El valor de la palabra: La solidaridad

“Se ha dicho que vivir en austeridad, humilde y solidariamente, es renunciar a uno mismo. En realidad es realizarse íntegramente en la dimensión humana para la cual ha sido creado”. Dr. Esteban Laureano Maradona – Por Sandra Auteri, especial para Diariodecultura.com.ar

La verdadera solidaridad, aquella que impulsa los cambios auténticos que favorecen al desarrollo de las personas y las naciones, está fundada principalmente sobre la base de la igualdad universal que une a todos los hombres.

Esta igualdad es una derivación directa e innegable de la verdadera dignidad del ser humano, que pertenece a su realidad, sin importar su raza, edad, sexo, credo, nacionalidad o partido.

La solidaridad trasciende todas las fronteras: políticas, religiosas, territoriales, culturales, etcétera, para instalarse en el hombre y hacer sentir en nuestro interior la conciencia de ser una “familia” con el resto de la humanidad.

Un análisis del concepto del valor de la solidaridad nos ofrece los siguientes componentes esenciales:

* Compasión: porque la solidaridad es un sentimiento que determina u orienta el modo de ver y de acercarse a la realidad humana y social; condiciona su perspectiva y horizonte. Supone ver las cosas y a los otros con los ojos del corazón, mirar de otra manera. Conlleva un sentimiento de fraternidad, de sentir la empatía por el dolor de los otros.

* Reconocimiento: no toda compasión genera solidaridad, sólo aquella que reconoce al otro en su dignidad de persona. La solidaridad, así, tiene rostro, la presencia del otro demanda una respuesta.

* Universalidad: la indefensión y la indigencia en toda su potencialidad se muestran ante nuestra propia humanidad y simbolizan la condición de grandeza o pobreza íntima y privada cuando la ejercemos.

Mientras que para algunas personas, la solidaridad es la reivindicación de derechos fundamentales, para otras, es sólo una actitud de piedad centrada en la limosna y en la asistencia.

En el ejercicio del ser solidario, se ponen en juego los siguientes conceptos:

-Es una virtud contraria al individualismo y al egoísmo.
-Se transmite en el servicio y busca el bien común.
-Su finalidad es intentar dar solución a las carencias espirituales o materiales de los demás.
-Requiere discernimiento y empatía: ponerse en el lugar del otro.

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Una conocida anécdota cuenta que, hace tiempo, un científico estaba trabajando en su laboratorio cuando entró su hijo de cinco años, dispuesto a ayudarle.

El científico, que tenía mucho trabajo y no quería ser interrumpido, pensó en darle un entretenimiento al niño para que no lo molestara.

Entonces, recortó de una revista un mapa del mundo, lo partió en muchos pedazos y se los entregó a su hijo, junto con cinta adhesiva, para que lo rearmara.

Como creyó que su hijo no había visto nunca ese mapa, el científico dedujo que tardaría horas en realizar esa actividad. Pero grande fue su sorpresa cuando, a los pocos minutos, el niño celebró: “¡Ya está papá, ya lo terminé!”.

El científico se quedó sorprendido ante la exclamación del hijo, pero pensó de inmediato que simplemente hallaría un simple armado de un rompecabezas, como podía hacerlo un niño de cinco años.

Sin embargo, el niño le mostraba su trabajo, completo, con todas las piezas en su sitio… El padre entonces le preguntó asombrado: “¿Cómo lo hiciste, hijo?”.

A lo que el niño le respondió: “¡Muy fácil, papá! Cuando lo recortaste de la revista, vi que del otro lado del mapa había un hombre dibujado, y cuando me diste los pedazos, los fui dando vuelta y empecé a armar el rompecabezas del hombre… y cuando terminé de armar el hombre, me di cuenta de que también había armado el mundo…”.

¿Por qué es tan necesario poner en práctica la solidaridad…?

Porque conlleva una noción implícita de la justicia… porque todos vivimos en una sociedad en la que nos necesitamos mutuamente… y en la que todos somos necesarios… porque todos estamos juntos en este mundo tripulado por seres humanos… en el que aspiramos a ser iguales en dignidad y en derechos.

Y tal vez, sólo se trate de mirar con los ojos de la inocencia, y desde ese lugar, reconstruirnos a nosotros mismos.