El valor de la palabra: La ética

Por Sandra Auteri, especial para DiariodeCultura.com.ar.

En una de sus canciones, Alejandro Lerner reflexiona acerca de la vida, formulándose estas preguntas:

Quién maneja la balanza del bien y del mal…
Quién permite que me duerma o que muera quizás…
Quién me quita, quién me da…
Quién se queda, quién se va…

Y hoy estamos aquí para intentar dar respuesta a estos interrogantes.

“Quien maneja la balanza del bien y del mal” es la ética: una rama de la filosofía dedicada a las cuestiones morales. Estudia la bondad o la maldad de los comportamientos. Se relaciona con la antropología, el derecho, con la Ley, y con las ciencias que analizan el comportamiento humano, tales como la sociología y la psicología.

La palabra ética proviene del latín ethĭcus, y este vocablo, del griego antiguo θικός (êthicos), derivado de êthos, que significa ‘carácter‘ o ‘perteneciente al carácter’. La hallamos en los orígenes mismos de la filosofía en la Antigua Grecia. Su desarrollo histórico ha sido de gran amplitud.

 []Se concentra en las acciones vinculadas con las nociones de bien, virtud, deber, felicidad y vida realizada. Estudia qué es un acto moral, la justificación racional de un sistema moral y su aplicación en el orden individual y social.

Las sentencias éticas (o juicios morales) aplican términos como lo “correcto o incorrecto”, lo “bueno o malo”, lo “obligatorio o permitido”. Están referidas a una acción o una decisión. Al emplearlas, se valora moralmente a las personas.

En la vida cotidiana, la ética busca las razones que justifican la elección de un sistema moral específico y, en este punto, cabe aclarar, muchas personas quizás distorsionan o confunden el sentido del bien o del mal. Lo conocen desde su propio transitar por las experiencias que deben atravesar, conviviendo e internalizando solo lo aprendido, lo ejemplificado por el entorno en el que les tocó nacer y vivir. A veces, nos convertimos en jueces de personas que no han tenido las mismas oportunidades que nosotros y creemos, con nuestros propios valores, tener la capacidad de entender, juzgar y subestimar a los demás.

Seamos cuidadosos con estos juicios, porque puede suceder que esa persona, con la que nos toca alternar, hoy podría tener un alma mucho más evolucionada que la nuestra, ya que su camino ha sido un poco menos ventajoso.

Si decimos que todo ser humano busca la felicidad, estaremos convencidos, como Aristóteles, que “todos los seres naturales tienden a cumplir la función que les es propia y están orientados a realizar completamente sus potencialidades”.

El bien, entendido como perfección de un ser, es aquello a lo que él solo puede realizar. ¿Y cuál es el bien más alto y más perfecto que puede alcanzar el ser humano?

En el primer capítulo del libro Ética para Amador, de Fernando Savater, la ética es definida como “el arte de vivir, el saber vivir; por lo tanto, el arte de discernir lo que nos conviene (lo bueno) y lo que no nos conviene (lo malo)”. Y me permito agregar… lo bueno y lo malo, ¿comparado con qué?

En la Antigua Grecia, la reflexión filosófica sobre la ética ha estado presente desde el inicio. Platón afronta esta temática (388 a. C.385 a. C.) desde lugares y contextos diferentes, y utiliza esta reflexión para exponer sus ideas de madurez, alternando con el abordaje acerca de la inmortalidad del alma. Pone en evidencia la importancia de lo que existe después de la muerte para regular el propio comportamiento. En La República, una de sus obras más estudiadas, plantea juntamente la ética individual (desde la perspectiva de una justicia dentro del alma) y la ética pública, con una compleja teoría del Estado.

En la Edad Media, diversos autores se refieren a la ética, con perspectivas diferentes. Es oportuno recordar dos grandes nombres como el de San Agustín de Hipona y Santo Tomás de Aquino .

Posteriormente, y tras las huellas de las ideas de Tomás de Aquino, se desarrolla en el ámbito católico lo que luego será conocido como principio de doble efecto que es un “principio de razonamiento práctico que sirve para determinar la licitud o ilicitud de una acción que produce o puede producir dos efectos, de los cuales uno es bueno y el otro es malo”.

Debemos recordar las enseñanzas del evangelio según San Mateo (10:16) donde El Señor nos dice: “Miren, yo los envío como ovejas en medio de lobos; por tanto, sean astutos como las serpientes e inocentes como las palomas”.

Si bien “quien maneja la balanza entre el bien y el mal” es la ética que cada uno se reconozca, los frutos que recojamos en nuestro camino serán, en definitiva, los que nutran nuestra mirada y nos permitirán hacer nuestro aporte a un mundo que se aproxime a la excelencia de lo justo.

==============================================================

Sandra Auteri – Locutora Nacional MN 10.523
Difundir valores a través de palabras cotidianas es un desafío que les propongo transitar.
La consigna es que en cada encuentro, teniendo como guía la palabra elegida, podamos celebrar nuestras fortalezas y superar nuestras limitaciones.