El valor de la palabra: La fidelidad

Por Sandra Auteri, especial para DiariodeCultura.com.ar.

La fidelidad es el mayor compromiso de lealtad que tomamos con nosotros mismos. Ser fiel es una decisión personal invaluable. Es la capacidad espiritual, el poder, la virtud de cumplir con lo que nos prometemos.

Y el prometer no es algo menor, es un compromiso fortísimo, ya que decidimos qué es lo que vamos a hacer en un futuro incierto. El que promete acepta un gran desafío y mantiene su lealtad porque se compromete a actuar de una forma que hoy juzga óptima, en situaciones que pueden llevarlo a pensar y sentir de un modo distinto.

Prometer es una acción soberana; revela una gran soberanía de espíritu, ya que exige decidir hoy lo que se va a hacer en adelante, bajo condiciones que no se pueden prever. Supone honrar esa conducta personal y reflejarla en el proyecto de vida que nos sea asignado con las ideas, las convicciones y los sentimientos, que pudiera provocar el paso del tiempo.

La fidelidad es una noción que, en su nivel más abstracto, implica una conexión verdadera con una fuente superior. Su significado original está vinculado a la lealtad y la atención al deber.

La palabra «fidelidad» deriva de la palabra fidelitas (latín), y su significado es servir a un dios (= rey). Cabe destacar que en la antigüedad, incluso, existían castigos corporales y torturas a los infieles. «A través del vínculo de fidelidad, los reyes hacían jurar a sus súbditos fidelidad al monarca, implicando obediencia y sumisión».

Si bien se vincula la fidelidad con la confianza que una persona deposita en otra, entendemos que no sólo se debe ser fiel en el amor, sino también en la amistad y en el deber, en las acciones del día a día.

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La fidelidad va unida a la aceptación del otro tal como es y a la comprensión y compañía que no espera nada a cambio.

Solamente se da con el solo deseo de compartir la vida con esa otra persona o grupo de personas que se suman para formar parte de algo que en su conjunto superará sus propias expectativas.

Fidelidad y lealtad suelen ser términos que muchas veces son utilizados en el mismo sentido pero se diferencian claramente en el objeto que los promueve.

La fidelidad se encuentra relacionada con la confianza y la incondicionalidad hacia una persona mientras que la lealtad es el convencimiento desde nuestros principios en el seguimiento de una causa.

Se pueden dar casos de personas que son leales pero no fieles, que creen en una causa pero no en la persona; por ejemplo, una persona puede sentirse identificada con un proyecto de vida familiar pero no confiar absolutamente en quien lo acompaña.

La fidelidad abarca a la firmeza y la constancia en los afectos, ideas y obligaciones, y en el cumplimiento de los compromisos que se establecen.

Es la decisión de crear la vida en cada instante conforme al proyecto establecido en el acto de lo que uno mismo se promete.

La fidelidad es la capacidad de no engañarse, de no traicionarse y de cumplir con lo que elegimos para nuestra vida.

Tengamos en cuenta que la fidelidad se elige cada día. Lo que uno puede prometer ante un proyecto, una idea, pueden ir variando en la realidad y no por eso uno va a ser esclavo de lo que alguna vez se prometió.

Prometer fidelidad (en la amistad, en el trabajo, en la pareja, con uno mismo) es lo más elevado, sincero y transparente que un ser puede realizar pero para que eso pueda sobrevivir es incondicional recibir lo mismo. Sino la balanza se desequilibra y se cae.

Es un valor moral que faculta al ser humano para cumplir con lo pactado con él mismo. Fortalecer nuestra propia fidelidad nos llevará a encontrar a nuestros pares asignados, para transitar el  camino. Nada menos.

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Sandra Auteri – Locutora Nacional MN 10.523
Difundir valores a través de palabras cotidianas es un desafío que les propongo transitar.
La consigna es que en cada encuentro, teniendo como guía la palabra elegida, podamos celebrar nuestras fortalezas y superar nuestras limitaciones.