Crucigrama: Ya nunca me verás

COMO ME VIERAS… – Por Norberto Tallón, especial para DiariodeCultura.com.ar.omo me vieras…

El gran Homero Manzi, en la letra de “Sur”, un himno a un sector de la ciudad de Buenos Aires que está en algún nombre pero que ya, obviamente, no es aquel de entonces, dice “Ya nunca me verás como me vieras, recostado en la vidriera y esperándote”…

Y ahora no es que quien llega no vea a quien espera, ni que nadie se encuentre esperando, lo probable es que falte la vidriera, aunque haya estado hasta no hace mucho… La ciudad cambia y, por allí, un escaparate es lo de menos, porque es decisión de un comerciante…

Pero Buenos Aires, y viene sumando desde más de medio siglo, ya no tiene el Pasaje Seaver, bajando de Posadas a Libertador; ni el Teatro Odeón en Esmeralda casi Corrientes; tampoco los nombres míticos, ya citados en otra columna, de la manzana donde Borges sostiene la Fundación de la ciudad; El Viejo Almacén ya es un símbolo y “el” Caño 14 un recuerdo, como muchísimos lugares donde corren las autopistas; históricos lugares en los barrios más antiguos; las casas de sobresalientes personalidades del país e infinidad de ejemplos…

También existe lo que no tiene la utilidad de otro momento, o ninguna, pero ha quedado abandonado, sin siquiera como suele decirse, “ponerlo en valor” y, quizás, otorgarle un sentido y una prueba entre muchas. Hoy… un alambrado cuadriculado, con unos veinte centímetros de separación entre sus límites que resiste por los parantes ubicados a distancia de metro y algo entre cada uno, al igual que el “todo” de tanto en tanto pintado de diferentes colores, del naranja raro a cualquiera, separa la vereda de grandes baldosones, al peatón del puente.

Hierros manchados de óxido con pintadas y grafitis desconocidos su pasado de décadas, años o días, forman parte de la estructura a su vez sostenida por otros con gruesos tornillos y a modo de protección, igualmente, poseen alambre, ésta en forma de pequeños rombos.

En ambos extremos el piso de cemento de su extensión está demolido dejando casi dos metros de vacío, en realidad un basurero al paso compuesto por cajones de fruta destruidos, botellas de gaseosas y otras bebidas descartables, papeles, algún cascote suelto y elementos surtidos, hasta lo que es el borde de las paredes que todavía allí tienen encajonado bajo la superficie al tren que corre desde Once hacia Moreno.

El pasto sin cortar, hojas desparramadas según la época del año. Se perdió el recuerdo de los escalones que permitían acceder a él y se levantaban sobre esos espacios que solo tienen las vías como el destino final. A lo largo del recorrido que nadie recorre, una incontable cantidad de piedras, pedazos de vidrios y un “varios” no identificable a la distancia, unos caños de desagüe sin comienzo ni final ni contenido que volcar.

El puente que, a lo largo del tiempo, sirvió para cruzar los rieles del ferrocarril todo el día y por la noche para que más de una pareja de enamorados soñaran un mañana, desde allí arriba, mientras se besaban. El viejo puente de la calle Ambrosetti en Caballito.

No es difícil cantarle, seguro que no, a Buenos Aires, cambiando la letra de Homero: Ya nunca te veré como te vi…

Norberto Tallón
@betotallon