Una de Poetas: Carmen Berenguer sobre Pedro Lemebel

Carmen Berenguer, la única mujer chilena en ganar el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda, conoció al multifacético artista Pedro Lemebel a principios de la década del ochenta – Por Amalia Gieschen*, especial para DiariodeCultura.com.ar.

Las anécdotas

“Yo le enseñé a pintarse los ojos”, dice y clava sus impactantes ojos negros. Carmen Berenguer siempre se delineaba los ojos. Era muy china, tenía los ojos gorditos y se pintaba de negro o color café, para darse sombra.

-¿Y cómo te maquillás?- le preguntó Pedro Lemebel.

Fue así que le mostró como hacerse una raya gruesa, abajo y arriba del ojo, para remarcar la profundidad a la mirada, que ya de por sí era intensa.

El rostro es una construcción”, explica. “Lo vas armando en base a tu sufrimiento, a tus alegrías, a tu realidades”. Para la poeta, somos lo que somos de acuerdo con el momento al cual nos enfrentamos.

“Todos andamos disfrazados”, dispara.  “No somos poetas las veinticuatro horas.  Cuando hago mi almuerzo, me transformo en cocinera”.

“La primera vez que lo vi fue en la Sociedad de Escritores”,  hace memoria. “Entró vestido como un Nosferatu: maquillado como un zombie, traje negro, capa negra”. Los demás estaban con sus chaquetitas de chocolate o gris, los colores de los pájaros de Chile. “Me llamó mucho la atención y ahí me di cuenta que todos estábamos, de alguna manera, disfrazados”.

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Foto: Diario-Radio UChile.

Travestismo y maquillaje

Pedro Lemebel no andaba siempre vestido de Pedro Lemebel. Cuando daba clases, se vestía de profesor: chaqueta marrón, anteojos grandes. “El travestismo y el maquillaje estaba pensado para el momento en que nos disfrazábamos para hacer performances de las Yeguas del Apocalipsis”.  No se convertían en caricaturas de sí mismos: “no andábamos así, con el maquillaje todo el día”.

Hay otro tipo de travestimos, que no son con la vestimenta, sino que “son con la inflexión de la voz”. Impostar, buscar sutilezas, subjetividades. “Eso ocurría cuando leíamos en un evento importante. Hacíamos rituales. Creo que éramos paganos, porque lo pagano es algo sagrado”.

La amistad

“Lo nuestro fue un amor literario”, confiesa Carmen. “Nuestra relación se  fundó especialmente basada en la literatura, en la poesía y en los sucesos cotidianos que vivíamos: la dictadura, los ochenta”. Ese fue el marco inicial.

“Nos encontramos en algún momento porque a él le gustó mucho la forma en que yo leía y también los poemas que yo había escrito”.  Era completamente diferente a lo que se venía haciendo: “los poetas en Chile reaccionaban a la situación y escribían cosas muy directas”.

En cambio, Carmen se metía en los resquicios del lenguaje.  “Yo escribí un poema, Molusco, en el que relataba desde la primera persona cómo preparaban al molusco para comérselo”. Decía así:

Concholepas, concholepas.

Me sacaron de mi residencia acuosa

Lo hicieron con violencia, a tirones

brutalmente.

Concholepas, concholepas

Estaban armados con cuchillos.

Luego procedieron a meterme

en un saco

¡Concholepas!

Me golpearon (“para ablandarme”)

Me lavaron (“para limpiarme”)

Entonces, golpeado, ultrajado, semiblando

y limpio

me colocaron en una olla con agua hirviendo

y sal.

Ahora estoy en la cocina

con mayonesa, cebolla y perejil.

Ahora estoy en la vitrina.

Ahora estoy en un cartel.

¡Me van a comer!

“¿Entiendes? No estaba  diciendo a tal persona le hicieron ésto. No tan literal. La gente estaba fascinada”.  Y agrega: “era una forma también que tenía que ver con una autocensura, con buscar otras formas de escritura. Otras formas de reacción con el lenguaje. Algo nuevo”.

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Foto: Felipe Vial y Gonzalo Goya.

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* Amalia Gieschen es poeta y periodista (TEA, 2003). Lleva adelante el proyecto audiovisual Poetas x Poetas desde el año 2015 junto a Sigfrido Quiróz Tognola. Su columna «Libros que queman» se transmite todos los viernes al mediodía por Radio del Bosque. Fue antologada en el libro «Gruñendo» (Hemisferio Derecho Ediciones, Bahía Blanca, Argentina, 2007) y tradujo del inglés al español la novela «El corazón de las tinieblas», de Joseph Conrad (Gárgola Ediciones, Buenos Aires, Argentina, 2008).