El valor de la palabra: La amistad

Si no tienen respaldo, las palabras, como las monedas, pierden su valor. Las palabras se respaldan con actitudes, acciones y conductas. Por Sandra Auteri, especial para Diariodecultura.com.ar

La amistad repite este modelo. Es un tipo de unión afectiva que se basa en la comunicación, el apoyo mutuo, la comprensión, el afecto y la absoluta armonía entre dos personas.

Carl Rogers, desde su enfoque humanista de la psicología, considera que una amistad sana debe tener cuatro características fundamentales:

1. La autenticidad, es decir, poder expresar claramente el modo de sentir, sin máscaras ni reservas.
2. La cordialidad, que consiste en la aceptación y consideración incondicionales, sin pretender que los demás hagan lo que uno quiere.
3. La empatía, que es la capacidad para comprender lo que la otra persona siente. A veces es preciso escuchar intensamente lo que dice, y otras veces, se percibe sin
necesidad de palabras.
4. La disposición de apertura hacia el otro, de compartir de puertas para afuera. Las personas que más se abren suelen tener más amigos.

La amistad es un vínculo particular, acaso el más parejo de todos, desde el momento en que no responde a vínculos de sangre, y en que tampoco se sostiene en proyectos (familia, hijos, ascenso social, etcétera).

La amistad no debe cuentas al pasado ni diagrama futuros. No nos hacemos amigos a partir de la atracción física, ni el amigo viene a sustituir a figuras ausentes. Se nutre y ratifica con experiencias compartidas, con confidencias, con escucha auxiliadora, con apoyos incondicionales.

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“Con los amigos ―dice el sociólogo italiano Francesco Alberoni en su libro sobre la amistad― llegamos a un punto en común, habiendo partido de lugares diferentes”.

Ninguno trata de cambiar al otro; la aceptación es, como en ninguna otra relación, condición permanente y esencial, y los verdaderos amigos toman lo que el otro les dice sin doble escucha, sin interpretación y sin sospechas.

Se le cuenta al amigo lo que a nadie se le cuenta, y se lo escucha de manera recíproca. No se piden resultados y no se tiene que adaptar la vida de uno a la del otro para mantener la relación. Dos vidas distintas pueden coexistir. Pero llegar a esto lleva tiempo, porque la amistad se cuece a fuego lento y con presencia. Se construye letra por letra.

El significado y el ejercicio de la amistad se instauran desde la infancia. Descubre a los otros y sus valores, aprende a compartir, a confiar y a querer a personas nuevas y de su misma edad.

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La amistad, como la relación de pareja, es una relación íntima de dar y recibir. Responde a necesidades inmediatas: de seguridad, de aprobación de los otros y de
rechazo a la soledad, aportando gratificaciones como la  compañía y el sentirse comprendido y querido.

La amistad es siempre una forma de enriquecimiento personal. Del amigo se aprende de sus experiencias, de sus conocimientos y vivencias.

Una frase del poema de Victor Zuñiga García, cita nuestro pensamiento:

Amigos siempre sobre todas las cosas
como van unidos espinas y rosas
sin que importe nunca distancia ni tiempo
tú serás la lluvia… yo tal vez el viento.