Un argentino en Brasil: coco verde

EL SUERO NATURAL – Por Alberto Curia, especial para DiariodeCultura.com.ar.

Unos dicen que es oriundo de la India, otros afirman que proviene de islas del Pacífico o de África y, muchos, que existe desde la época precolombina en América Central, pero lo cierto que ninguna de las teorías pudo comprobarse.

Lo cierto es que en Brasil, más precisamente a la Bahía, el “Coco Nucífera”, llegó en 1553, a bordo de embarcaciones portuguesas, que venían de las islas de Cabo Verde. Y desde allí, del recóncavo bahiano, se expandió a toda la costa brasileña, probablemente llevado por las corrientes marinas o por simple obra de la naturaleza.

En la actualidad, en todo el bello litoral del país, especialmente en la región nordeste, se aprecian diferentes paisajes cubiertos por coquerales; muchos de ellos son grandes plantaciones explotadas comercialmente.

Poco más de 50 años después de su introducción en el país, las grandes palmeras eran cultivadas en grandes cantidades, porque los indígenas que habitaban las áreas productivas, no habían descubierto todo el potencial del coco, ya que solamente aprovechaban el agua y la pulpa.

Con la llegada de los esclavos africanos -especialmente los naturales de Mozambique-, se comenzó a utilizar la leche de coco en la alimentación, lo que originó en parte la identidad de la culinaria bahiana.

En casi todas las playas de Brasil, se consume el agua de coco verde, llamado también –por su propiedades-, el suero natural. Los kioscos lo ofrecen y también los vendedores ambulantes que, munidos de un machete para tirar la tapa del fruto en su parte superior, hacen una incisión para colocar la bombillita plástica y degustar el agua dulce y refrescante bien helada.

Antes de alcanzar una perfecta maduración y cuando todavía el coco de la bahía contiene el líquido de color casi transparente, bien dulce, posee sus propiedades terapéuticas como suero hidratador y es muy utilizado para darle a los niños en los calurosos días del Brasil.

Con la maduración, el coco disminuye su cantidad de agua y aumenta en espesura la consistencia de la pulpa. De esa masa blanca, es de donde se extrae la leche y el aceite de coco y de allí se producen jabones, velas, margarina, etc. De la cobertura de esa parte carnosa se saca la fibra con la que se fabrican tapetes, esteras, redes y se le da otros usos.

El llamado coco enano fue introducido en Brasil, en 1925, desde Malasia. Esta variedad no supera los 10 metros de altura, lo que facilita su recolección. Es más precoz que la variedad gigante e inicia su fructificación en el segundo año -por eso es el más utilizado en la producción-, con aproximadamente 200 unidades anuales por planta, y vive tan solo 20 años contra 100 del gigante, que también tarda mucho tiempo más en dar frutos.

Hoy las plantas de coco están dispersas en más de 80 países, en todo el mundo. Se destacan en Indonesia, África, América del Sur y Central (en el Caribe) y son de gran importancia en la vida económica de estas poblaciones.

El llamado coquero gigante o común, es una planta longeva, en algunas regiones puede llegar a vivir 150 años y alcanzar los 35 mts de altura. Esta variedad es común en todo el nordeste brasileño, región responsable por el 85% de la producción nacional.

Además de la Bahía –el mayor productor de coco de Brasil-, se destacan en el país los estados de Pará, Ceará, Espíritu Santo y Pernambuco. Brasil es uno de los máximos exportadores de este producto en el mundo.

 

 

El coco vive en la playa, cerca del mar, de cara al sol. Debe ser bebido y saboreado bien helado. Es nutritivo, hidratante y, por sobre todas las cosas, da placer degustarlo a la orilla del mar, luego de una intensa jornada playera.

Puesta del sol, buena reposera y un coco helado para culminar el día frente al mar…

 

[email protected]