El valor de la palabra: La Esperanza

Por Sandra Auteri, especial para DiariodeCultura.com.ar.

La letra de la canción “Héroe”, de Mariah Carey y Walter Afanasieff, nos recuerda estos pensamientos: “y como un libro, el corazón nos enseña que hay temor, que hay fracasos y maldad, que hay batallas que ganar… Y en cada página, el amor nos convierte en luchador y descubres lo común… NO HAY UN HÉROE COMO TÚ”.

Enfrentar los desafíos de la sociedad actual y encontrar las respuestas que necesitamos para adaptarnos requiere reforzar nuestras fortalezas.

La historia nos muestra que aun en los peores momentos de un individuo o de una comunidad, siempre hay algo que esperar. Hasta el último aliento cabe esperar algo, porque aún no se ha terminado el trayecto.

Esta espera no es una espera pasiva, sino activa, y está impulsada por los proyectos, por el fin al que se quiere llegar, siendo este fin posible, aunque no dependa solamente de nosotros.

La esperanza no busca utopías, sino que se apoya en argumentos sólidos. Nos obliga a actuar, a utilizar nuestras habilidades y, luego, nos permite aprender de esa experiencia y a darnos cuenta de la relación que se establece entre la esperanza, la voluntad y la actitud.

La esperanza se opone al fatalismo y nos dice que tenemos la responsabilidad de proyectarnos, de elegir en la vida qué hacer y cómo hacerlo desde nuestras circunstancias; porque somos seres humanos, y el hombre es libre de sus instintos y debe elegir haciéndose responsable de sus actos.

Tener esperanza no es solo concretar un objetivo; ella es la luz que ilumina nuestro camino y está hecha de paciencia, confianza y coraje.

La vida con esperanza es diligente y está guiada por propósitos que fortalecen la autoestima y el amor por la vida. Ella está en esos pormenores que diseñan el sentido de nuestra vida. Nos permite aportar nuestro grano de arena para mejorar el mundo y nos deja ver un horizonte al que podemos llegar con integridad.

Tener esperanza es vivir en el presente. Un presente esperanzado con responsabilidad, empatía, amor, espíritu de colaboración y proyectos hacia el futuro.

La esperanza es una meta que le da sentido a la vida. Para la persona que transita su vida en esperanza el hecho de vivir es suficiente.

Es tan sólido el poder que implica que, en la mitología griega, Elpis era la deidad que personificaba a la esperanza. Para algunos estudiosos, fue hija de Zeus. A esta deidad se la describe como una joven mujer, que carga flores y la cornucopía, o cuerno de la abundancia, símbolo que data del siglo V a. C. y que representaba la prosperidad.

En el mito de Pandora, es la única que permanece dentro de la tinaja que contenía todos los males cuando Pandora la abre.

Elpis no tenía culto formal en la Antigua Grecia, pero en Roma, bajo el nombre de Spes, recibió un culto tanto privado como estatal. Ha sido definida como la “última diosa”, ya que la esperanza es “lo último que se pierde”. En cambio, los griegos tenían sentimientos ambivalentes acerca de ella.

En la mitología griega, en la versión del poeta Hesíodo, a través de sus Trabajos y días, y en su Teogonía, la creación de Pandora se vincula con el incidente de Mecona.

Al separarse los mortales e inmortales, Prometeo urdió un engaño mediante el cual, cada vez que los hombres hicieran sacrificios para los dioses, les destinaran solo los huesos, pudiendo aprovechar así para ellos mismos la carne y las vísceras. Al irritarse Zeus por este plan, les negó el fuego a los hombres. Sin embargo, Prometeo lo robó y se los devolvió.

Como Prometeo sabía que Zeus buscaría vengarse, le advirtió a su hermano Epimeteo que no recibiera ningún presente del dios del Olimpo, pero el hermano no pudo resistirse ante la belleza de Pandora y terminó casándose con ella, ofrecida por Zeus.

Pandora había sido modelada por Hefesto (dios del fuego y de la forja) con una figura encantadora, similar a la belleza de las diosas. Afrodita le había otorgado gracia y sensualidad y Atenea le había concedido el dominio de las artes. También el dios Hermes le había inculcado la habilidad de fabricar mentiras y la capacidad para seducir. Con esta creación, Epimeteo recibiría una mujer bella, pero que finalmente le traería un sinfín de desgracias.

En Los trabajos y los días, Hesíodo narra que, hasta ese momento, los hombres habían vivido libres de fatigas y enfermedades, pero cuando Pandora, por curiosidad, abrió la tinaja que contenía todos los males, se liberaron de allí las desgracias humanas y quedó en el fondo la esperanza, ya que la tinaja fue cerrada antes de ser liberada. (La expresión “caja de Pandora”, en lugar de tinaja, jarra o ánfora, es una deformación que se produce en el Renacimiento).

Hay otras versiones del mito que relatan que la tinaja contenía bienes y no males y que su apertura ocasionó que los bienes volaran, regresaran a las mansiones de los dioses y que los hombres, en adelante, solo vivieran afligidos por las desdichas. Lo único que llegaron a conservar de aquellos bienes fue la esperanza.

En esta época que nos toca recorrer, si la equiparamos con la fe, la esperanza es una forma de vivir, es una cualidad individual y se mantiene con acciones concretas. Vive en nuestro interior.

Ya no habita en la tinaja o en la caja de Pandora. El hombre ha decidido tomarla y llevar una vida que transite caminos propios, no ajenos y que en esos caminos pueda descubrir sus debilidades y fortalezas, tener como bandera y como guía a la esperanza, saber que es el ancla del alma y como tal, su luz es inextinguible.

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Sandra Auteri – Locutora Nacional MN 10.523
Difundir valores a través de palabras cotidianas es un desafío que les propongo transitar.
La consigna es que en cada encuentro, teniendo como guía la palabra elegida, podamos celebrar nuestras fortalezas y superar nuestras limitaciones.