Viaje sin final al sentido de la vida

Reseña sobre “Los diarios de Emilio Renzi. Años de formación” (Anagrama), de Ricardo Piglia. Por: Matías Crowder, desde Girona, España.

Ricardo Piglía (Adrogué, Buenos Aires, 1940) revive a su alter ego en “Los diarios de Emilio Renzi” (Editorial Anagrama), protagonista de un “GPS” vital que elabora las pistas para la comprensión de uno de los clásicos de la literatura latinoamericana contemporánea. “Años de formación” comprende la primera parte de una intensa biografía donde el escritor argentino rememora los primeros pasos de su aprendizaje, compendio de lecturas, escritos y amores.

«Por supuesto, no hay nada más ridículo que la pretensión de registrar la propia vida. Uno se convierte automáticamente en un clown», afirma Piglía en su diario, convencido a la vez de su importancia: “si no hubiera empezado una tarde a escribirlo, jamás habría escrito otra cosa”.

Tras una espléndida carrera literaria que incluye novelas y cuentos fundamentales de las letras  contemporáneas, el autor vuelve la vista atrás y rescata los diarios escritos a lo largo de más de medio siglo (entre 1957 y 2015). “Años de formación” cubre la década que va de 1957 a 1967 y arranca con un escritor en ciernes que, con apenas dieciocho años, se pregunta “¿cómo se convierte alguien en escritor?”

La publicación de sus diarios surge como consecuencia del acoso de la enfermedad que padece, una esclerosis lateral. Como si así quisiera revivir el tiempo transcurrido y preservar aquellos años en que todo era ilusión y en el que el destino aún estaba por descubrirse. El destacado escritor argentino, considerado uno de los mejores autores de Latinoamérica, registra las primeras huellas de la enfermedad en su diario, definido como “el laboratorio del escritor”. “Sólo mi médico en Buenos Aires sabe lo que está pasando y, de hecho, me prohibió viajar”, anota Piglia sobre un secreto a voces. La enfermedad lo tiene recluido en su casa de Buenos Aires ordenando su producción literaria. “Estoy embromado de salud”, suele comentar Piglia a los cercanos que lo visitan en Buenos Aires, donde se ha trasladado desde hace un tiempo.

“Todo lo que soy está allí”, afirma el autor. “Todo el tiempo me asombro, como si yo fuera otro (y es lo que soy)”. La experiencia cotidiana como una multiplicación microscópica de pequeños acontecimientos que se repiten y se expanden, sin conexión, dispersos, en fuga. Su vida, dividida en secuencias lineales, series abiertas que se remontaban al pasado remoto. Noches de insomnio y escenas mínimas que se concadenan en la vida del escritor como si latiera en su diario la búsqueda por el mismo sentido de la vida. Un viaje sin final, cuadernos que aún continúa.

En 1966 escribía: “desde hace un tiempo vivo precariamente, con cien pesos por día, muy poca plata, siempre tengo una leve inquietud producida por el hambre. Pero nunca pienso en el futuro, no me importa la economía si sé que voy a trabajar toda la noche”. A la precariedad de sus comienzos se suman escenas porteñas en el Buenos Aires de los años 60´, la descripción del ambiente familiar, los primeros textos que recuerda, vida de un escritor en ciernes que aún ni se imagina como un escritor publicado y aplaudido.

Emilio Renzi lleva su segundo nombre y su segundo apellido, y es de ese mismo papel secundario desde el que Piglia lo trae al frente como protagonista de su vida. Libro imprescindible para los frecuentadores de la obra pigliana, necesario para los interesados en la literatura de las últimas décadas. El “boom”, Sartre, la herencia del primer peronismo, Castro, un Faulkner imitado por todos, confluyen en el joven Piglia (o Renzi), que prepara su debut con “La invasión”.

Asoman en sus páginas las primeras lecturas: de “Los hijos del capitán Grant” de Verne a “La peste” de Camus o “El oficio de vivir” de Pavese, pasando por Defoe, Sterne, De Quincey, Gogol, Dostoievski, Kafka, Proust, Fitzgerald, Faulkner, Hemingway o Gadda. Asoma también el cine y las películas que el joven autor devora, y también una geografía: Adrogué, Mar del Plata, Buenos Aires. La vida ya no asoma sino que se tira en clavado: los amoríos iniciales, los estudios universitarios, los primeros entusiasmos, las primeras rebeldías y los primeros desengaños, los descubrimientos vitales, las rupturas amorosas y los trabajos de cobro incierto, el mundillo cultural de la Argentina de entonces, con la sombra de los gigantes Borges y Cortázar, y los encuentros con Rodolfo Walsh, Haroldo Conti, Edgardo Cozarinsky, Daniel Moyano y el cineasta Leopoldo Torre Nilsson.

Por: Matías Crowder, desde Girona, España.