El valor de la palabra: La compasión

“El amor compadece, y compadece más cuanto más ama”. Miguel de Unamuno. Por Sandra Auteri, especial para Diariodecultura.com.ar

De todas las virtudes que nacen de la vida espiritual, ésta es la más resplandeciente, es el sentimiento más noble y puro.

La compasión es el bálsamo que cura innumerables heridas y es la solución para infinitos problemas. No deja lugar para el odio, el resentimiento, el rencor, la  irritabilidad, el mal humor, la humillación, la ira, el deseo de venganza, la malevolencia, la explotación ni la crueldad.

Concepto de compasión

La compasión representa, en muchas ocasiones, indulgencia, benevolencia, simpatía, afecto, cordialidad y palabras amables.

Compasión es tener presente la experiencia del sufrimiento que se encuentra en casi todas las personas. Uno recuerda ese sentimiento que tuvo como experiencia, y automáticamente, genera un lazo con el otro. Y ese lazo nace desde un lugar
luminoso del alma, generoso, que se encuentra libre de toda exigencia.

Debemos distinguir entre el sentimiento de compasión y la práctica de la compasión. El sentimiento de compasión es sinónimo del sentimiento de simpatía. Para incorporarlo, se recomienda la práctica continuada y, yo insistiría, deliberada de la compasión.

Es posible cambiar ciertos hábitos de pensamiento. Cuando estos hábitos cambian, también lo hacen nuestros sentimientos, sin esfuerzo, y lo mismo sucede con nuestra
conducta.

El cambio de los hábitos de pensamiento es un proceso que suele llevar cuatro pasos.

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El primer paso es identificar los pensamientos habituales que necesitamos modificar.

El segundo paso es formular pensamientos nuevos para que ocupen el lugar de los anteriores.

El tercer paso es sustituir de manera continuada los pensamientos antiguos y no deseados por los nuevos y deseados, mientras vivimos y aprendemos, al mismo tiempo.

El paso cuarto es hacer el esfuerzo de comportarse con modos que estén en sintonía con los pensamientos nuevos. (El pensamiento cambia la conducta, pero la conducta puede cambiar también el pensamiento).

Añado un quinto paso para la práctica de la compasión: que sería el de presentar nuestra compasión con una sonrisa sincera, cuando podamos hacerlo, sintiendo que toda nuestra alma la refleja.

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Al cabo de un día, al cabo de algunos años de práctica, los pensamientos nuevos, compasivos, empezarán a hacerse habituales, y los pensamientos antiguos, no compasivos, se volverán menos frecuentes. El tiempo que demore cada uno
dependerá en parte de su carácter, y también de sus circunstancias.

La compasión es definida como un sentimiento de profunda empatía para con alguien que está sufriendo, y viene acompañada por un fuerte deseo de aliviarle el dolor a esa
persona o de querer resolverle sus problemas. Tal como resalta Charles Figley, uno de los principales investigadores acerca de este tema desde 1999,  el sentimiento de empatía y compasión está en el centro mismo de nuestra capacidad.

La denominada “Fatiga por Compasión” (o también conocida con el nombre de “Desgaste por Empatía”) refiere a las emociones y conductas naturales resultantes de enterarse de un evento doloroso o traumático experimentado por un “otro”, que se
convierte en una persona significativa para nosotros.

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Hay un costo que implica el cuidar. Los profesionales que escuchan las historias de los pacientes  acerca de sus miedos, penas y sufrimientos pueden sentir a su vez miedos, penas y sufrimientos similares, porque “cuidan”.

Afecta negativamente a la resiliencia, que es la capacidad de reponerse y poder recuperarse aún de situaciones altamente adversas. Por ello, hay que estar atentos… y generar un contrapeso que nos proteja de nuestras empatías, y que nos permita al mismo tiempo asistir al otro.

La compasión es tomar conciencia del profundo vínculo que nos une a todas las personas. En este sentido, estaríamos sosteniendo una igualdad total con nosotros mismos y con todos los demás.

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La práctica diaria de la compasión es un acto de verdadera fe… y ya sabemos que la fe, mis queridos lectores, “nos hace mover montañas”.

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Sandra Auteri – Locutora Nacional MN 10.523
Difundir valores a través de palabras cotidianas es un desafío que les propongo transitar.
La consigna es que en cada encuentro, teniendo como guía la palabra elegida, podamos celebrar nuestras fortalezas y trabajar para superar lo que consideremos nuestras limitaciones.