Cuando el siglo de las luces se hunde en las sombras

El sitio a Barcelona ha dejado tanta hambruna que, cuando Martí Zurivia se dirige a acordar la rendición con los altos mandos enemigos, le sorprende ver perros entre los muertos y heridos del campo de batalla, preguntándose cómo es que aún no se los han comido.  Con aquella última batalla del fatídico 11 de septiembre de 1714, y el inicio de la ocupación de Barcelona, comienza ‘Vae victus’ (La campana Ediciones) la última novela de Albert Sánchez Piñol (Barcelona, 1965), relato de los que lucharon por defender la ciudad de la agresión de Felipe V y sus aliados franceses. Por: Matías Crowder.

 

En una ciudad en la que han caído 50.000 bombas hay una sociedad que resiste en el anonimato. El XVIII no es precisamente el paraíso y el autor se encarga de demostrarlo en pinceladas de un mundo de guerras y de apertura de nuevos horizontes donde solo prevalecen los más duros. Con un colonialismo que esclaviza a los negros, y la industrialización a toda marcha que pretende hacer lo mismo con los blancos, la atmósfera opresiva gana por momentos. Es cuando el siglo de las luces se hunde en las sombras. Y sin embargo aún persiste la idea esperanzada en el futuro, de que la luz del progreso iluminará el mundo.

Las murallas que con anterioridad contenían a los invasores de Barcelona, tras la caída de la ciudad se han vuelto una cárcel para quienes pelearon por su país en el frente de batalla.  Es el primero de los cuatro relatos contenidos en el libro, “Americanus”. Cuatro relatos autónomos entre sí pero al mismo tiempo vinculados, con una lógica y continuidad propia.  Hilos sueltos de “Victus” que el autor ata en ésta segunda parte como un replay de justicia histórica. Su personaje principal, el militar Martí Zuviría, cose las aventuras. Sus días en América se terminan convirtiendo en un espejo del sitio de Barcelona. “No acabas luchando por ideales abstractos, sino por la gente a la que se quiere”, asegura.

Ya había llamado la atención el personaje elegido por Sanchez Piñol para protagonizar su anterior novela, el inicio de la saga, “Victus”, ya que Martí Zurivia realmente existió en aquella época convulsa. Fue un militar navarro partidario Carlos de Austria que, paradójicamente, hizo suya la causa catalana como si fuera propia. La guerra le ascendería de capitán a ser comandante del Ejército de Catalunya donde le halló la caída de Barcelona siendo herido en el rostro en la contienda.

Es el inicio del libro, el 12 de septiembre de 1714 , el día siguiente de la caída de Barcelona, poco antes de que Zuviría huya en América del Norte, donde ayudará a los indios yamei en la guerra contra los colonos ingleses. Después de la aventura americana la narración regresará a Catalunya, pero también viajará a Londres, a Alemania y Nueva Zelanda. En los viajes el protagonista se reencontrará con personajes históricos que el lector de Piñol ya conoció en Victus, como el ambiguo duque de Berwick , su acérrimo enemigo Verboom o el admirado general Villarroel, al tiempo que descubrirá otros tantos nuevos, como el famoso guerrillero antiborbónico Pere Joan Barceló -alias Carrasclet- o el explorador inglés James Cook.

Sanchez Piñol confirma con esta nueva novela una carrera como escritor que se consolida. Su prosa es una línea siempre en suspenso que hilvana la realidad y la ficción en un intenso pulso narrativo. Sus raíces como antropólogo y escritor le adentran de lleno en el devenir del ser humano. Ya desde entonces el tema de la emancipación resaltaría en su condición, en este caso de la independencia de Irlanda protagonizada por un guerrillero irlandés, que retomaría con Victus en el 2012. Traducida a dieciséis lenguas, la novela le confirmaría como uno de los escritores catalanes contemporáneos más internacional.

“Vae victis” es una expresión en latín significa «¡Ay de los vencidos!». La frase sobrevive hasta nuestros días, usándose para hacer notar la impotencia del vencido ante el vencedor. Peculiaridad que le han endozado al autor en una ficción que parece rememorar las negociaciones entre España y Catalunya, como si aquel “Vae victus” perdurara desde entonces. El autor suele recordar que el Once de Septiembre no celebran una derrota, «sino que conmemora que un pueblo declarase la guerra a dos tiranos”.

Por: Matías Crowder.