Historias de Buenos Aires

Calles con nombres de mujer (2) – Por María Lorena Belotti, especial para DiariodeCultura.com.ar.

Aimé Painé, artista y portavoz de la cultura mapuche

El canto era su excusa para difundir la cultura mapuche. Cuando Olga Elisa descubrió que era descendiente de tehuelches y mapuches, decidió entregar su canto y su nombre a la recuperación de la identidad.

La Ordenanza N° 49.668, dictada en el año 1995 por el ex Concejo Deliberante de la ciudad de Buenos Aires, le puso nombres de mujeres a las calles que surcan uno de los últimos barrios que tomaron vida en la ciudad, como es Puerto Madero. Estas calles tienen el nombre de heroínas de carne y hueso, que lucharon con valentía contra los prejuicios de su época y dejaron huella en nuestra cultura.

Provenientes de distintos orígenes sociales, con diferentes profesiones, a todas ellas las une un objetivo común: la defensa de la igualdad, la libertad y la independencia.

Revolucionarias en el cabal significado de la palabra, abrieron el camino para el logro de derechos civiles y políticos que hoy nos parecen naturales. Precursoras y combativas, muchas de ellas fueron burladas y despreciadas por la sociedad que les era contemporánea.

A pesar de haber hecho historia, sus nombres nos parecen extraños. Desde esta columna, junto con un breve comentario de sus vidas, brindamos un homenaje a su dignidad y patriotismo. En la entrega pasada les contamos la historia de Cecilia Grierson (1859-1934), primera médica especializada en ginecología de Argentina. Hoy es el turno de Aimé Paine (Argentina 1943- Paraguay 1987).

Aimé fue nada más ni nada menos que la última princesa mapuche y una de las precursoras en la defensa de los derechos, la lengua y las tradiciones de su pueblo. «Es el principio de ser culto saber quién es uno», sostenía quien fuera también una cantante reconocida.

Nacida el 23 de agosto de l943 en la ciudad de Ingeniero Huergo, Provincia de Río Negro, Puel Mapu, Argentina, dejó de exitir físicamente el 10 de septiembre de 1987, a sus 44 años recientemente cumplidos en Asunción, Paraguay. Fue conocida por el nombre artístico de Olga Elisa Painé.

Según algunos historiadores, fue nieta de un gran cacique tehuelche ranquelino, el lonco Painé Ngürü aunque faltan evidencias que lo acrediten. Su nombre de pila artístico sería una incorrecta escritura del nombre francés Aimée (Amada), del que Aimé es la versión masculina.

Según dice su biógrafía, la madre de Aimé Paine, hija de tehuelches, abandonó a su esposo mapuche – Segundo Paine- y a todos sus hijos. Aimé, a los 3 años fue separada de su comunidad porque su padre en la necesidad de trabajar no podía hacerse cargo de tantos niños. Fue enviada a un orfanato-colegio de monjas, el Colegio María Auxiliadora de Mar del Plata, una ciudad muy alejada de su tierra, su cultura y sus orígenes.

Se destacó en el coro de canto gregoriano. El abogado y autor teatral Héctor Llan de Rosos y su esposa, quienes buscaban adoptar a una niña, eligieron entre muchas a Aimé, luego de escuchar su magnífica voz. Siempre y de muy pequeña soñaba con ser cantante y contaba con aptitudes para ello. Estudió música con profesores privados (guitarra, con Roberto Lara; canto, con Blanca Peralta y Nina Kabanciwa).

Aimé contaba siempre que no veía la hora y que esperaba con gran impaciencia las fiestas de Semana Santa y Corpus Christi, porque era la época de interpretar los Cantos gregorianos que las religiosas le enseñaban. De niña se dio cuenta que esos tonos y esos cantos eran muy parecidos al Taiel, tonada mapuche que una de las muchas abuelas paisanas (jamás conoció a sus propias abuelas de sangre), la abuela Domitila, interpretaba en Mapudungun (lengua Mapuche). Contaba en sus entrevistas que el Taiel era un canto despojado, tan libre y natural como religioso; era cantar la vida.

Cuando contaba con 29 años (1973) ingresó al Coro Polifónico Nacional y allí descubrió lo que verdaderamente significaba la música para ella. Fue, precisamente, durante un encuentro internacional de coros en Mar del Plata, donde cada país había preparado al menos una obra de música indígena o folclórica, menos el coro argentino. Allí sintió consternación y humillación de pertenecer a un país que niega sus raíces. Este acontecimiento la llevó al sur a impregnarse de la espiritualidad de sus mayores y descubrió que la música mapuche era una verdadera atracción espiritual, que su música provenía de la experiencia de cantar en un universo de soledad en el que se encontraba su tierra natal.

Lo valioso de Aimé Paine es que fue la primera mujer mapuche en salir de gira como tal, con la vestimenta tradicional, y la primera en cantar en mapuche y en explicar esa cultura.

Adaptó sus canciones mapuches con tintes regionalistas pero siempre utilizando el trompe, el kultrun, los cascahuillas, y mencionando el uso de la trutruca y del kull kull. Cada una de las letras de sus canciones cuentan una historia de los mapuches-tehuelches: «Palpé la libertad y la misión de lucha que entraña la libertad, saber de la cultura de su pueblo es saber de uno mismo», decía.

La letra de unas de sus canciones reza «Es hermoso cuando viene/el viento de la tierra cordillerana/viene el viento del Oeste/El viento del Sur/el viento del Este/el viento del Norte/¡A su paso va pegando (contra los montes) el pasto!/piedras amontonadas».

Hoy, bibliotecas, escuelas, complejos, coros y calles de la Provincia de Río Negro y una de las calles de Puerto Madero, en Buenos Aires, homenajean a esta mujer que llevó la cultura mapuche a ser conocida por el mundo. También una imagen suya integra el Salón de la Mujer en la Casa Rosada (sede de la Presidencia de la Nación Argentina). El DJ y productor argentino Facundo Mohrr compuso el tema Aimé Paine, en homenaje a esta artista; tema que a su vez fue remixado por su compatriota Gerardo Boscarino.

Se encuentra enterrada en su ciudad natal, junto a la tumba de su padre, Don Segundo Paine, fallecido luego que su hija, quien encontrara la muerte tempranamente.