Un argentino en Brasil: “Santísimo Sacramento”

NAUFRAGIO EN LA BAHÍA DE TODOS LOS SANTOS – Por Alberto Curia, especial para DiariodeCultura.com.ar.

Existen muchos mitos y demasiadas leyendas a la hora de emitir opiniones referentes a los naufragios en las amplias costas de Brasil. En este caso nos referiremos al navío de guerra portugués, que había partido de Lisboa, en febrero de 1668, bajo el comando general del Capitán Francisco Correia da Silva, quien venía a tomar poseción de Virrey en Salvador.

El barco traía gran cantidad de estaño y cobre en sus bodegas, entre otras varias mercaderías de sumo valor para la época. Este buque escudaba a otras 50 embarcaciones pertenecientes a la Compañía General de Comercio de Brasil.

Si bien no hay precisión acerca de la cantidad de tripulantes, los números varían entre 600 y 800 hombres repartidos entre marineros, soldados y pasajeros, entre los que predominaban comerciantes y religiosos.

El 5 de mayo, después de un viaje sin incidentes, el “Sacramento” llegó al Puerto de Salvador, Bahía, acompañado de mal tiempo producto de fuerte viento del sur, que le impedía la entrada de la flota a la zona de la barra, lo que llevó a la embarcación a chocar contra el banco de arena Santo Antonio, en plena Bahía de Todos los Santos, sumergido a cinco metros de la superficie.

A pesar de los insistentes pedidos de socorro, mediante el disparo de sus piezas de artillería, el navío permaneció por algunas horas a la deriva, hasta su naufragio casi a medianoche.

Al ser informado del accidente, el gobernador de la Capitanía de la Bahía. Alexandre de Sousa Freire, acudió en auxilio con todos los recursos y personas disponibles, pero el mal tiempo reinante y la distancia del naufragio, impidieron un salvataje rápido, ya que llegaron en la madrugada siguiente: De la centena de pasajeros, se salvaron solamente 70.

En el año 1973, los restos del desastre del “Santísimo Sacramento” fueron localizados por hombres que buceaban, simples pescadores, que realizaron el hallazgo debido a que sus redes se enredaban en el fondo del mar. Al comunicar el descubrimiento, informaron que el barco estaba aproximadamente a 30 metros de profundidad.

Luego de una sucesión de incursiones no autorizadas al fondo del océano para recuperar piezas del buque, la policía rescató seis cañones de bronce que fueron transportados ilegalmente a San Pablo.

Posterior a esto, las autoridades decidieron enviar a un arqueólogo y un grupo de buzos tácticos a recoger gran parte de los vestigios de la embarcación. Allí, hallaron 36 cañones de hierro y otros de bronce, fabricados entre los años 1509 y 1653, cinco anclas y diversas piezas de cerámica. Acompañaban a estos restos, gran cantidad de monedas portuguesas de bronce y plata, 5 compases de metal –utilizados para cartografiar mapas–, varias imágenes sacras en plomo y terracota, una cantidad importante de balas y muchas jarras de barro.

 

Este accidente tuvo gran repercusión en el Brasil del siglo XVII por su magnitud, no solo por la cantidad de vidas perdidas, sino también por el perjuicio económico y máxime que se comprobó la impericia del capitán de la embarcación en el siniestro.

El galeón había sido construido en 1650 en la ciudad de Porto, para enfrentar grandes desafíos en viajes oceánicos y proyectar el poder militar portugués. El accidente fue considerado de los más importantes de la época colonial brasileña.

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