Un argentino en París: Nicolas Fouquet

Fastos nefastos para el responsable de las finanzas del reino de Francia, mientras realizaba una suntuosa fiesta en honor de Louis XIV – Por Jorge Forbes º, especial para DiariodeCultura.com.ar

El 17 de agosto de 1661, el superintendente de Finanzas del reino de Francia se aprestó a dar una majestuosa fiesta en su château de Veaux-le-Vicompte, con un invitado de honor: Louis XIV. Pero los rumores de que Fouquet cayó en desgracia, tomaron una amplitud inconmensurable.

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Ese día Nicolas Fouquet no estaba en su mejor momento pero, a pesar de ello, su château de Veaux-le-Vicompte nunca estuvo tan bien arreglado. Una fiesta se daría esa noche. Algo jamás realizado en el Reino. Louis XIV, joven monarca de 22 años, que acababa de asumir los plenos poderes y el control del gobierno desde la muerte del cardenal Mazarino seis meses antes, le confirmó su asistencia. Fouquet exigió a su entorno que nada sea dejado al azar. Pasaba de una habitación a la otra casi sin tocar el piso.

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Las ventanas de las grandes salas estaban aparatosamente abiertas de par en par, y daban al parque en donde se desplegaban los primeros jardines a la francesa diseñados por Andre Le Notre.

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El aire caliente de esa mañana de verano, se esparcía entre las salas en las cuales se destacaban ciertos frescos del pintor Charles Le Brun, magnificados por objetos imaginados por el arquitecto Louis Le Vau. La vajilla relucía; los vasos y platos, de fina porcelana, desafiaban las leyes de la fragilidad y «volaban», prácticamente, en los manteles bordados con hilos de oro. A los 46 años el Superintendente de Finanzas era un rey sin corona, en la cumbre de su éxito y sus triunfos.

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Nació en una rica familia de comerciantes, logró hacerse ennoblecer al comprar el cargo de Gran Tesorero Mayor, antes de hacer prosperar su fortuna gracias a su inteligencia y a su sentido de las relaciones: por ejemplo, jamás se negó a prestarle dinero al Rey; esa siempre fue su divisa.

Incluso, si tenia que adelantar fondos personales, hipotecar sus bienes o hacer un llamado a un consorcio de prestamistas. ¿El secreto de su poder?. Subvenir y satisfacer las necesidades cotidianas del Estado, el cual vivió a crédito desde 1635. A pesar de sus éxitos, su espíritu continuó propiciando nuevos proyectos. Acababa de comprar Belle-Ile, a la cual le renovó sus murallas para hacer de ella el más bello puerto de Europa y desarrollar el comercio con las islas de Martinica y Santa Lucia, de las cuales fue propietario.

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-«¿Pusieron suficientes frutas alrededor de los platos?», le preguntó a su mayordomo al pasar por la gran galería. Tiene que haber suficientes para que el rey pueda servirse tantas veces como lo desee».

«COLBERT SE LA TIENE JURADA, ¡CUIDADO!»

En los jardines, Fouquet sigue la inspección como si fuera el comandante en jefe de un ejército a punto de lanzarse a una batalla decisiva; la de su propia gloria. Su dominio sobre el espíritu del rey estaba, en los últimos tiempos, un tanto ensombrecido por las malas lenguas de Jean Baptiste Colbert, el Intendente de Finanzas, el cual lo acusaba de malversaciones y desvíos de dinero. Al llegar cerca de los estanques, donde reinaba el excesivo calor, frunció el ceño: «¿Está seguro de que los chorros de agua brotarán de los estanques y fuentes al paso de las carrozas?». A su lado, el mayordomo afirmaba con la cabeza, casi sometido y contrariado.

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Los celosos decían que su amo había tenido la mala idea de construir un palacio mucho más bello que Saint Germain-en-Laye y Fontainebleau, las únicas dos casas de recreo habitadas por el rey. – «Señor, no será acaso un poco… demasiado?». Nicolas Fouquet lo miró, sinceramente, extrañado: -«Porqué no hacer aprovechar a mis amigos de lo mejor que tengo? y, además, este château y estos jardines me costaron mas de 18 millones, y quiero que al menos me aporten la estima del rey».

Los rumores sobre su desgracia se hacen cada vez más persistentes. El Superintendente esperaba que esta fiesta terminará por seducir a Louis XIV, el cual todavía no había nombrado a su Primer Ministro desde la muerte de Mazarino.

-«De acuerdo, indicó el mayordomo, pero tenga mucho cuidado de esa araña, llamada Colbert, que juró hacerle mucho daño…»; y se interrumpió para que su amo no se enoje. Desde hacía algunos días estaba inquieto. Atendiendo a los hipócritas consejos de Colbert, Nicolas Fouquet acababa de revender, por una importante suma de dinero, el cargo de Procurador General del Parlamento de París, cosa que lo privaba de una protección jurídica. Con eso se transformó en una persona justiciable, como cualquier otra persona del Reino. «Esta fiesta será para mi la ocasión de demostrarle a Louis XIV toda la admiración y el respeto que me inspira», afirmó cauteloso Fouquet.

La velada de gala fue una verdadera obra maestra de elegancia y fasto, un auténtico festival en todos los sentidos y se desarrolló de manera perfecta. El «maitre d’hôtel» François Vattel ofreció una cena en la cual estaban reunidos y presentados los más finos platos, tanto salados como dulces. Moliere presentó una comedia-ballet inédita que apasionó a los invitados: «Les Facheux» (Los Fastidiados). Durante la representación de Molière, el rey se contuvo de expresar sus celos, así como su exasperación ante tanto lujo y brío. Su madre, Anne d’Autriche (Ana de Austria), puso una mano firme sobre la de su hijo, al descubrir su enojo. «Vamos hijo, no estés tan furioso y, sobre todo, no armes ningún escándalo».

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El final de la fiesta fue un gigantesco fuego artificial, lanzado por el maestro pirotécnico italiano Giacomo Torelli. Fouquet se sintió aliviado al observar la sonrisa de su majestad, aunque un tanto inmovilizada. Hizo como si no quisiese percibir la extraña luz en su mirada cuando abandonaba el palacio. «¿Vuestra Majestad está satisfecha?» se inquietó Fouquet al acompañarlo a la carroza. -«Muy»-, murmuró el rey sin siquiera darse vuelta.

LOS JUECES VOTAN SU ALEJAMIENTO

Fouquet fue arrestado en Nantes, por D’Artagnan, Teniente de Mosqueteros, tres semanas más tarde. Su proceso duro tres años con un veredicto bastante favorable: el destierro. Saldría en libertad, pero fuera del reino de Francia. Pero Louis XIV intervino y le decretó la prisión perpetua. Fouquet fue encerrado en Pignerol, donde murió el 23 de marzo de 1680 a los 65 años. En sus «Memoires», Saint-Simon, al evocar la desgracia de Nicolas Fouquet, afirmó que «la principal causa de su infortunio fueron: un poco demasiado la galantería y el esplendor».

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°Jorge Forbes es un periodista argentino que reside en Francia y que desde 1982 es corresponsal en Paris para diferentes medios, tanto en la Argentina (Radio Continental), como de Estados Unidos (Voice of América), México (Radio Noticias) y Uruguay (Radio Sarandi).
Actualmente colabora con Diario de Cultura y con Arte y Coleccion y propone visitas en la capital francesa (privadas o en grupo, no mas de 4 personas) por lugares donde vivieron argentinos famosos y conocidos, asi como sitios poco conocidos para turistas, incluso aguerridos en la materia. Se recomienda hacer el pedido por mail a [email protected] o al teléfono celular en Francia: 0033606837915.
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