Historias de Buenos Aires

Calles con nombre de mujer (14): Micaela Bastidas, la valiente mujer de Tupac-Amaru. Por María Lorena Belotti, exclusivo para Diario de Cultura.com.ar.

Hoy es el turno de conocer la historia de Doña Micaela Bastidas y Puyucawa quien da nombre a otra calle de Puerto Madero. Nació el 23 de junio de 1744, oriunda del pueblo de Pampamarca, en Tamburco, Abancay, Virreynato del Perú. Su belleza no fue estrictamente andina, también influía una parte de su sangre que era africana, lo que motivó que tiempo después los enemigos la trataran de «zamba».

Contrajo matrimonio el 25 de mayo de 1760 con José Gabriel Condorcanki, Tupac-Amaru (que en lengua quechua significa “serpiente resplandeciente”), en la Iglesia del pueblo de Nuestra Señora de la Purificación de Surimana, cuyo Altar mayor se ha preservado hasta nuestros tiempos. Este matrimonio llamado a convertirse en histórico, fue de españoles desde el ángulo social, indio desde el curacal y mestizo desde el racial. Tuvieron tres hijos: Hipólito, nacido en Surimana en 1761, Mariano, en Tungasuca en 1762 y Fernando, nacido en la misma localidad en 1768.

A fines de 1766 José Gabriel comenzó a reclamar su reconocimiento oficial como cacique y a pedir la ratificación de su calidad de legítimo descendiente del Inca Túpac Amaru. Además del título, recibió como herencia 70 piaras de mulas con las que se dedicó al transporte de mercancías. Levantándose en queja por el inhumano trabajo obligatorio en las minas a que eran sometidos los indios, la Audiencia de Lima respondió con una negativa rotunda. Ante esto, José Gabriel decidió adoptar medidas más radicales, en concordancia con su hondo espíritu de justicia social .

En 1780, año en que se proclamó “soberano”, apresó y ejecutó al corregidor de la ciudad de Tinta. Se inició así la más importante de las rebeliones de masas en el imperio español de América. Los indios del Virreinato del Perú se sublevaron acompañándolo. Los españoles no pudieron impedir que los rebeldes se reunieran dirigiéndose a Cuzco. Sin embargo, por falta de municiones, no pudo tomar a la ciudad y Tupac Amaru se retiró con sus fuerzas. Micaela, mujer de fuste, no dudó en seguir a su marido en el levantamiento ni en arengar al pueblo dándole a conocer sus motivos. Integró el Consejo de los Cinco y mantuvo viva con sus proclamas la fe en la revolución.

El historiador peruano Valcárcel comenta que “…el papel que desempeñó Doña Micaela Bastidas Puyucawa tiene capital importancia para conocer la rebelión de Tinta. Puede asegurarse que, desde el primer momento, ella fue el principal consejero de Túpac Amaru, junto al rumoreado Consejo de los cinco. Y aunque el caudillo actuó mediante decisiones propias, por sus ideas e iniciativas aparece la figura de esta enérgica y prócer mujer con el caracter de un personaje de valor innegable”. El movimiento produjo conmoción, grandes transformaciones y amplias resonancias en toda la América española. La consecuente actitud de Tupac Amaru y su valentía confirió a su lucha un innegable valor.

A pesar de haber organizado un ejército compuesto de 10.000 indios, el Inca sufrió la derrota antes de poder asegurar sus posiciones. Fue tomado prisionero y entregado a los españoles como traidor. La sentencia, que fue cumplida el 18 de mayo de 1781 condenaba  «…a José Gabriel Túpac Amaru a ser sacado… arrastrado hasta el lugar del suplicio para que contemple la ejecución de su mujer, Micaela Bastidas, de su hijo Hipólito, su tío Francisco, su cuñado Antonio Bastidas y algunos de sus principales capitanes; concluidas esas ejecuciones, se cortará al Inca por mano del verdugo, la lengua y después, amarrado y atado por sus brazos y pies con cuerdas fuertes para atarlas a las cinchas de cuatro caballos, que tirarán cada uno en dirección a las cuatro esquinas de la plaza, de modo que sea descuartizado el cuerpo, llevando sus partes al cerro de Picchu para ser quemadas en una hoguera preparada, echando sus cenizas al viento, su cabeza se remitirá y expondrá al pueblo de Tinta, siendo exhibida por tres días en la horca, uno de sus brazos será remitido al pueblo de Tungasuca, donde fue cacique, con el mismo objeto, el otro a la capital de la provincia de Carabaya, una pierna al pueblo de Livitaca y la restante a Santa Rosa, en la provincia de Lampa. La sentencia será leída por los corregidores o justicias territoriales con la mayor solemnidad por bando. Las casas del reo serán arrasadas a la vista de los vecinos, sus bienes confiscados y se falla también que los individuos de su familia que no han caído en manos de la justicia, queden inhabilitados para adquirir, poseer o pretender herencia alguna o sucesión».

Si algunos fueron sólo ahorcados, a Micaela Bastidas no se le ahorró sufrimiento: se le aplicó la pena de “garrote vil”, pero después de obligarla a ver el suplicio de su hijo. Esta es sin lugar a dudas una historia fuerte, que pinta un cuadro de época y nos permite reconocer la valentía de esta mujer…