roble que agrega a su fuerza y calidad la virtud de la valentía. En Egipto se relaciona con Apep, la serpiente sagrada en razón de que podía dividirse y mostrar la dualidad del Universo.
Lo definitivo aquí, al sur del Ecuador, es que está entre nosotros el otoño de 2018. Paraguas, un abrigo más protector, sin descuidar que muchos días una remera puede alcanzar. Todo por las dudas, porque si estas acompañan en verano e invierno… ¿Cómo no pensarlo dos veces cada día de los próximos tres meses?
Norberto Tallón
@betotallon