El valor de la palabra: La contención y la comprensión

Por Sandra Auteri, especial para DiariodeCultura.com.ar.

En el hablar cotidiano, la palabra CONTENCIÓN se define como: “La acción de contener o moderar los propios impulsos, instintos y pasiones”. CONTENER, a su vez, implica “tener una cosa en sí misma o en su interior”. Curiosamente, COMPRENDER se entiende como: “abarcar, incluir, tener una cosa dentro de sí, y, formando parte de ella, a otra”. La COMPRENSIÓN, asimismo, se vincula con “la actitud que se sostiene hacia los actos, comportamientos o sentimientos de los otros”.

Ambas funciones y acciones son inseparables y están enfocadas en un mismo objetivo: la organización de un espacio mental que facilite la elaboración, el desarrollo de las capacidades mentales, impulsos, instintos o pasiones, como vulgarmente se dice, para compatibilizarlos con la realidad y ponerlos en acción de una forma saludable.

La CONTENCIÓN y la COMPRENSIÓN son elementos básicos de la convivencia.

El principio esencial de esta tarea es el poder percibir y crear empatía con el otro, con su problema, su conflicto, sus ansiedades. Es el poder escuchar y contener con nuestras capacidades mentales, con nuestra formación y educación, todo lo que nos va llegando de los demás.

En algunos casos, nuestro apoyo puede ser suficiente. En otros, vamos a tener que elaborar juntos una solución, algún tipo de salida. Pero en otras situaciones, sólo podremos sentarnos a su lado y escuchar, que también es una acción de suma importancia, ya que facilita el diálogo y permite dar a cada tema su relevancia.

Tratar de conectar con lo que el otro siente, con lo que piensa, con aquello que lo ciega, con lo que no puede afrontar, también nos remite a nuestras propias limitaciones. De ahí la magnitud de saber escuchar.

Todos afirmamos que escuchar es importante, pero ¿cuántos de nosotros lo hacemos bien?

Pensemos en que, si no sabemos escuchar, si no entrenamos esta capacidad, correremos el riesgo de comunicar mensajes que no le interesan a nadie.

En cambio, si uno se compenetra con los temas del que dialoga, podremos obtener, al menos, tres ventajas:

Primera ventaja: cuando se sabe escuchar, se eleva la autoestima de la persona que habla. Lo que la gente dice es importante para ella. Al escucharla con atención, le demostraremos que lo que nos cuenta tiene determinado valor. Con ello, al mismo tiempo que se genera un clima positivo para la comunicación y las relaciones interpersonales, se está contribuyendo a que la otra persona nos trate con idéntico respeto y consideración.

Segunda ventaja: indirectamente, podremos ampliar nuestro vocabulario, al intentar valernos de más opciones para solucionar los problemas que se le presentan a nuestro interlocutor. Debemos entonces tener en cuenta que los medios más efectivos para ampliar el vocabulario son la lectura y dedicar la máxima atención a quien habla.

Tercera ventaja: si logramos escuchar con atención, aprendemos de forma indirecta. Todos somos expertos o conocedores en algún área en la que los demás pueden no ser tan conocedores. Quien sabe escuchar atentamente descubre y se beneficia no sólo del estilo de los demás, sino también, del contenido de sus mensajes.

Un buen ejemplo que me acompaña lo viví hace muchos años en la empresa en la que actualmente me desempeño. Hacía poco tiempo de mi ingreso, cuando una tragedia golpeó en mi sector: falleció una compañera. Había asistido a un centro de salud para hacerse un estudio de fertilidad. Surgió un problema con la anestesia, y ella murió.

Fue de una tarde a una mañana. La noticia nos impactó tanto que quien era el Director del sector en ese momento, que estaba de viaje en Francia, le pidió al jefe de ella que le escribiera una carta a la familia, y le redactó lo que quería que dijera, haciendo hincapié, muy especialmente, en que les comunicara cómo iba a faltarnos su presencia en el día a día. Le pidió que les contara acerca de su alegría, de su disposición, de su buen compañerismo; en definitiva, de lo importante que había sido en nuestras vidas su presencia.

Yo, que recién ingresaba, quedé profundamente conmovida con esa actitud. Siempre me acompañó y contuvo mi vida ese gesto simple e inmensamente humano…

Y como cierre de esta nota sobre la contención y la comprensión, quiero compartir una reflexión del monje benedictino Mamerto Menapace, que dice así:

”Mi percepción, a medida que envejezco, es que no hay años malos. Hay años de fuertes aprendizajes y otros que son como un recreo, pero malos no son, que la forma en que se debería evaluar un año tendría más que ver con cuánto fuimos capaces de amar, de perdonar, de reír, de aprender cosas nuevas, de haber desafiado nuestros egos y nuestros apegos”. Y yo me atrevería a completar… con cuánto fuimos capaces de escuchar y de contener.

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Sandra Auteri – Locutora Nacional MN 10.523
Difundir valores a través de palabras cotidianas es un desafío que les propongo transitar.
La consigna es que en cada encuentro, teniendo como guía la palabra elegida, podamos celebrar nuestras fortalezas y superar nuestras limitaciones.