El valor de la palabra: La dignidad

Por Sandra Auteri, especial para DiariodeCultura.com.ar.

En su Ética de las profesiones formativas, Guido Gatti define a esta cualidad de la siguiente manera:
“La dignidad de la persona humana es el fundamento de todos los otros valores. Esta dignidad pertenece a todo hombre de manera tan propia e inviolable que nada, excepto sus elecciones libres y responsables, puede realmente anularla. Respetar y promover esta dignidad es, ante todo, la tarea y la responsabilidad de cada persona. (…). La dignidad es el fundamento de todos los derechos humanos y es, a la vez, el derecho más importante de todos”.

El auténtico ejercicio de la libertad hace que cada uno pueda ir modelando su vida hasta hacer de ella lo mejor que pueda lograr: para sí mismo y para los otros. Esto exige la educación, la formación y el entrenamiento de la inteligencia y de la voluntad, facultades específicas del espíritu humano, cuya contribución impactará directamente en la moral de la humanidad.

La dignidad o «cualidad de digno» hace referencia al valor propio del ser humano en relación con su ser racional, dotado de libertad y poder creador. Es un capital propio con el que se puede decidir qué ser y qué hacer, porque no es sólo lo que es y sus posibilidades, sino también sus proyectos y aspiraciones personales.

Esta cualidad se basa en el reconocimiento y aceptación de nuestra propia persona, de ser merecedora de respeto, seamos como seamos. Ella refuerza la personalidad, fomenta la sensación de plenitud y satisfacción, y está siempre presente en los instrumentos fundacionales del derecho internacional de los derechos humanos nacidos luego de concluida la Segunda Guerra Mundial.

En tal sentido, debe destacarse, ante todo, la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, que invoca en su Preámbulo la «dignidad intrínseca (…) de todos los miembros de la familia humana» y afirma luego que «todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos» (artículo 1.º). Nada menos.

Una persona que se conduce de manera digna es alguien que posee una elevada moral, un gran sentido ético y acciones altamente honrosas. La dignidad está relacionada con la excelencia y el decoro de las personas en su manera de comportarse.

Como ejemplo de este valor, quiero rescatar la gran obra de Bernardino Ramazzini, quien nació en Carpi, Módena, en 1633, y falleció en Padua, en 1714. Fue un médico que ejerció en el contexto de la medicina del período Barroco. Y era bastante extraño su modo de tratar con los pacientes, ya que empezaba las consultas preguntándoles: “¿En qué trabaja usted?”. Para Ramazzini, la relación entre la forma de vivir y el empleo de cada persona era un tema que le preocupaba desde que era estudiante.

Hasta ese momento, a nadie se le había ocurrido que ello podía tener relevancia alguna. Sin embargo, su dedicación y su experiencia le permitieron escribir lo que sería el primer tratado de medicina del trabajo, en el que se encargó de describir detalladamente las enfermedades frecuentes en gran cantidad de oficios.

Y, como bien señala el escritor Eduardo Galeano: “Comprobó que había pocas esperanzas de curación para los obreros que comían hambre, sin sol y sin descanso, en talleres cerrados, irrespirables y mugrientos”.

Su estudio se basó en mejorar el régimen de vida de las monjas, impresores, tejedores, carpinteros, afiladores de navajas, marineros y remeros, fabricantes de ladrillos, cazadores, fabricantes de jabón y otros oficios muy dignos que, en la mayoría de los casos, alternaban con la extrema pobreza y las pésimas condiciones de trabajo.

Una figura como la del doctor Ramazzoni representa la dignidad de un hombre que supo gobernarse a sí mismo con rectitud y honradez. Un hombre que “eligió ser humano” y señaló aquellos lugares y vivencias en los que sus semejantes eran invisibles.

De igual forma, cada uno de nosotros está llamado a ser el espejo donde se refleje la dignidad de los otros. Donde en el tránsito de nuestro tiempo, ese cierre haya sido invaluable. Donde miremos hacia atrás y podamos afirmar: he construido. Seamos dignos de los dones que hemos recibido.

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Sandra Auteri – Locutora Nacional MN 10.523
Difundir valores a través de palabras cotidianas es un desafío que les propongo transitar.
La consigna es que en cada encuentro, teniendo como guía la palabra elegida, podamos celebrar nuestras fortalezas y superar nuestras limitaciones.