Una cierta mirada al cine nacional

Ante todo una mujer. Reseña del film “Alanís”, de Anahí Berneri, 2017. Por: Osvaldo Béker*, especial para Diario de Cultura

 

En los últimos 30 años, algunos de los primordiales libros de teoría y análisis del film fueron llevados adelante por integrantes del movimiento feminista: Teresa de Lauretis, Laura Mulvey, Annette Kuhn, Lea Jacobs o Kaja Silverman. El nombre dista de marcar únicamente la presencia femenina pues muchos hombres tales como François Jost, Raymond Bellour o Jean Baudry se conectan con una problemática que considera categorías como identidad, género, sexo, diferencia, clase, raza, identificación, placer visual, voyeurismo, narcisismo, etcétera. El piso estructural de la teoría fílmica feminista arrancó en los setenta tanto con los postulados del estructuralismo en la lengua, el marxismo, el análisis textual y algunos de los principios del psicoanálisis de Lacan. En el 72 la publicación de la revista Women and Film en San Francisco y la organización del 1er Festival de Cine de Mujeres de Nueva York fue el inicio de un trabajo que tuvo distintas etapas. “La imagen de la mujer en el cine es una imagen creada por el hombre. La aparición de un nuevo cine hecho por mujeres comenzará a transformar esa imagen”, dice Claire Johnston en su texto “Notes on women’s cinema”, del 73.

En nuestro corpus es tan evidente el despliegue de la mirada de una mujer, en los distintos instantes íntimos de esta prostituta madre Alanís, como por ejemplo en el momento del amamantamiento-comunión, o en el deseo irrefrenable de esta profesional del amor por conseguir dinero rápidamente, o la mostración, para muchos incautos, oh, excesivamente larga, de una circunstancia sexual-económica. Sigue Johnston: “En un cine dominado por el hombre y de ideología sexista la mujer es presentada como representación. Se pone énfasis en ella como espectáculo, pero la mujer como mujer está ausente”. En Alanís, la mujer es mujer, es representación, es objeto, es construcción y es punto de vista, pues así lo ha decidido Berneri, una directora que articula historias controvertidas, pero que muestra realidades muchas veces soslayadas: piénsese en su film “Un año sin amor”, del 2005, que trata sobre un muchacho enfermo de SIDA quien encuentra a través de las prácticas sadomasoquistas la voluntad de seguir viviendo; o en “Por tu culpa”, del 2010, que se refiere a una madre acusada de maltrato infantil a partir de un accidente doméstico.

Laura Mulvey en su artículo del 75 “Visual pleasure and narrative cinema”, propone repensar esa cristalización de la imagen de la mujer como significante del orden patriarcal y objeto fetiche de la mirada masculina. Dice Mulvey: “En un mundo ordenado por un desequilibrio sexual, el placer de mirar ha sido dividido entre el activo varón y la pasiva mujer. El cine crea una mirada, un mundo y un objeto, y a partir de ellos producen una ilusión cortada a la medida del deseo”. Para esta autora fundamental, la trampa se halla en este “placer visual”: la pantalla aparenta ser un “espejo” en donde debe reconocerse el espectador, a partir de la mirada y los deseos de otro que está ausente. Berneri propone en Alanís una historia en la que hay una mostración obsesiva del cuerpo, del rostro, de la protagonista. Esa hipermarcación naturalmente desafía los cánones de la representación de una prostituta (recuérdese, en el plano metadiscursivo, una polémica declaración de Sofía Gala: “prefiero ser prostituta antes que moza”) y los innúmeros obstáculos que una sociedad como la nuestra y como hoy le presentan, fundamentalmente acrecentada por su simultáneo rol materno. En esta apurada cronología historiográfica sobre la copiosa bibliografía sobre el “cine femenino”, habrá que señalar que, con el tiempo, los textos se detienen en la cuestión del “género” (femenino y masculino) en función del sexo (hombre y mujer), sin confundirlos como sinónimos y nombrando al “género” como una pura construcción de índole netamente cultural. Berneri carga con esas díadas y las enfatiza abordando un oficio que aún hoy, en el 2017, despierta encendidas polémicas y prejuicios: Alanís es una joven prostituta y madre, una mujer sin embargo ante todo, pero que está perfilada, semblanteada, representada, configurada, como una defensora de su trabajo y una abnegada madre. Berneri mezcla ambas cosmovisiones e invita a sumergirse y a ahondar en la reflexión sobre ambos roles, entrelazados, no separados, en el decurso de una diégesis cargada de situaciones violentas, que muestran el vacío legal, e injustas.

Asomémonos ahora un poco a lo que ha señalado el metadiscurso. Como es de esperar, Página 12, a través de Juan Pablo Cinelli, ya titula de una manera felizmente tendenciosa e intertextualizando con la famosa canción tanguera: “En la lucha, que es cruel y es mucha”. En ese paratexto, que es el más evidente, ya coloca a la protagonista como víctima de un contexto adverso. En su bajada continúa con una mirada desprejuiciada: “La directora vuelve a mostrar el mundo hostil al que se enfrenta una mujer, pero desde un costado amoroso”. Como se advierte, no hay posiciones evaluativas sobre la prostitución y tan es así que ni siquiera se nombra el oficio. “Alanís”, que cosechó históricamente premios en el Festival de San Sebastián hace pocas semanas, fue reseñada de manera laudatoria también en Clarín por Nazareno Brega. Su nota lleva por nombre “Es mi cuerpo y hago lo que quiero” y anticipa algo que en su cuerpo central parece contundente: a la mujer se la configura más como madre que como prostituta, a la inversa del modo en que podrían enumerarse los atributos de Alanís. Parecería que el jurado de San Sebastián ha apreciado estas configuraciones artísticas e ideológicas de la directora Anahí Berneri. Parecería que hay que reflexionar, increíblemente hoy, todavía, en el 2017, sobre la humanidad de una prostituta. Todas estas representaciones son puestas en discusión en “Alanís”, menos para provocar que para visibilizar, un film inteligente, flagrante, invitador a la discusión. Un film, ante todo, sobre la Mujer, con mayúsculas, y sus decisiones, su poder.

* Osvaldo Béker es Profesor y Licenciado en Letras (UBA). Profesor y Licenciado en Comunicación (UBA). Master en Análisis del Discurso (UBA). Cursa actualmente el Doctorado en Ciencias Sociales en la UBA. Profesor de grado e Investigador en la UBA, la UCES, la UFLO y el Instituto Superior en Letras Eduardo Mallea. Profesor de Posgrado en la Maestría DICOM, en FADU, UBA. Profesor Adjunto en el Seminario Optativo “Aproximaciones discursivas a la Crónica Urbana en su variedad significante: la letra, la imagen”. Docente Ayudante en la materia Taller de Expresión I (Taller de Escritura) en la carrera de Comunicación, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Director de Investigación en Proyectos de Reconocimiento Institucional, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Autor de los libros “A segundos del 2000” (EMA), “Narrar-se: el Taller de Escritura y la Autobiografía” (Proyecto), “Escribir la Ciudad: el Taller de Escritura y la Crónica Urbana” (Zeit), “La Escritura Breve: el Taller de Escritura y los Microrrelatos” (Zeit), “La Escritura en sus Detalles: Recomendaciones puntuales para la Redacción” (Zeit), y la novela “Tandil” (Zeit). Periodista sobre Cine en el portal Diario de Cultura y en la FM 92.3. Autor de artículos-ponencias en Jornadas y Congresos nacionales e internacionales.