Un argentino en París: Expedición La Pérouse -Tercera parte

Un cambio de rumbo arriesgado hacia el noroeste de América con grandes pérdidas humanas en Alaska – Por Jorge Forbes, Especial para Diariodecultura.com.ar.

En momentos en que todo iba sobre ruedas, en el inicio de los primeros meses de navegación, el horizonte se oscurece para el comandante La Pérouse. Luego de 5 meses en el océano Atlántico,  a comienzos de 1786, la expedición, dirigida por Jean-François La Pérouse, pasó por el Cabo de Hornos metiéndose por el Estrecho de Drake. Las dos fragatas -L’Astrolabe y La Boussole-, dirigidas por el navegante, no se perdieron nunca de vista en esos mares llenos de rocas y barridos por vientos helados.

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Luego de haber franqueado el promontorio que vigila el extremo sur del continente americano, descubierto por un navegante holandés, nacido en Hoorn a comienzos del siglo XII, las dos naves hicieron una larga escala en Chile. Ya era el tiempo de abastecerse de agua potable, alimentos y encontrarse con las poblaciones locales.

Cuando La Pérouse se volvió a embarcar no escondía su alegría y su orgullo mientras le hablaba a Robert Sutton, su segundo a bordo en La Boussole : «Te das cuenta? Ningún hombre enfermó desde nuestra partida desde Brest, nada deplorará nuestro viaje. Aparte de algunos casos de sífilis, nuestro cirujano, el pobre Simon Lavo no tuvo de que ocuparse. Es una hazaña. El rey me felicitará». Con la peluca, perfectamente colocada, Sutton no pudo contenerse de expresar su inquietud. «La expedición estaba un poco atrasada en relación con lo programado, y la disciplina de los hombres dejaba bastante que desear».

La Pérouse no reaccionaba. El orden y la disciplina no eran su especialidad. ¿Qué representaba la obediencia a las reglas ante la inmensidad del cielo y del mar alrededor de ellos?. El océano se extendía al infinito; misterioso y claro a la vez, peligroso y enigmático. El navegante finalmente terminó con su silencio: «Solo permaneceremos algunas horas en la Isla de Pascua!». Contrariamente con las instrucciones del rey no quería demorarse en ese pequeño islote situado a 3.700 km de las costas chilenas, descubierto por los holandeses en 1722, un día de Pascuas.

A bordo es la consternación

Tenía un objetivo escondido del que no hablo con sus hombres;  ni siquiera con Paul Antoine Marie Fleuriot, su amigo y adjunto, al mando de L’Astrolabe: esperaba en secreto encontrar el paso del noroeste que le permitiría unir el océano Pacífico con el Atlántico, y poder entrar, definitivamente, en la historia de la navegación.

Luego de dejar atrás la Isla de Pascua en abril de 1786, La Pérouse no se dirigió, tal como lo había anunciado hacia las Islas de la Sociedad, de las cuales forma parte Tahití, se dirigió al noroeste de América. A bordo, la consternación. «¿Porque cambiamos de ruta?», se inquietó Fleuriot, que ya tenía un gran trabajo tratando de calmar a los científicos, que estaban furiosos de no haber podido explorar más esa isla con las estatuas gigantescas, y en donde la población local vivía medio desnuda, y se los veía muy amables y acogedores.

Resultado de imagen para La PérouseMuchos de esos científicos esperaban esa escala para llevar a cabo sus trabajos. Por ejemplo, Barthélemy de Lesseps, joven y brillante viceconsul de Francia en Cronstadt, en Rusia, embarcado en L’Astrolabe como interprete, criticó abiertamente la decisión de La Pérouse. «Atrasa nuestra escala en Rusia sin contar que ese cambio de rumbo nos haría renunciar a establecer un negocio de pieles en California». A su lado Paul Monneron, ingeniero en jefe de la expedición y Jean Nicolas Collignon, botanista, se burlaban.

«Parece ser que la reina, Marie-Antoinette, esperaba una entrega para este invierno. Pero parece que preferiría ir a juntarse sobre la tumba de su héroe en Hawai!. Es en efecto en el archipiélago del Pacifico en el que el aventurero británico James Cook murió, devorado a medias por los insulares en 1779.

Ante la extrañeza general, y luego de aprovisionarse de agua potable y haber hecho una rápida ceremonia en memoria de Cook, el comandante siguió su ruta hacia Alaska… sin haber tomado posesión de Hawai.

En La Boussole, Charles Gabriel Morel d’Escures, teniente de navío, se quejaba en voz alta. «¿Cómo no tomó posesión de la isla? sobre todo porque tenía sándalo, madera muy apreciada por los chinos para fabricar incienso. Los ingleses no dudarían en plantar su bandera».

Semanas más tarde los dos navíos llegaban a las zonas frías del Pacífico norte y a un poblado bautizado Port-aux-Français. Muy rápido los indígenas bogando en piraguas llegaron a las fragatas para conocer a sus ocupantes y comercializar con ellos.

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La tripulación instaló algunas carpas. Agua y madera fueron embarcados en las fragatas. Luego de algunas semanas de fondeo tuvieron que partir. La Pérouse decidió enviar dos barcazas para sondear la bahía antes de levar anclas.

D’Escures estaba decidido a llevar adelante esa ultima expedición. «A los 35 años ya no soy un niño. Ya estuve al mando de barcos de guerra!». Inquieto de verlo tan arrogante, La Pérouse, le entregó las instrucciones por escrito con la prohibición de acercarse a las corrientes que venían de la costa, y que sabía eran peligrosas. La chalupa que dirigía d’Escures se vio envuelta en un mar de fondo, y naufragó. La segunda que iba en su auxilio, se estrelló contra las rocas.

En unos minutos, el 13 de julio de 1786, 21 marinos murieron; entre ellos dos hermanos, hijos de un banquero de la corte real. Consternado, La Pérouse, hizo erigir un pequeño monumento en honor de los muertos. Al pié de este enterró una botella con un mensaje en el que contaba el naufragio así como los nombres de los que murieron. Tras haber esperado varios días, el hipotético regreso de los sobrevivientes a las fragatas, el 30 de julio zarparon, nuevamente, con mucho atraso en relación con lo previsto.

La Pérouse volvió a cambiar el itinerario para llegar a Manila a inicios de 1787 y así poder dedicar el verano siguiente al descubrimiento de la región que se extiendía desde el Japón a Kamchatka. Frente a ese nuevo cambio de rumbo la inquietud de Fleuriot aumentó. Por pura superstición el navegante no quiso alejarse de la ruta fijada de antemano en tierra, como si ello permitiera a los elementos ponerse por encima de los proyectos de los hombres.

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°Jorge Forbes es un periodista argentino que reside en Francia y que desde 1982 es corresponsal en París para diferentes medios, tanto en la Argentina (Radio Continental), como de Estados Unidos (Voice of América), México (Radio Noticias) y Uruguay (Radio Sarandí).
Actualmente colabora con Diario de Cultura y con Arte y Colección y propone visitas en la capital francesa (privadas o en grupo, no mas de 4 personas) por lugares donde vivieron argentinos famosos y conocidos, asi como sitios poco conocidos para turistas, incluso aguerridos en la materia. Se recomienda hacer el pedido por email a [email protected] o al teléfono celular en Francia: 0033606837915.
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