Un argentino en Brasil

BAEPENDI: EL NAVÍO HUNDIDO POR UN SUBMARINO ALEMÁN – Por Alberto Curia, especial para DiariodeCultura.com.ar.

El barco había dejado el puerto de Salvador, Bahía, a las 7 de la mañana rumbo al norte. Desde Río de Janeiro hasta allí, el mar había estado calmo, pero en este trayecto se presentaba picado, con fuertes olas, espumoso y el viejo navío se arrastraba lento balanceándose como a desgano.

El ¨Baependi¨ fue un buque brasileño de carga y pasajeros, hundido en la noche del 15 de agosto de 1942, por un submarino alemán U-507, en el litoral del estado de Sergipe. Fue –hasta entonces- la mayor tragedia brasileña en la Segunda Guerra Mundial, con 270 muertos, solamente superada 3 años después, cuando fue torpedeado el ¨Cruzador Bahía¨ y murieron 340 hombres, en 1945.

Desarmado, sin luces, navegaba las aguas del litoral nordestino a una velocidad que no superaba los 9 nudos -unos 16 km-, en un lugar donde la profundidad era de 40 metros.

Aproximadamente a 37 km del estado de Sergipe, fue avistado por el U-507 alemán.

Los pasajeros habían terminado de cenar y festejaban el aniversario del Primer Comisario. La orquesta tocaba en el salón y su capitán Joao Soares da Silva participaba de la fiesta. A las 19,12hs. (00,12 del día 16 por el huso horario de Europa Central), el primer torpedo acertó de lleno en el vapor. Con la explosión se apagaron las pocas luces encendidas y comenzó el pánico.

Fueron 300 kg de explosivos, suficientes para hundir a un navío de guerra, que alcanzaron la sala de las calderas. Un segundo proyectil dió en los tanques de combustible. Simultáneamente al estampido, hubo una explosión que hizo destapar la escotilla de la sala número 2, por donde comenzaron a salir llamaradas de fuego que subían hasta la parte superior. El barco se incendió de inmediato.

El operador de radio, no hizo tiempo para enviar un mensaje de socorro. Tampoco pudieron lanzar los botes salvavidas al agua, solamente uno de ellos cayó de manera espontánea.

La embarcación tardó pocos minutos en hundirse, según el testimonio del oficial de artillería Lauro Moutinho dos Reis, sobreviviente del naufragio.

La densa cortina de humo y el olor a pólvora quemada hicieron más tétrico el hundimiento del barco. El mar bravío en pocos minutos quedó lleno de destrozos que parecían fuegos artificiales al caer. El oficial Moutinho que milagrosamente consiguió volver a la superficie, observó en medio de la tragedia, como el submarino alemán enviaba reflejos de luz para observar los destrozos generados por su accionar.

Los náufragos, inútilmente clamaban por socorro. Eran señoras, chicos y hombres que se ahogaban. «Cerca de mí –recuerda el militar- los más resistentes consiguieron nadar hasta los destrozos que flotaban cerca, se aferraron con firmeza e intentaron que las fuertes olas no se los arrancasen de sus manos». Dentro de este grupo, estaba el médico Viterbo de Oliveira que, luego de deambular pegado a un madero, fue alcanzado por un bote salvavidas.

La repercusión mundial fue inmediata debido a que, la mayoría de muertos eran niños y mujeres, pero -igualmente- en los días siguientes otros cinco navíos fueron hundidos de manera similar.

El agresor: el U-507, se encontraba desde el inicio de agosto en aguas territoriales brasileñas, pronto para el ataque. Había salido del astillero de Hamburgo, en septiembre de 1940 y ya había hundido 10 barcos aliados en el Atlántico Norte, entre los que se encontraba un petrolero norteamericano de más de 10 mil toneladas.

El U-507 era un submarino de 76 metros, movido por una combinación de motores diésel y eléctricos. Estos últimos podían usarse debajo del agua debido a que no quitaban aire como los motores a combustión. Su armamento estaba compuesto por 22 torpedos y 44 minas.

La noche era nublada, sin estrellas. La situación de los sobrevivientes, mal acomodados en el único bote salvavidas, era extremadamente grave, el frio era intenso, tenían sed, náuseas y estaban heridos. Para colmo, el mar estaba muy agitado.

Una ola fuerte dio de lleno y la barcaza salvavidas comenzó a zozobrar. Sin referencias, perdidos en el medio de la noche, esos 27 hombres y una mujer, alcanzaron tierra firme al alba del día 16, en una playa desértica en el litoral de Sergipe. Allí los pobladores de Canoas los recibieron con frialdad y desinterés por el estado andrajoso y casi desnudos de muchos de ellos. Luego de recibir alimentos y ropas usadas, llegaron a Estancia, población donde habían recalado otros 8 sobrevivientes.

La noticia ocasionó gran revuelo entre los brasileños; estudiantes, sindicalistas, operarios y todos los sectores de la sociedad marcharon por las calles de las principales ciudades en reclamo de venganza contra los alemanes, italianos y japoneses.

El 22 de agosto, después de una reunión ministerial, Brasil dejaba la neutralidad y declaraba ¨Estado de Beligerancia¨ a la Alemania Nazi y a la Italia fascista, según el decreto ley 10.508.

 

[email protected]