Un argentino en París: El apuñalamiento del Duque de Berry

Ocurrió en la Rue del Richelieu, en París, el 13 de febrero de 1820. Con este hecho, a la familia de los Borbones, una de las grandes dinastías francesas, le asestaron una cuchillada en el corazón – Por Jorge Forbes º, desde Francia, especial para DiariodeCultura.com.ar.

En la buhardilla parisiense que le sirve de departamento en un viejo edificio a punto de derrumbarse, un hombre afila la punta de una lezna. Ese útil puntiagudo, arcaico, heredado de la era paleolítica, es usado habitualmente para perforar el cuero utilizado en los arneses para mantener a los caballos atados a las carrozas.

Pero el 13 de febrero de 1820 servirá para otro objetivo. Atravesará el cuerpo mucho más recalcitrante que todas las bolsas de cuero jamás manipuladas: el del último nacido del linaje de los Borbones. Al clavar esa lezna en el pecho del duque de Berry, Louis-Pierre Louvel espera aniquilar la fuente de esa maldita familia que envenenaba al país desde el coronamiento de Henri IV, dos siglos antes.

Una raza que incluso la Revolución no logró exterminar y de la que la caída de Napoleón precipitó la Restauración. Esa noche, a la salida de la Opera, asestará un golpe fatal al sobrino de Louis XVIII, ese rey que sufre de gota en un pié, enfermo e impotente, el exacto reflejo de un régimen agonizante que pende de un hilo, incluso antes de haber vivido.

Luego de su padre, el conde de Artois, el duque de Berry encarna la juventud, una forma de renovación insoportable. A los 42 años, es el único en perpetuar el linaje y tiene que hacer rápido ya que el duque no tiene hijos.

La cara redonda, el ceño marcado, ya casi calvo, Louis-Pierre Louvel levanta su lezna para observar la punta y el filo, gesto tantas veces repetido en su taller de talabartería. Un ruido suena y el obrero que trabaja los cueros arqueados de los zapatos y botas, Jacques Manet, abre la puerta y lo mira y le dice: «Todavia sueñas con la gloria y la venganza?. Decididamente ese Bonaparte te ha trastornado. Pero no te hagas muchas ilusiones, los Borbones estarán allí por bastantes años más. Y nuestro turno ya pasó!».

A LOUVEL SOLO LE QUEDA UN DIOS: BONAPARTE

Son casi las 7 de la tarde. Los últimos rayos de sol iluminan los muros de ese reducto de ocho metros cuadrados en el último piso del edificio. Es el único lujo del lugar: la luz exterior aclara la habitación hasta el fin del día. Los diálogos entre los dos hombres se parecen mas a sueños irrealizables: «Bonaparte es, en realidad o en deseos, el único que hubiera podido salvarnos de esa derrota humillante de parte de ejércitos extranjeros y que no regresaran esos traidores», afirma Louvel que no cesa de lamentarse.

Louis-Pierre es un pobre obrero de 37 años que su novia viene de abandonar por un comerciante más rico. Ya no tiene nada que perder, sus sueños lo abandonaron. Sólo le quedaba Bonaparte con un retrato que colgó, enmarcado, cerca de su cama. Jacques mira hacia el cuadro y dice «Y crees que puedes hacerlo regresar por segunda vez?». Louis-Pierre Louvel no contesta. Luego de haberlo seguido hasta la isla de Elba no pudo acompañar a Napoleón a su último retiro que duró solo 100 días. El exilio forzado a Santa Helena, hace cinco años, destruyó todas las esperanzas del obrero

La campana de la iglesia Saint-Germain l’Auxerrois, cuyos muros son medianeros con los suyos, se hace escuchar. Un ruido que suena como un llamado al orden, como un clarín, ya que después del regreso de la monarquía, no cesan de llorar a la aristocracia diezmada por la Revolución y, además, hacer desterrar a los favorables al reinado fuera de Francia. A los del interior les piden hacer procesiones en memoria de los miembros de la familia real afectados por el Terror.

Louis-Pierre envuelve la lezna en su bufanda y la desliza en su chaqueta. Antes de salir hecha un último vistazo al retrato de su Dios. Para darse un poco más de coraje le dice a Jacques: «no me esperes a cenar esta noche, volveré tarde».

Al salir, atraviesa las calles hasta le Ópera, donde tendrá la mejor oportunidad de encontrarse con el duque de Berry. Aprovechará la agitación que reina alrededor del lugar para lograr su cometido.

Se instala en una taberna de la rue de Richelieu. Percibe la silueta del duque que se dirige a una carroza escoltado por la duquesa de Berry, cuya palidez la parece premonitoria. Es el entreacto. La joven mujer le parece más bella que en sus recuerdos, lo que lo perturba un tanto ya que le recuerda a su antigua novia.

El hombre que está frente a ella es encantador. ¿Qué puede tener en contra de semejante individuo elegante, distinguido y de apariencia tan juvenil?. Durante un instante vacila. Tantea su lezna tan familiar. No tiene que retroceder. Es el momento soñado, un signo del destino.

De repente, se precipita sobre el joven duque, agitando su arma y antes de que su victima pueda darse vuelta perfora su vestimenta y hunde su arma en su pecho. Un grito desgarra el cielo. La duquesa se desmaya cerca de la carroza, mientras el duque mira fijamente a su agresor, con un aire azorado y le pregunta: «¿Por qué ese golpe con el puño, señor?». Se lo dice casi de manera amistosa, tendiendo su mano hacia el brazo agresor.

Horrorizado, Louis-Pierre Louvel huye por una callejuela. Conducido al palco de Louis XVIII, el duque agoniza sobre los sillones y tiene entre las suyas la mano del rey. Antes de morir, deja escapar unas palabras: «Tío no se inquiete, Marie-Caroline está embarazada, mi hijo nacerá dentro de unos meses. Que indulten a ese pobre diablo!».

A las 6:30 de la mañana el duque de Berry muere y su deseo no sera concedido. Louis-Pierre Louvel será guillotinado el 7 de junio de ese mismo año, 1820, en la place de Grève.

Unos meses más tarde, el 29 de setiembre, la duquesa de Berry dará a luz un hijo póstumo, que el poeta Lamartine llamará «el Niño del Milagro». Será el conde de Chambord, el último de los Borbones. Fue con él que el linaje directo se apagó, con lo que el sueño de Louvel se cumplió una generación más tarde.

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°Jorge Forbes es un periodista argentino que reside en Francia y que desde 1982 es corresponsal en Paris para diferentes medios, tanto en la Argentina (Radio Continental), como de Estados Unidos (Voice of América), México (Radio Noticias) y Uruguay (Radio Sarandi).
Actualmente colabora con Diario de Cultura y con Arte y Coleccion y propone visitas en la capital francesa (privadas o en grupo, no mas de 4 personas) por lugares donde vivieron argentinos famosos y conocidos, asi como sitios poco conocidos para turistas, incluso aguerridos en la materia. Se recomienda hacer el pedido por mail a [email protected] o al teléfono celular en Francia: 0033606837915.
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