Todos en la misma aula. Más chicos con discapacidad van a escuelas comunes

Son más de 90.000 los niños y adolescentes como Alejo, que están incluidos, gracias al trabajo de las ONG y el avance de las políticas públicas; a pesar de los logros, aún persisten muchas trabas

«Su hijo debe ir a una escuela especial para trastornos severos», sentenció el psicólogo de la junta evaluadora encargada de decidir si Alejo Danon Schnek, por entonces de 4 años y con diagnóstico de encefalopatía -un síndrome de disfunción cerebral-, podía ir a un colegio inicial común, tal como querían sus padres.

Gracias a que su familia y tantas otras decidieron no bajar los brazos, y a un avance de las políticas públicas, Alejo, que hoy tiene 13 años y se comunica de forma no verbal, cursa 6° grado en una escuela pública común doble jornada de la Ciudad, cercana a su domicilio. Desde 1° grado, está plenamente incluido, aprende y se siente feliz. Recibe los apoyos que necesita, y cuando termine sus estudios primarios y secundarios, tendrá su título en igualdad de condiciones que el resto de los alumnos, tal como lo estableció en 2016 la resolución 311 del Consejo Federal de Educación.

Así como Alejo, son más de 90.000 los alumnos con discapacidad que asisten a escuelas comunes en nuestro país. Según datos del Ministerio de Educación, de 2003 a 2017, creció cuatro veces el número de niñas, niños y adolescentes con discapacidad cursando en escuelas de modalidad común. En ese lapso, se pasó de 21.704 a 90.345. Es decir que esa matrícula creció un 400% en 15 años.

Gracias a que su familia y tantas otras decidieron no bajar los brazos, y a un avance de las políticas públicas, Alejo, que hoy tiene 13 años y se comunica de forma no verbal, cursa 6° grado en una escuela pública común doble jornada de la Ciudad, cercana a su domicilio. Desde 1° grado, está plenamente incluido, aprende y se siente feliz. Recibe los apoyos que necesita, y cuando termine sus estudios primarios y secundarios, tendrá su título en igualdad de condiciones que el resto de los alumnos, tal como lo estableció en 2016 la resolución 311 del Consejo Federal de Educación.

Así como Alejo, son más de 90.000 los alumnos con discapacidad que asisten a escuelas comunes en nuestro país. Según datos del Ministerio de Educación, de 2003 a 2017, creció cuatro veces el número de niñas, niños y adolescentes con discapacidad cursando en escuelas de modalidad común. En ese lapso, se pasó de 21.704 a 90.345. Es decir que esa matrícula creció un 400% en 15 años.

Silvana Corso sabe que la educación inclusiva no es una utopía. Es la directora de la escuela de educación media Rumania, en el barrio porteño de Villa Real, donde no se le cierran las puertas a nadie: reciben alumnos en situación de vulnerabilidad (muchos, llegados de Fuerte Apache), con psicosis y esquizofrenia, con discapacidad, chicas cursando embarazos y con bebés. Finalista en 2017 del Premio Global Teacher Prize -conocido como el Nobel de la educación-, Corso acaba de inaugurar un espacio de primera infancia para los bebés de sus alumnas. «No es una cuestión de recursos o de solidaridad sino de equidad: es darle a cada alumno lo que necesita», reflexiona.

Todas las instituciones educativas tienen que ser inclusivas. Es un derecho de los alumnos recibir una enseñanza de calidad y es una responsabilidad del sistema estar a la altura y alojar a todos.

Cristina Lovari, coordinadora nacional de Educación Inclusiva

Cambio de paradigma

«Si bien los progresos en materia de inclusión son significativos y las normativas son claras y contundentes, todavía hay trabas que deben superarse. Gabriela Santuccione, de Grupo Artículo 24, hace hincapié en que «es necesario trabajar en la transformación de la modalidad especial en un sistema de apoyo para la común». Y agrega: «Más allá de los avances, hace falta decisión política para tomar medidas antidiscriminatorias concretas y utilizar bien los recursos existentes y presupuestarios para lograrlo».

En este sentido, José María Tomé, especialista en educación especial e inclusiva, destaca que pensar en una escuela para todos, inclusiva, no implica el cierre de la escuela especial, por el contrario, implica un trabajo conjunto. No olvidemos que la educación especial hoy es una modalidad del sistema educativo formal, transversal a ese sistema.

Según el Estudio Nacional sobre el Perfil de las Personas con Discapacidad, elaborado el año pasado por el Indec, la tendencia a la inclusión no se comporta de igual manera en las escuelas privadas. Mientras que el 82,1% de los alumnos con discapacidad concurre a escuelas públicas comunes, solo un 17,9% lo hace en privadas.

Iñaki está en 3° grado en una escuela privada
Iñaki está en 3° grado en una escuela privada Crédito: Gentileza

«Nunca podrá leer o escribir»; «¿Para qué quieren que estudie?»; «Mejor, que aprenda algún oficio»; «Atrasa al resto». Son algunos de los comentarios que reciben aún las familias que pelean para que sus hijos sean «aceptados» en las aulas. Lamentablemente, la llamada «barrera actitudinal», basada en el prejuicio de que un alumno con discapacidad no puede aprender, es una de las trabas que persisten, según los especialistas que participaron en el III Simposio Internacional sobre Educación Inclusiva, realizado hace una semana en Buenos Aires. Se trata de una mirada centrada en el déficit, en todo aquello que el alumno no alcanza o no logra; un modelo «normalizador» en el que el chico debe adaptarse a la escuela y no al revés, como establece la ley.

Natacha (47) es mamá de Iñaki (9), quien tiene autismo en grado intermedio. A fines del año pasado, cuando su hijo pasaba a 3°grado, la falta de estrategias inclusivas por parte del colegio privado al que asistía, la hicieron pensar en una nueva escuela para su hijo. «Recorrimos todos los colegios de la Ciudad -resume-, y la respuesta siempre fue la misma: no hay vacante». Finalmente, Iñaki pudo continuar en la misma escuela, gracias a que las autoridades lograron cambiar su mirada y actitud. «Tuvimos la suerte de que el colegio recapacitara», concluye Natacha. Sin embargo, para encontrar un solución, muchos padres terminan denunciando estos hechos discriminatorios sufridos en las escuelas, en el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi). El año pasado, el organismo recibió 2631 denuncias, de las cuales el 20% tuvo como principal motivo la discapacidad.

La educación inclusiva supone, en primer lugar, un cambio de mirada, modificar el foco de atención, poniendo el énfasis en el contexto, no en el individuo. Es decir, en pensar cómo eliminar las barreras del aprendizaje, la participación y la presencia.

Para Elsa Guiastrennec, coordinadora del área de Educación Especial en la Dirección de Formación Continua de la provincia de Buenos Aires, es necesario que los valores de la inclusión se trabajen entre docentes y directivos, para que luego puedan reflejarse en el aula. «La escuela debe facilitar espacios para que aparezcan las verdaderas creencias de los docentes respecto a la diversidad. Que puedan expresar, por ejemplo, que no se sienten preparados o que necesitan ayuda», detalla.

«No va a cambiar nada si primero no cambian las cabezas. El profesorado te forma para alumnos ideales que no están en las escuelas», sentencia Corso. Por eso, la directora considera que el agente de cambio es el docente. Su gestión está centrada en capacitar de forma permanente y aboga por una escuela preparada para dar lugar a la singularidad de cada chico. Para lograrlo, destaca que es clave trabajar en equipo y ejercer un liderazgo distribuido donde, por ejemplo, los coordinadores pedagógicos observan clases y ayudan a pensar nuevas estrategias para el aula, o un maestro integrador ofrece una capacitación al resto de los docentes.

En esta línea, Guiastrennec destaca que lo colaborativo «ayuda a encontrar fortalezas, incentiva a equivocarse sin temor, a probar, a intentar, a crear en un ambiente de libertad». El resultado son «equipos escolares fortalecidos». Otra de sus estrategias son las tutorías entre pares, donde un alumno le enseña a otro. Para Guiastrennec, «tiene muchas ventajas y beneficios» y «lo importante aquí es que vayan rotando los roles».

La diversidad enriquece y mejora los procesos de aprendizaje. La educación inclusiva rejerarquiza el lugar del educador.

José María Tomé, docente e investigador

Para Tomé, la primera barrera son los prejuicios. «Jamás se puede emitir un juicio de valor sobre la diversidad -destaca el investigador -. Cada uno tiene sus propias singularidades y ahí está la riqueza. La diversidad enriquece y mejora los procesos de aprendizaje. Desde ese lugar, hay que pensar teorías de enseñanza».

Coral Elizondo, pedagoga española dedicada a brindar asesoramiento en centros educativos de Argentina y España, opina que la mejor estrategia para dar una respuesta inclusiva de calidad para todo el alumnado es la llamada «instrucción directa», que tiene bases teóricas en la construcción social del aprendizaje, en la neurociencia, la psicología cognitiva y la pedagogía. Para Elizondo, debe ir acompañada de un Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA), que se basa en la enseñanza multinivel, donde cada alumno recibe desafíos y retos en relación a su nivel, y tomando como punto de partida sus conocimientos previos y su motivación para lograr los indicadores de logro propuestos.

«El maestro ofrece guías, apoyos y feedback para orientar a todos los estudiantes por el camino del éxito, con instrucciones diferentes para cada uno de ellos», detalla la pedagoga, para quien el DUA debe sustituir a las clases magistrales donde predomina la enseñanza memorística, que deja en los márgenes a muchos niños y niñas para los que no se ofrecen alternativas ni oportunidades de logro.

«Es necesario, más que nunca, hablar de ética, de alfabetización ética e, incluso, de la ética del cuidado -advierte Elizondo-. El daño que hacemos a los niños y niñas en los centros educativos, en las aulas, cuando los discriminamos, cuando les ponemos barreras, cuando tenemos pocas expectativas, cuando los sacamos fuera del aula, cuando los invisibilizamos y no les permitimos participar; ese daño es irreparable», concluye.

Cinco buenas prácticas

  1. Altas expectativasPartir de las fortalezas, respetando y reconociendo las necesidades de cada alumno; compartir, guiar, ayudar y cuidar, así como hacer ajustes y ofrecer apoyos.
  2. Capacitación docenteOfrecer herramientas para mejorar las prácticas de aprendizaje, donde todos aprenden y todos enseñan.
  3. Trabajo colaborativoSi el personal de apoyo trabaja de forma aislada con el alumnado con discapacidad no hay inclusión; puede incluso funcionar como pareja pedagógica del docente y participar del proceso de enseñanza.
  4. Estrategias innovadorasLa instrucción directa con abordaje de Diseño Universal del Aprendizaje (DUA) es una estrategia que evidencia alto impacto en las escuelas.
  5. Alumnos en el aulaSi el niño trabaja fuera del aula y los docentes lo excluyen del diseño curricular, no hay verdadera inclusión; se deben eliminar las barreras que impiden la participación del chico en clase.

Las trabas a las que se enfrentan las familias

No dar vacante

Las escuelas no pueden argumentar que no están preparadas, que el cupo para alumnos con discapacidad ya está cubierto o condicionar la inscripción a la disponibilidad de apoyo o imponer la doble matriculación o escolaridad mixta, entre otros (basado en resolución 311/16)

Derivar a escuela especial

Los padres tienen derecho a elegir qué tipo de escuela quieren para sus hijos. La educación inclusiva implica que todas las personas se eduquen juntas y las escuelas deben adoptar las modificaciones necesarias

Prácticas de segregación

No pueden negar el ingreso por la falta de personal de apoyo o exigir el apoyo si el alumno no lo requiere, ni sacarlo del aula, ni rechazar el ingreso de estudiantes a la escuela cuando concurran sin la persona de apoyo

Negar apoyos y ajustes

El alumnado con discapacidad debe aprender y participar en igualdad de condiciones: modificar las estrategias de enseñanza, ofrecer diferentes formas de comunicación en clase (lenguaje de señas, braille), modificar la infraestructura, reducir niveles de ruido en aula, entre otros

Reducir la jornada

Las personas con discapacidad tienen derecho a cursar todas las materias y a participar de todas las actividades que se desarrollan dentro y fuera de la escuela

No otorgar el título

No pueden repitir el año escolar con fundamento en su discapacidad, deben ser evaluados de acuerdo a su plan pedagógico individual (PPI) y recibirán un título en igualdad de condiciones que el resto de los alumnos

Dónde denunciar

Toda persona que se enfrente a alguna de estas u otras trabas puede presentar un reclamo ante el Ministerio de Educación de su provincia y realizar la denuncia en el Inadi: 0800-999-2345 o en la línea nacional Convivencia: 0800-222-1197

Más información

A partir del 24 de junio, ACIJ y Grupo Artículo 24 tendrán disponible un sitio con información sobre las herramientas que pueden utilizarse para reclamar el efectivo cumplimiento del derecho a la educación inclusiva; www.porunaeducacioninclusiva.org

Fuente: Cecilia Zolezzi, La Nación