La barbería museo de Caballito que evoca el pasado y es atendida por un Conde

Primera Junta es un ir y venir de transeúntes de paso ligero. Mucho peatón apurado que sobrevuela la zona sin percibirla. El Mercado del Progreso se enfrenta a eso que enuncia dando un cachetazo de rigor histórico. Un poco más allá, las vías de los tranvías, que se desperezan los fines de semana, desafían los empedrados.

A solo cien metros, sobre la camuflada Guayaquil, también se libra una batalla contra el paso del tiempo y la modernidad, tantas veces impúdica e irreverente. Allí, un Conde a capa y espada, perdón, a capa y navaja, se suma a la resistencia neocultural. Pasaron más de dos décadas desde que levantó, por primera vez, las persianas de su barbería La Época e hizo girar el «llamador» blanco y rojo de la puerta, todo un símbolo de un rubro que volvió a renacer, en gran medida, gracias a él.

Ángel, el Conde de Caballito Crédito: Alejandro Guyot

El Conde de Caballito, como lo apodaron en el 2000, se llama Miguel Ángel Barnes y tiene 59 años, aunque aparenta muchos menos. Su negocio le permite desarrollar sus dos pasiones: por un lado, la vocación por el cuidado y embellecimiento de los peinados y las barbas de los varones. Por el otro, el coleccionismo de objetos que no sólo remiten a su profesión, sino también a una Buenos Aires ya extinguida. Es que su barbería es todo un refugio donde reviven tradiciones, hábitos y objetos que se resisten a desaparecer. Peluquería La Época, Industria Argentina. La leyenda del letrero es una definición tan precisa como las primeras palabras de este hombre de buen decir que recibe a LA NACIÓN entre corte y corte: «Soy peluquero y barbero». Orgulloso de su título. Erudito de su oficio.

En busca del lugar perdido

En la zona de Primera Junta, brilla La Época Crédito: Alejandro Guyot

«Hace veintisiete años, noté que los hombres habíamos perdido nuestro espacio en las peluquerías y teníamos que acudir a salones unisex. Pero a muchos de nosotros, no nos gustaba esa opción. Por otra parte, las barberías que quedaban eran obsoletas y no atractivas para visitar», explica Barnes sobre las motivaciones iniciales para crear su emprendimiento. Refundar el espíritu del tradicional salón masculino era el primer desafío trazado. Así fue como, este hombre de corte y barba entrecana impecables, como no podía ser de otra manera, se decidió a aprender el oficio: «Hasta ese momento trabajaba en una curtiembre vendiendo suelas de zapatos». Antes de eso, Barnes había sido un avezado despachante de frutas y verduras en el negocio familiar que funcionaba donde hoy se levanta la barbería. Allí mismo, donde nació y creció, en la casa adosada al local.

La barbería de Caballito que exhibe objetos de colección

«Mientras me preparaba, imaginaba cómo iba a ser mi peluquería. La tenía dibujada y hasta la soñé tal cual como luce en el presente. Durante siete años fui adquiriendo los distintos objetos y muebles que hoy se pueden ver, hasta que finalmente llevé a cabo el armado del rompecabezas. Abrí cuando tenía 39 años». El primer objeto que adquirió fue el sillón de 1905 donde hoy rasura. Así comenzó la historia de la barbería. Y ese fue el puntapié inicial de la fabulosa colección de objetos que tapizan paredes y cubren cada rincón del local. «Tengo elementos que son de fines del siglo XVll», se ufana el Conde porteño.

Es un fanático de su profesión y se nota en todos los rincones Crédito: Alejandro Guyot

Ingresar al local es encontrarse con teléfonos de principios del siglo pasado resguardados en sus cabinas originales; letreros de ordenanzas pretéritas; un piano con candelabro incorporado de 1907; sifones de soda tornasolados; una colección de jabones de tocador de marcas ya inexistentes; navajas de todo tipo y épocas; y fotos en blanco y negro con personalidades ilustres posando. Nostálgicos sensibles, llevar pañuelos. Es que ingresar al salón con aroma de café, porque allí también se puede tomar alguna infusión, es encontrarse con frascos de colonia Atkinson, envases de agua de colonia Gath & Chaves, y hasta con los potes de la inolvidable gomina Brancato. Los sillones son originales y la caja registradora dorada simboliza, por tamaño y prestancia, épocas de opulencia mercantil. Las llaves de la luz son de porcelana de giro continuo y el mobiliario de puro roble. Se lucen los fomenteros y una reliquia única: la máquina de postguerra para hacer crecer el cabello mediante una lámpara de mercurio. Nada está librado al azar. En lo ecléctico aparece la identidad.

Los detalles son de una opulencia de otra época Crédito: Alejandro Guyot

«Tengo guardadas 10.000 piezas antiguas de este rubro. Y poseo 16 barberías desarmadas. No hay un coleccionista que tenga más que yo», se ufana Barnes quien varias veces fue tentado para vender todo. Pero su amor fue más fuerte: «Un anticuario inglés me quiso comprar el salón, pero le impedí al traductor que me dijese cifras porque tenía algunos inconvenientes económicos y no quería que me tentase con el dinero. El traductor se rió y me dijo que el anticuario no iba a ofrecer ninguna cifra, sino que me iba obsequiar un cheque en blanco firmado por él para que yo lo completase con el monto que considerase apropiado. ¡Me quería morir! Pero dije que no. Fue al año y medio de haber abierto y el salón no estaba funcionando como debía funcionar. Pero tenía claro que este museo debía quedar en mi país. Nueve años después vino un anticuario norteamericano con una propuesta similar, y mi respuesta fue la misma», confirma el apasionado Conde de Caballito quien se enorgullece de atender a ilustres como Diego Armando Maradona.

Es el único museo viviente de barbería y peluquería del continente Crédito: Alejandro Guyot

«National Geographic considera a nuestro salón como el único museo viviente en el continente referido a barbería y peluquería. El New York Times la tiene entre las diez mejores barberías del mundo. Y la BBC de Londres la ubica en el cuarto lugar». Los espejos y el mobiliario de madera que los contienen fueron traídos de Caleufú, La Pampa. Tal es la antigüedad, que tienen incorporados los candelabros porque, en la barbería originaria de la que formaron parte, no se contaba con luz eléctrica.

Primeros auxilios

«Acá revivimos historias que creíamos muertas. Nos han visitado barberos muy viejitos a contar sus anécdotas», explica Barnes, quien siempre está dispuesto a saciar la consulta profesional de algún colega y organizar el contenido de Barberos Argentinos, la página de Facebook en el que se reúnen más de 28000 expertos. Muchos de ellos, quizás la mayoría, gente joven que busca perfeccionarse, pero también adentrarse en el historial de un universo que hoy revivió con cientos de locales dedicados a embellecer a caballeros coquetos. Como toda afición, el pasado construye su presente. Y vaya si las barberías tienen pasado. Uno de los objetos que más llama la atención es la bacía de cerámica, que cuenta con su réplica más pequeña que se colgaba en la puerta a modo de llamador. La bacía es toda una curiosidad no muy difundida. Al Conde le tomó 16 años conseguir la suya. «Es el primer símbolo de los barberos, fue nuestro primer llamador. Era una chapita pequeña que simbolizaba la bacía de cerámica, de mayor tamaño, que se colocaba en el cuello de los clientes cuando el barbero les sacaba una muela. En ese recipiente caía la muela extraída y la sangre que emanaba. Si en la puerta, colgaba una bacía de chapa significaba que ese barbero extraía muelas. Cuando se prohibió esa práctica, se la comenzó a utilizar para preparar la crema para afeitar». El emblemático objeto hasta luce simbólico en la cabeza del Quijote de Cervantes.

Si bien los salones tenían otras funciones en el pasado, hoy todo queda en la barba y el pelo Crédito: Alejandro Guyot

«Los barberos hacíamos sangrías, tratábamos soriasis, atendíamos huesos rotos. En 1550 se nos prohibió practicar cirugías menores. Sin embargo, hasta hace 80 años, todavía se podían ver barberos haciendo sangrías», explica Barnes. La sangría poco tenía que ver con la infusión conocida. La cosa hoy causa escalofríos, pero era una práctica de lo más aceptada y demandada: cuando el cliente tenía presión alta, podía acercarse hasta su barbero de cabecera para que, mediante una pequeña incisión, pudiese descomprimir la presión arterial. Según Barnes «a las batallas no iban los médicos, sino los barberos que metían mano en las heridas infectadas». Hoy, este caballero ilustre de la ciudad, que solo afeita con navaja y sugiere un servicio una vez por semana, reconoce el valor que tenían aquellas modalidades naturalizadas. En la puerta ya no pende la bacía anunciando el plan quirúrgico. Pero si gira el llamador, ese cilindro estampado con rayas blancas y rojas tan característico que otrora se lo llamase Alcahuete: «No debe tener rayas azules. El azul se incorporó por la bandera de Francia y la de EE.UU. Se dijo que el azul simbolizaba el color de las venas, pero eso es mentira. El azul es una invasión cultural».

Soñar no cuesta nada

En La Época vive la memoria de muchos Crédito: Alejandro Guyot

«Hace veintisiete años, me decían que estaba loco porque quería arreglar barbas y afeitar. Era algo pasado de moda. Ahora, en mis charlas, digo que la locura fue contagiosa porque está lleno de barberías. Incluso, me llaman barberos del exterior para que los asesore en la apertura de sus locales. Por eso me gusta transmitirles a los niños que llegan de excursión un mensaje positivo, decirles que se puede y que se animen a soñar fuerte lo que quieran ser el día de mañana».

Las vitrinas de La Época Crédito: Alejandro Guyot

Periódicamente, decenas de chicos llegan con sus maestros para viajar en el tiempo y encontrarse con ese mundo al que solo pueden acceder desde los libros. Acá lo pueden vivenciar en carne propia. «Además de los colegios, nos visitan muchos abuelos que traen a sus nietos. Es muy fuerte ver cómo se van llorando», explica Barnes, quien también es convocado para brindar charlas en instituciones y para asesorar a los nuevos representantes de este oficio.

En La Época, los jueves y viernes por la tarde se puede escuchar tango. El segundo sábado de cada mes, por la noche, se ofrece un espectáculo de stand up. Y, desde mayo, se retomarán las funciones teatrales del Proyecto Posadas, creado por Andrés Binetti, con relatos que sólo transcurren en peluquerías.

Esta barbería de Caballito, allí donde el barrio le ganó la batalla al vértigo de la Buenos Aires abrumada, permite reencontrarse con las raíces profundas de aquella vida cotidiana del siglo pasado. Y más atrás también. El Conde sigue al frente de su tarea poniendo a punto barbas de todo tipo y color. Y sumando objetos incunables a una colección que cala hondo en los sentimientos de los clientes y visitantes ocasionales. Un empecinado que logró resucitar un hábito caduco que hoy volvió a cobrar vigencia y hasta tiene en los hipster un movimiento con identidad propia. Allí está él haciéndole frente a la modernidad con sus zapatos de charol que encandilan, el chaleco oro brillante, y el moño inmaculado. Todo un personaje que defiende a capa y navaja el valor de las barbas a las que les otorga un sentido casi filosófico bien alejado de la banalidad de una tendencia: «Da personalidad. A la mujer, el hombre le transmite mucho con la barba. Una barba desaliñada, habla de la persona. Una mujer, ante un hombre con la barba arreglada, lo encuentra interesante, porque la barba prolija crea un interés. Antes, incluso, se decía que era un símbolo de virilidad». En la actualidad, es un signo que seduce a todes.

Crédito: Alejandro Guyot

Para agendar

Barbería La Época.

Guayaquil 877, Caballito.

Tel. 011 4903-7799

  • Jueves y viernes 16.30 horas: conciertos de tango.
  • Segundo sábado del mes 21.30 horas: show de stand up.
  • Desde mayo, viernes 21.00 horas: funciones teatrales del Proyecto Posadas.
  • La barbería y el café, abren de martes a sábados.