Un argentino en París: Concino Concini, favorito de María de Médicis

El poder del orgullo, por Jorge Forbes, desde Francia, especial para DiariodeCultura.com.ar.

En 1617, uno de los hombres más poderosos de Francia fue un italiano, Concino Concini, favorito de la reina Maria de Médicis, viuda desde la muerte de Henri IV. El nuevo rey, mayor de edad desde hacía tres años estaba celoso.

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  • Henri IV

Una mañana de abril, el cortesano cayó en una trampa.

El 24 de abril de 1617, Concino Concini, mariscal de Francia, marqués de Ancre, barón de Lesigny y conde de Penna, estaba de muy buen humor. Acompañado por un séquito reducido; unos 10 guardias y de su fiel servidor, Giacomo, atravesó silbando las calles de París y se dirigió al palacio del Louvre. Se negó a llevar una escolta más importante ya que se sentía invisible.

Todo el mundo le temía ya que era el favorito de la reina Maria de Médici y poseía un ejército compuesto de 7.000 soldados. La armada personal más grande e importante del reino.

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  • María de Medici

De la única cosa de la que se podía tener miedo era de esos charcos de fango que se formaban cuando llovía durante la noche.

Se debían evitar para no ensuciar las galochas y no llegar con los zapatos llenos de barro ante la soberana.

En ese instante una carroza tirada por un par de caballos pasó a gran velocidad y salpicó a un hortelano que estaba justo delante de ellos.

«Cambiemos de camino, le dijo Giacomo, temo que su vestimenta pueda ser arruinada». Con una barbichuela triunfante Concino acababa de dejar el suntuoso hotel de Bourbon en el cual estaba hospedado. Llevaba un ramo de flores en una mano y en la otra un documento para pedirle a Maria de Médicis un nuevo y múltiple favor.

Cada día duplicaba su elegancia para visitar a quien hizo de él, el hombre más poderoso del reino. Vestido esta vez con un jubón (1) negro bordado con oro, calzas de terciopelo gris oscuras y un sobretodo igualmente de terciopelo, pero negro, no descuidaba ningún detalle para seducirla. Esta «puesta en escena» era el secreto de su longevidad ante esa triste soberana, sin charme, dejada de lado por su real marido, Henri IV, y del cual había enviudado hacía 7 años.

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Era, igualmente, una manera de avivar el fuego de los celos de los nobles y de suscitar los rumores sobre su proximidad con la reina; ambigüedad que adoraba poder jugar.

Eran apenas las 10 de la mañana cuando recorría el paredón del Louvre, del lado de la iglesia Saint-Germain-l’Auxerrois. No lograba disimular una pequeña sonrisa de satisfacción. Esta vez le quería pediría a la reina un título digno de su rango para su hijo Henri, de apenas 14 años.

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  • Iglesia Saint-Germain-l’Auxerrois

Y Maria de Médicis no le negaba nada. «Cuando pienso que mi padre era apenas el secretario del duque de Toscana y que hoy yo soy el favorito de la reina, y con el título de Primer ministro del reino, el más poderoso de Occidente…», pensaba en voz alta.

Giacomo estaba acostumbrado a esas exclamaciones que no tenían una respuesta particular. Pero esta vez no podía dejar de murmurar: «A lo mejor sería tiempo de gozar de vuestra fortuna y tener cuidado de vuestros enemigos».

Concini se reía a carcajadas. «Mi caro Giacomo sabes que ante todo soy curioso: quiero saber hasta donde la fortuna puede llevar a un hombre!». Giacomo no contesta.

Desde hacía un tiempo sentía planear una amenaza contra su amo.

Hace ya más de 7 años que Concini se aprovechaba de la debilidad de la reina para poder reinar, él, en la Corte. Su ascenso estaba íntimamente ligado al destino de Maria de Médicis, nombrada regente al día siguiente de su coronación luego del asesinato de su esposo Henri IV.

La muerte del rey, que odiaba a Concino y a su esposa Leonora, había dejado el campo libre. Acaso el monarca no había dicho: «Les encuentro cosas muy por encima de sus condiciones y contrarias a sus deberes».

La reina necesitaba un hombro donde apoyarse y él era un hombre providencial, italiano como ella. Había tenido la inteligencia de casarse con su hermana de leche, Leonora Dori, de sobrenombre la Galigai, un tanto bruja, se había convertido en su confidente y amiga.

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  • Leonora Dori

Sin embargo el nuevo rey, Louis XIII, que había accedido al trono en su mayoría de edad en 1614, no cesaba de querer deshacerse del que controlaba todas las escalas del poder y que en su presencia conservaba su sombrero como un desafío a su autoridad.

A los 16 años Louis estaba impaciente de gobernar solo, sin que ni su madre ni su entorno se mezclasen. «Pienso que la suerte se detiene cuando el hombre, o la mujer, más poderosos del reino lo deciden», prosiguió Giacomo con un solemne tono. «El hombre con más poder en el reino soy yo», exclamó Concino. Ese joven Louis XIII jamás se atrevería a perjudicar a quien sostuvo Francia, sobre todo cuando él era apenas un niño».

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Cuando llegaba a las puertas del Louvre una silueta salió de manera imprevista de la oscuridad, rodeada de representantes de la nobleza.

Era el barón de Vitry, capitán de los guardias del rey que avanzaba preguntando: «donde está el Mariscal?».

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Reconoció inmediatamente al favorito de la reina por su rostro arrogante y orgulloso y los soldados lo rodearon y cerraron la puerta detrás de Concino impidiendo a sus escoltas venir a su encuentro.

«En nombre del rey lo arresto», le gritó Vitry. «Que pasa aquí», lo interpeló Concino Concini llevando de manera brusca su mano a la espada. En ese instante el barón sacó su pistola y le disparó cinco tiros, tres de los cuales le impactaron en el rostro y la garganta.

El herido cayó de rodillas, de espaldas al parapeto, mientras que los guardias la ultimaron con sus espadas.

El cuerpo sin vida de Concino Concini se desangró inexorablemente. De repente, una ventana del departamento real se abrió y un rostro joven apareció observando la escena y se regocijó del espectáculo.

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Louis XIII levantó la mano, como si saludara al cielo por su acción bienhechora. «Muchísimas gracias, gritó, gracias a ustedes, a partir de ahora soy el rey!». Pocos días después del asesinato de su marido, la Galigai sería enviada a la prisión de la Bastilla.

Contra ella se instruyó un proceso en el Parlamento de París y fue sometida a un intenso interrogatorio, así como a confrontaciones, pero a favor de una gracia especial, escapó a la tortura. Constatando la falta de cargos contra ella decidieron que sería «por brujería». Fue juzgada por haber practicado el exorcismo, la medicina judía y condenada a muerte por crimen de lesa majestad (2) .

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  • Parlamento de París

El 8 de julio de 1617 fue decapitada pero la multitud no la abucheo. Al contrario vio que esta mujer supo dar muestra de coraje en tanto que los jueces parecieron ensañarse contra ella. La opinión pública se había dado vuelta en su favor.

(1) Prenda de vestir ajustada que cubre el tronco del cuerpo, generalmente con faldones, sin mangas o con mangas fijas o de recambio; era una prenda básicamente masculina que se acolchaba con plumas de ave, algodón o capas de tejido y se llevaba con calzas.

(2) Se habla de un delito de orden público. Es decir que es un delito en contra de la seguridad nacional como delito político que desde el tiempo de los romanos se consideró una ofensa de crimen.

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*Jorge Forbes es un periodista argentino que reside en Francia y que desde 1982 es corresponsal en París para diferentes medios, tanto en la Argentina (Radio Continental), como de Estados Unidos (Voice of América), México (Radio Noticias) y Uruguay (Radio Sarandí).

Actualmente colabora con Diario de Cultura y con Arte y Colección y propone visitas en la capital francesa (privadas o en grupo, no mas de 4 personas) por lugares donde vivieron argentinos famosos y conocidos, así como sitios poco conocidos para turistas, incluso aguerridos en la materia. Se recomienda hacer el pedido por email a [email protected] o al teléfono celular en Francia: 00 336 0683 7915.

Se puede igualmente visitar su pagina web: www.jorgeforbes.com.ar