Stop al “sharenting”: son chicos y les exigen a sus padres que no suban fotos suyas en las redes

Generación Z. Más adolescentes hacen valer su intimidad y el derecho a crear su identidad digital. Los expertos los avalan y advierten a los adultos por los riesgos de mostrar a sus hijos en Instagram y Facebook.

Ni se te ocurra compartirla en el grupo de la familia”, exclamó. “Además, si la vas a subir a Facebook, ok, pero si la vas a poner en Instagram, la tengo que controlar”, sentenció Greta, con la firmeza de la adolescencia en sus primeros días. Los ojos de su mamá orbitaron: en los últimos años había posteado varias fotos de ella. No le había consultado.

Más se usan las redes sociales, más acertada y erráticamente se postea de todo. Dentro de esa bestia inconmensurable que es internet, más personas eligen mostrar a sus hijos. Y así colaboran con una cifra espeluznante, digna de diván: que ocho de cada diez posteos que subimos son acerca de terceros.

Logros intelectuales o físicos, cambios de etapa escolar, bautismos, bar mitzvas, primera papilla, diplomas, gags, muestras de fin de año, «por fin, la playa», muffins o pizza home-made, «amo a mi mascota», glitter en los cachetes, porcelana fría, un triunfo deportivo. Un dibujo, una frase inesperada. O cool. Alegrías, frustraciones, cumpleaños, mucha ternura. En fin, el bombardeo sin filtro que les da existencia a las redes sociales. Cuando los firmantes son padres que comparten contenido de sus hijos, los expertos lo llaman “sharenting”. De “share”, compartir, y “parenting”, crianza.

Marley y Mirko, un emblema del sharenting: padre e hijo, en el documental "Bebé on demand" (National Geographic).

Marley y Mirko, un emblema del sharenting: padre e hijo, en el documental «Bebé on demand» (National Geographic).

Compartir la intimidad de otros no es gratuito. Basta un dato difundido en 2015 por la Oficina del Comisionado de Seguridad Electrónica de Australia: entonces detectaron que el 50% de las imágenes que circulaban en sitios pedófilos habían salido de los posteos “inocentes” de los padres. Fuerte.

El reclamo de los chicos por su privacidad: el 50% de las imágenes que circulan en sitios pedófilos habían salido de los posteos “inocentes” de los padres. (Ariel Grinberg)

El reclamo de los chicos por su privacidad: el 50% de las imágenes que circulan en sitios pedófilos habían salido de los posteos “inocentes” de los padres. (Ariel Grinberg)

Sin llegar a ese extremo, una de las consecuencias del sharenting es que, a medida que crecen y toman conciencia de la (pequeña o gran) mediatización a la que se los expone, muchos niños y adolescentes empiezan a mostrar su enojo, sienten una invasión en su intimidad, y comienzan a poner límites a sus propios padres. No por nada se dice que la generación Z se caracteriza por su gesto irreverente.

Como pasó con Tomás. No ahora, que tiene casi 19 años, sino cuando en las elecciones legislativas de 2017 votó por primera vez. “A él no le gustó, pero, bueno, era la primera vez que votaba y yo le saqué una foto porque me parecía un momento importante. La subí a Facebook… él se enojó y me cuestionó la publicación”, contó, todavía sorprendido, su papá, Luis, de Paternal.

Tomás se enojó con su papá cuando subió a Facebook una foto en la que se lo veía votando por primera vez.

Tomás se enojó con su papá cuando subió a Facebook una foto en la que se lo veía votando por primera vez.

Lola es más chica. Tiene 13 años y hace poco “se sacó” por una publicación online que se escapó de su radar. Ojo, su madre, Paula, no había mostrado ninguna foto de su hija. Sólo un dibujo. Es que Paula es diseñadora gráfica y con el placer de la típica #MadreOrgullosa observó que brotaba una lograda veta dibujante en Lola.

“Resulta que ella dibuja lindo y yo no puedo evitar sentirme un poco orgullosa de sus dibujos, y bueno, compartí uno en Instagram. ¡Para qué! ¡Me dijo de todo! Que había violado su intimidad y ni siquiera le había preguntado”. Si bien no suele exponer a sus hijos, cuando Lola era más chica ponía fotos de ella. “Era chica y ni se enteraba”, admitió.

La mamá de Lola, orgullosa de los dibujos de su hija, subió uno a Instagram. "¡Para qué! ¡Me dijo de todo!", recordó.

La mamá de Lola, orgullosa de los dibujos de su hija, subió uno a Instagram. «¡Para qué! ¡Me dijo de todo!», recordó.

Otra ilustración de Lola, de 13 años.

Otra ilustración de Lola, de 13 años.

¿El final de la historia? “Ahora tengo prohibido publicar sin permiso, lo cual no me parece mal; al contrario… en adelante voy a tener que aguantarme”.

En este punto es esencial escuchar a Yael Bendel, abogada y asesora general tutelar del Ministerio Público Tutelar de la ciudad de Buenos Aires. Para la experta, el marco normativo no puede soslayarse: “El derecho a la intimidad está en la Convención de los Derechos del Niño. Algunos padres no entienden bien los que significa resguardarlos durante la infancia. Los chicos nacen con derechos. El ejercicio de esos derechos los van garantizando los adultos. A medida que los chicos crecen, adquieren autonomía, lo que llamamos ‘autonomía progresiva’. Pero el derecho lo tienen desde el momento en que nacen”.

Quienes compulsivamente postean fotos o comentarios de sus hijos suelen escudarse en, a) que a ellos no les molesta, y b) que a ellos les gusta. Bendel enmarcó esta cuestión: “La autonomía progresiva tiene como condición la comprensión del ejercicio de ese derecho. Yo me pregunto si un bebé de seis meses o un niño de cuatro años entiende la dimensión que tiene la exposición de su imagen en las redes. De hecho, esas plataformas fijan los 12 o 13 años como la edad permitida para empezar a usarlas. Coincide con la autonomía progresiva que está fijada en el nuevo Código Civil”.

Los casi 14.000 seguidores que Fátima Noriega tiene en Twitter conocen el día a día de la vida de Emilia, su hija.

Los casi 14.000 seguidores que Fátima Noriega tiene en Twitter conocen el día a día de la vida de Emilia, su hija.

El problema -y la preocupación- es global. Por eso, la organización internacional Child Rescue Coalition lanzó una campaña en Instagram en la que invita a crear y postear un cartel pidiendo privacidad, con algunos de los hashtags que rastrean los pedófilos en la red. Esa iniciativa –que se puede ver en su cuenta @kidsforprivacy — es la que inspira las fotos de esta nota.

Andrés Roussos es docente de Metodología de la Investigación de la Facultad de Psicología de la UBA e investigador del Conicet. Desde su sitio lipstic.org se enfoca en temas de salud mental y tecnologías del bienestar. En la charla sobre sharenting sumó un concepto: la individuación.

“Los chicos transitan un camino paulatino hacia la individuación, lo que incluye sus espacios e intimidad. Su imagen es parte de aquello que quieren preservar. A la vez, el uso que nosotros, los adultos, hacemos de cualquier red social, sea Facebook o Instagram, es distinto del que la dan los adolescentes”, explicó.

¿Qué es lo distinto? “La intencionalidad. No usamos las redes con la misma intención con que las usa un adolescente o un niño. Ellos quieren armar sus redes de contacto, establecer una forma de llegar a otro”, señaló Roussos.

Hablando de intenciones, Fátima Noriega –abogada reconocida en las redes por la repercusión que tuvieron las fotos de su hija- dice que simplemente busca “compartir”: “Nos había costado mucho que me quedara embarazada y cuando lo logramos quisimos compartirlo. Desde entonces, la repercusión de cada día de Emilia fue enorme”.

Todos los días postea alguna cosa de Emilia. Y los fines de semana, al menos dos videos diarios. “Hay gente que me critica mucho. Antes me enojaba. Ahora me tomo con humor eso de ser ‘mala madre’”, contó.

Fátima Noriega sube todos los días contenido ligado a su hija de menos de dos años, Emilia.

Fátima Noriega sube todos los días contenido ligado a su hija de menos de dos años, Emilia.

Pero, ¿se lo cuestiona? Noriega explicó que “cuando Emilia tenga 2 o 3 años, si me pone la manito o me dice ‘no’, no la voy a filmar más. Cuando sea más consciente y me diga que no quiere que publique, se cerrará la cuenta”. Hay que ver si para entonces se podrán borrar definitivamente las fotos subidas en la web…

Luis Lubeck, especialista en seguridad informática de ESET Latinoamérica, explicó la importancia de comprender y respetar los distintos niveles de expectativa de privacidad: “Con los bebés es imposible suponer que haya un consentimiento, así que cobra mucha más importancia el uso del sentido común y analizar con qué fin se publica la imagen, el alcance que podrá tener y el impacto a futuro. No se puede dejar de mencionar la posible exposición a burlas o ciberbullying por las fotos viejas en la red”.

Por eso Juan, un adolescente de 16 años que vive en Villa del Parque, se adelantó y le dijo de todo a su papá, Gustavo, cuando posteó una foto en la que, yendo a una fiesta de 15, el joven llevaba puesto un traje. “No sé, estaba elegante y me pareció divertido subirla… ahora entendí que tengo que consultarle antes”, relató a Clarín.

Los mensajes de los chicos, para pedir por su privacidad en la red. (Ariel Grinberg)

Los mensajes de los chicos, para pedir por su privacidad en la red. (Ariel Grinberg)

Para Anahí, de 13, el sharenting se volvió una pesada mochila: “Si mandan fotos por WhatsApp no me molesta mucho. El tema es que mis viejos suelen subir fotos mías a Instagram cuando yo no quiero. Si es a Facebook o las redes sociales que nadie usa, no me importa. Pero muchos amigos míos siguen a mis papás en Instagram, entonces me incomoda. Me gustaría que no lo hicieran y se los dije. Lo hacen igual”.

Sebastián Stranieri, CEO de VU, empresa que desarrolla software para la prevención de fraude informático (en su perfil de Instagram @anti.hacks ofrece consejos de todo tipo), enfatizó que “el principal problema es que muchos no entienden el alcance de lo que están publicando. Comparten lo que no deberían compartir”. Estimó que “en ocho de cada diez publicaciones ponemos cosas de otros. Lo más peligroso son los ‘lives’ y las publicaciones en tiempo real, donde cualquiera puede saber dónde estás y qué estás haciendo”.

Y concluyó: “La identidad digital de los niños está ninguneada: es su DNI, su cara. Las redes sociales tienen las herramientas para frenar grandes amenazas como el ciberbullying, el grooming y las redes de pedofilia. Pero la responsabilidad es también de los padres, que obran con la identidad de un tercero: su propio hijo”.

A imagen y semejanza, los famosos y el sharenting

Hace más de 15 años el tema no existía. Pero desde que proliferaron las redes sociales, hay varias maneras de ser famoso. Se puede ser una estrella de los medios y el espectáculo que mantenga su vida privada bajo llave. Se puede ser famoso y asomar, cada tanto, un poco. Y, también, ser ultra exhibicionista e incluir, en esa impronta, a los hijos.

Esta semana, quienes siguen a la periodista Julia Mengolini en Instagram habrán visto las fotos de Rita, su hija recién nacida. Muchos hacen así: arrancan con las fotos del embarazo y, tras el nacimiento, siguen con la fase “mostrando a mi bebé”.

Flavio Mendoza junto a Giselle, la madre gestante de su hijo, en una foto que subió a Instagram.

Flavio Mendoza junto a Giselle, la madre gestante de su hijo, en una foto que subió a Instagram.

Pero la periodista está lejos de generar la controversia que despertó, a comienzos de abril, el coreógrafo Flavio Mendoza: publicó un repudiado video de su hijo Dionisio en el que, al tiempo que se veía al bebé acercarse a tocar una mujer que tomaba sol en colaless, el padre celebraba el gesto diciendo “muy bien, aproveche”. Mendoza sube fotos de su hijo permanentemente.

Como la modelo, bailarina y actriz Luciana Salazar. Ya antes de que naciera por vientre subrogado, posteaba imágenes del cochecito que usaría su hija. Tras el nacimiento en diciembre de 2017, completó todo con la presencia de Matilda. Desde entonces lleva posteadas, en Instagram, unas 200 fotos de la nena. Se la ve sola y también con Salazar. Sensualidad y primera infancia, mezcladas en un mismo espacio.

Luciana Salazar junto a su hija Matilda.

Luciana Salazar junto a su hija Matilda.

Pero si hubiera que hablar de compulsión por el sharenting, los laureles los tiene el conductor de TV MarleyMirko, su hijo, viaja con él. Experimenta todo y también a todos, igual que su papá. El relato visual construye (¿o destruye?) una historia que se narra online. El cierre de esta edición, la cuenta era larga: casi 400 fotos de Mirko subidas en los últimos seis meses.

De la inocencia al interés: consejos para padres

Por Marcela Czarny, presidenta de Chicos.net

Hay quienes incurren en el “sharenting” inocentemente (“Subo fotos a las redes sociales porque estoy deslumbrada con mi bebé”) y hay quienes lo hacen por algún interés menos ingenuo (“Si publico imágenes con mis hijos, aumentará mi popularidad, mis posibles votantes, mi publicidad…”). Aunque la diferencia entre una y otra intención es abismal, en cualquiera de los dos casos, el sharenting pone de manifiesto las tensiones que sobrevuelan al mundo atravesado por las redes sociales. Es importante marcar algunas cuestiones:

Público vs. privado. ¿Somos conscientes de cuál el público de aquello que posteamos? ¿Definimos adecuadamente los criterios de privacidad de las redes que usamos?

Haz lo que yo digo y no lo que yo hago. Nos preocupamos y estamos encima de lo que hacen los chicos en internet, pero, ¿somos coherentes con nuestra conducta o también publicamos cualquier cosa?

Entrega de datos. La big data, esa gran masa de información con millones de datos que los usuarios entregamos (al abrir una app, al subir una foto…), le permite a las empresas dueñas de los softwares conocer mejor quiénes somos y seguir ofreciéndonos productos y contenidos (¿gratis?), según lo que entienden que son nuestros gustos e intereses.

Conciencia de la huella digital. Es la impronta que dejamos en la nube con nuestras publicaciones. Las imágenes que subimos de nuestros hijos quedarán para siempre en algún espacio virtual.

En síntesis, conviene no “naturalizar” nada de lo que hacemos en los entornos digitales. Familiarizarse con las políticas de privacidad de cada servicio utilizado. No publicar fotos que muestren al niño o niña en cualquier grado de desnudez. No se sabe cuán perjudicial será en el futuro.

Los chicos tienen derecho a construir su propia huella digital. Desde pequeños debemos incluirlos en la decisión de qué publicar y qué no. El diálogo promoverá, sin dudas, la construcción de un uso crítico y ético de lo que hacen y harán en internet.

Fuente: Clarín