Un argentino en Brasil

Mirá la galería de imágenes. UN CASTILLO MEDIEVAL EN RIO DE JANEIRO – Por Alberto Curia, especial para DiariodeCultura.com.ar.

Vivir en un castillo es la fantasía de muchos seres humanos; pero sentirse un rey, una princesa o pertenecer a la nobleza, no es muy común en esta parte del planeta.

Sin embardo, en la tradicional región serrana de Petrópolis, en Rio de Janeiro, está emplazado el ”Castelo Barão de Itaipava”, construido en la primera mitad del siglo XX, entre 1922 y 1927. Su propietario fue el aristócrata anglo-brasileño Rodolfo Smith de Vasconcellos, el segundo barón de Vasconcellos.

Esta construcción es una típica reproducción de un castillo europeo y fue proyectada por el arquitecto Fernando Valentim. La obra fue realizada por 20 familias que habían llegado del viejo mundo y materiales traidos desde ese continente. Desde Portugal vinieron los bloques de piedra que luego fueron tallados por artesanos lusos; de Francia llegó el techo de ardosia -una piedra de arcilla prensada-; de Italia se trajeron los mármoles de Carrara –que componen los pisos de varios salones, entre ellos el del famoso salón do Zodiaco-; las puertas y ventanas están hechas en Jacarandá, con herrajes ingleses; las vitrinas son austriacas y en cada puerta de los cuartos de sus hijos están los nombres grabados en oro.

Son 42 habitaciones distribuidas en diez y nueve aposentos, siete baños, diversos salones, bibliotecas, sala de música, un amplio hall, dos torres, varias terrazas, dependencias para huéspedes, ala de servicios y galerías que abrigan infinitas historias sobre las intimidades de los Smith de Vasconcellos en Brasil.

El hall de entrada y las escaleras junto con el techo de jacarandá, están totalmente tallados, las vitrinas contienen armas de la familia, las bibliotecas tienen sus estantes esculpidos en relieve, hay libros de distintos orígenes y un jardín que rodea la mansión.

Este castillo de estilo medieval es único en América del Sur y todavía mantiene una torre que es copia del Baptisterio de la Catedral de San Pedro. Era tal la excentricidad del Barón, que encargó a la fábrica inglesa Rolls Royce una limusina con once lugares, para acomodar a sus siete hijos, la Baronesa Ana Tereza Siciliano –hija del Conde Alessandro Siciliano-, la baby-sitter y el chofer. Este automóvil tan especial también tenía grabado en oro en sus puertas el blasón de armas de la familia.

El Barón de Vasconcellos, era médico, pero no ejerció la profesión para dedicarse a los negocios de la familia, que había llegado a Brasil con Don Joao VI y, tiempo después, invirtieron el dinero en la industria.

En un viaje para conocer los castillos de sus antepasados, el Barón llevó consigo a un joven amigo de la familia que había ingresado en la facultad de arquitectura. Su nombre era Lucio Costa, quien no se hizo cargo del proyecto pero dio varias ideas. El palacio fue edificado sobre un terreno de 370 hectáreas.

Los herederos del Barón Smith de Vasconcellos, decidieron abrir las puertas de la mansión, después de realizar una subasta en 1993, con todos los objetos que pertenecían al empresario. De la antigua decoración, solamente restan cuadros familiares y lo recaudado en la venta ayudó a los familiares a pagar los costos de mantenimiento del castillo.

 

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