Más allá del Everest: 5 espacios que el hombre no conquistó

Naturaleza. Son montañas, cuevas, lagos y territorios de pueblos aislados, a los que nadie logró acceder o que sólo fueron explorados en expediciones científicas. La cueva de Voronya. Está en el Cáucaso. Lograron bajar hasta 2.191 metros pero todavía no se llegó al piso.

Dos campos de exploración han inspirado por igual a la ciencia y la literatura: el cosmos y la naturaleza terrestre. Con un denominador común: lo desconocido. El narrador de “Viaje al centro de la Tierra”, de Julio Verne, sintetizaba así esta idea: “Me faltaban las palabras para expresar mis sensaciones. Creía asistir en algún lejano planeta, Urano o Neptuno, a fenómenos de los que mi naturaleza ‘terrestial’ no tenía conciencia”.

Pasó más de un siglo y medio y el mundo sigue albergando grandes interrogantes. En 2005, sin ir más lejos, el estadounidense Dennis Schmitt “redescubrió” Uunartoq Qeqertoq, una isla groenlandesa que había sido cartografiada a mitad del siglo pasado pero permaneció oculta por nieve y hielo durante décadas.

Cada lugar desconocido puede albergar especies originales, que se suman al casi millón y medio catalogado. Por ejemplo, en 2018, luego de tres años de trabajo, una expedición al mar Caribe develó el “rarofótico”, un ecosistema con seis nuevos géneros y casi 30 nuevos peces e invertebrados.

Ya sea por su inhospitabilidad, difícil acceso o fauna salvaje, todavía hay espacios que se mantienen prácticamente ajenos a la acción humana. Estos son cinco de ellos:

1) Gankhar Puensun: el pico más alto sin escalar. Retos que antes se consideraban imposibles son hoy parte de paquetes turísticos cotizados. Así lo demuestran las fotos de largas filas para subir al Everest, cuyo récord de muertes parece desprenderse de la inexperiencia de nuevos escaladores antes que de las inclemencias del clima. Pero el marketing no siempre puede con la naturaleza y la cultura local.

En Bután -reino budista del extremo oriental del Himalaya- se eleva el “Pico blanco de los tres hermanos espirituales”, nunca alcanzado por el hombre. La ausencia de servicios y la reticencia de los pueblos vecinos – que ven allí “espíritus sagrados” y son amparados por la ley- contribuyen a que esta situación se mantenga.

Aunque en 1922 se había realizado la primera medición del Gangkhar Puensum, hay mapas que siguen siendo inexactos. Con una elevación estimada en 7.570 metros, este gigante convocó a aventureros. En 1985 y 1986 fracasaron las dos expediciones más importantes. Recién en 1998 un grupo alcanzó, desde China, el pico de una montaña subsidiaria.

2) Cueva de Voronya: la más recóndita. También conocida como Krúbera, es la más profunda de la Tierra. Está localizada en Georgia (Cáucaso occidental) y forma parte del sistema de cuevas de Arábika, en los montes de Gagra.

Los cinco lugares más inexplorados de la tierra: Ghankar Puensun.

Cada expedición arroja resultados asombrosos. En 2001 se había establecido un récord de profundidad de 1.710 metros. Tres años más tarde se cruzó la marca de – 2.000 metros, nunca antes registrada por la espeleología (la ciencia que estudia las cavernas). Y, para 2012, el nuevo récord de bajada fue de – 2.191 metros. Los científicos especulan que aún no se llegó al piso. Sus galerías más profundas están cubiertas por agua.

En Voronya viven los artrópodos (un tipo de invertebrado) encontrados a mayor profundidad en la tierra. En 2010, un equipo ruso-español halló cuatro nuevas clases, que miden entre 1 y 4 milímetros, no tienen ojos, ni pigmentación.

3) Monte Roraima: el Jurasic Park de Sherlock Holmes. Se trata del punto más alto de la cadena de mesetas tepuyes, en la región de Pacaraima en América del Sur. Las cimas se reparten entre Venezuela (80 %), Guyana (15%) y Brasil (5 %) y datan de hace unos 2 mil millones de años (¡en el Precámbrico!). Esto las convierte en unas de las formaciones geológicas más antiguas del planeta.

El explorador inglés Walter Raleigh fue el primero en describir estas impresionantes paredes verticales con techos casi planos en 1596. Tres siglos más tarde, en plena época victoriana, los informes de expediciones llevaron al escocés a Arthur Conan Doyle -creador de Sherlock Holmes- a escribir “El mundo perdido”.

Retomando la fantasía de Verne en “Viaje al centro de la Tierra”, Conan Doyle imaginaba que albergaban enormes dinosaurios y plantas prehistóricas. Aquello que uno de sus personajes describía como “el sueño descabellado de un fumador de opio o bien la visión de un delirio” se concretaría en Jurasic Park. De hecho, la película se inspiró en un libro del escritor Michael Crichton, que retomó la temática de Conan Doyle. Además, tanto la secuela de Crichton como la de Spielberg directamente llevarían como nombre “El mundo perdido”.

Se organizan misiones y visitas a algunas zonas de las mesetas pero otros sitios -como el origen del río Mazaruní- siguen siendo casi imposibles de conquistar.

4) Territorios de indígenas aislados: el abrigo de la biodiversidad. Según la organización Survival International, existen más de cien pueblos indígenas aislados (o “no contactados”) en el mundo. Se trata de grupos que no tienen relación con la sociedad dominante y que ven su hábitat en peligro, debido al avance de empresas mineras, ganaderas, petrolíferas y madereras. Los especialistas enfatizan que no son “reliquias primitivas” si no contemporáneos. Y protegen regiones ricas en flora y fauna.

Estudios científicos señalan que las tierras indígenas con estas características son “la barrera más importante frente a la deforestación de la Amazonia”. En Maranhão (Brasil), las últimas extensiones a la selva que quedan se encuentran precisamente en este tipo de espacios. De acuerdo con la Fundación Nacional del Indio (FUNAI), se concentran principalmente en la frontera amazónica, entre los límites de Perú, Brasil y Bolivia.

5) Lagos subglaciales: la puerta a otra era. Bajo la blancura antártica hay 400 subterráneos, aislados de todo, incluso del reloj. Sucede que mantienen las mismas condiciones hace cientos de miles de años. Experimentan temperaturas que bajan más de 0° pero no se congelan debido a la presión del hielo que los recubre. Y resultan tan inhóspitos que, dicen los especialistas, se asemejarían a los océanos subglaciares de Marte ya las lunas de Júpiter o Saturno. Por eso, su conocimiento podría dar pistas sobre la biósfera en otros lugares de la galaxia.

A principios de este año, gracias al esfuerzo conjunto de técnicos, ingenieros y científicos, pudo extraerse una muestra de esas aguas. Fue en el Lago Mercer. Las conclusiones obtenidas tras sus análisis fueron impactantes: había bacterias y restos de flora y fauna con millones de años de antigüedad.

Como dijo el famoso astrofísico Carl Sagan, “la superficie terrestre es la costa del gran océano cósmico”. Su topografía aparece como el resultado de un ciclo que excede largamente la historia de la humanidad y que la hizo posible.

Pero aunque sea solo un punto en el universo, este planeta -sus aguas, sus suelos, su cielo-, alberga millones de formas de vida; accidentes geográficos y climas tan variados que cuesta creer que pertenezcan a un solo lugar. El nuestro.

Fuente: Clarín