Va a hacer un mes ya que Martha Argerich y Daniel Barenboim tocaron juntos en Buenos Aires, y falta poco menos de un año para que vuelvan a encontrarse aquí. Pero las casualidades, o más bien la ocasión comercial de la industria discográfica volvió a reunirlos ahora, aunque separados, con dos novedades. No es en este caso un disco de dúos, como el que salió el año pasado. Son esta vez dos CD dobles en los que cada uno de ellos toca en su propio plan.
También Barenboim está en compañía de un viejo conocido: Gustavo Dudamel. Con él al frente de su orquesta, la Staatskapelle de Berlín, Barenboim es solista en los dos conciertos para piano de Brahms. Antes de irse de Buenos Aires, el maestro dijo, a propósito de esta versión, que, para él, era la mejor que había logrado en términos pianísticos. No se equivocaba. Barenboim, por supuesto, no ignora que la extrema demanda técnica de estos conciertos son parte de sus expresividad. Pero nada en él suena forzado. Por el contrario, habría que pensar en una especie de naturalización de la dificultad que, por su misma condición naturalizada, casi no se percibe como tal. Ya en el primer movimiento del Concierto N° 1 en re menor es fascinante la manera en que Barenboim y Dudamel -que siempre rinde más cuando está en buena compañía- le dan relieve a los contornos temáticos y a las ocasionales lejanías entre el material de la orquesta y el de la parte solista. Hasta ahora, uno podía quedarse con la versión de estos conciertos que Barenboim había hecho con Sergiu Celibidache y la Filarmónica de Munich. Es difícil estar a la altura de Celibidache, pero con este registro hay que pensar todo de nuevo.
Barenboim y Argerich tienen sus repertorios autobiográficos, piezas a las que vuelven a lo largo del tiempo y en las que, en cada una de esas lecturas, dejan huellas de quiénes eran entonces. Los conciertos de Brahms, aunque menos que las sonatas de Beethoven, son para Barenboim una de esas patrias. En el caso de Argerich, esa patria son acaso las Escenas infantiles de Schumann. Desde la grabación de 1984, esas piezas se fueron volviendo para ella cada vez más íntimas. Es prácticamente lo único que decide tocar sola. Lo había hecho en ese concierto con Kremer y está otra vez en Carte Blanche. La impresión es que se acerca más y más al centro: directamente miniaturiza las miniaturas. Es un viaje que se escucha como un abrupto regreso desde tierras lejanas.
MARTHA ARGERICH
Carte blanche: con Yuri Bashmet, Lang Lang, Gabriela Montero y otros, con obras de Bartók, Schubert, Ravel y Beethoven . (Deutsche Grammophon Universal)
DANIEL BARENBOIM
Brahms – the piano concertos: con la Staatskapelle de Berlín dirigida por Gustavo Dudamel. (Deutsche Grammophon.
Fuente: Pablo Gianera, la Nación.
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El bajista de los Fabulosos Cadillacs continua con su carrera solista, ahora embarcada en el sonido post-punk new wave, al que le agrega cutosas de surfer rock, ya que en este álbum decidió homenajear a su ciudad natal Mar del Plata con una opera rock lo-fi Atlántica.
Cianciarulo, escritor además de cuentos donde se mezclan la mitología azteca, la lucha libre mexicana y el rock, entrega en el sobre interno del disco la historia de “Sardinista”, un punk surfer y trabajador de la industria pesquera en Mardel.
El disco, Flavio decidió grabar en formato power trío junto su hijo Astor, esta vez encargado de los bajos y la batería, a Matías Cugat en guitarra, a los que sumaron invitados tales como Big Papu de los surfer Los Kahunas en guitarras, a Florián Fernández Capello, de Callate Mark en violas, a Hugo Lobo en trompetas, entre otros invitados.
El disco abre con dos canciones más al estilo Beach Boys con arreglos new wave como “Naufragio” y “Sardinista” a la que le sigue la punk cuasi hardcore “El punk de la playa”, que por su sonido y su calidez pueden sonar junto a los CD’s de los Heladeros del Tiempo, la banda de Frankie Langdon que también le rinde culto al mar, las playas y el sol de la Costa Atlántica argentina.
“Cruz del sur” es más rock psicótico playero con riff enloquecidos al estilo de los primigenios B52’s, con un bonito estribillo en el que Flavio le rinde culto a la libertad que implica el mar, con un gran trabajo de Astor Cianciarulo en bajo y un buen scratching.
“Sardinistdub” juega en ese ritmo con una base muy bien arreglada, con Flavio recitando la letra y mezclando playas con política. “El cobarde” es más rockero, bien new wave y se le suma Florián Fernández Capello, guitarrista de Cállate Mark e hijo de Vicentico, con una buena melodía de las violas, y Flavio cantando con su tono más suave. El dub bien negro, bien agreste regresa en “El Valiente dubwiser”, con un groove bien logrado.
La mano se pone más rockero, bien ochentosa en “Vengo a morir” que comienza con arreglos de ruiditos, a los que se suman unos coros bien de opera durante unos segundos, que le sirven de previa con una canción bien a go-go a puro rock surfer como los B52’s en los tiempos en los que el fallecido guitarrista Ricky Wilson era el conductor de la banda estadounidense.
“Abogado del apocalipsis” es mezcla de dub-reggae y ska punk, con un destacado trabajo de las guitarras y de la base a la que se suman todo tipos de sonidos percusivos. “Más cerca del infierno” es puro hardcore furioso, a alta velocidad, en la que Flavio y su trío demuestran la capacidad para recorrer diferentes estilos y no quedar en falta, nunca, en una línea que se continua en “Sufer paradis”.
“Plegaria del mar” es un blues bien playero, con aroma a madera, a equipo valvular, a naturaleza pura electrificada apenas. “Ángel” es un punk pegadizo saltarín, con una linda melodía, al que lo sigue “Buscando la chamana punx”, con un arranque melódico, acústico, con aroma a mar.
En «Rock and roll Suicida Vol II” se suman Florián Fernández Capello en guitarra, una canción bien Cadillac en la que Miles Solay, estadounidense de la banda Outernational, acompaña a Flavio en voces, en una de las canciones más pegadizas del disco.
El cierre de la parte cantada es con dos canciones de rock playero al estilo de Jack Johnson como “Ángel de Neptuno” y “El vago de la playa”. Mientras que el ultimo acto de esta opera es bien surfer rock con “Finale Sardinista” donde destaca la guitarra surfer de Big Papu de los Kahunas, a la que le sigue la canción “Partir”.
Con tan sólo cinco temas los cordobeses de Lautreamont despacharon su tercer disco, «DrewBarrymore», en el que le ponen un formato más canción a la oscuridad que ya mostraban en sus placas anteriores, editado por el exquisito sello indie cordobés Ringo Discos.
Haciendo honor al poeta uruguayo-francés que le da nombre al grupo, Isidore Lussien Ducast más conocido como el Conde de Lautreamont, las guitarras se mueven por un ambiente musical pastoso, en el que las baterías tienen una leve distorsión.
Las melodías espaciales y las guitarras al estilo Joy Division acompañan a las líricas de Diego Bustos, quien tiene una voz seca, con una pronunciación españolizada, que arrastra las «eses» y deja un halo de cansancio tras ella.
Si bien hay pedales de modulación y sintetizadores, «DrewBarrymore» se presenta como un disco más limpio que los otros dos anteriores, más preocupados por generar un clima que por envolverse en la furia que de «Luy» (2012) y «Lautreamont» (2010).
Sobresale el punk rock y la guitarra distorsionada en «Septiembre», que en el medio presenta un puente con unas percusiones, estilo castañuelas electrónicas, que recuerdan algunos flashes psicodélicos de Soda Stéreo.
La banda, integrada también por Guillermo Camusso en batería y programaciones, presenta a ese disco como «una continuación de Luy y, al mismo tiempo, busca separarse completamente de la senda ya recorrida por el grupo», lo cual, al parecer, se nota con creces.
«DrewBarrymore» fue grabado, mezclado y producido por Lautremont y masterizado en 440 Estudio, por Mariano Dinella.
Segundo disco de este cantautor porteño que mezcla el reggae, el hip hop, el dub, con elementos jazzeros y tangueros, con letras bien urbanas, cuentos barriales envueltos en ritmos de de todo la paleta musical.
El nombre del disco tiene una referencia a una canción de Tanguito, “Despertar en un refugio atómico” y el disco abre con un hip hop crudo y con la guitarra bien al frente a puro conurbano bonaerense con “MicroEscolar”.
El cambio de ritmo es inmediato en “Cerrado”, un jazz acústico a contrabajo y arreglos de trompeta, con la particular forma de entonar de Downes, que lo convierte en un sano sello. La figura de Tanguito y de Luis Alberto Spinetta reaparecen en “Amantres” una balada acústica, dulce, onírico con un gran aporte de la guitarra eléctrica de Adrián Odriozola.
“Internet” arranca jazzeado con el piano, con la voz de Downes, hermanándose con la de Pity Alvarez, pero con el wah wah de la guitarra y el trabajo de la trompeta se convierte rápidamente en un R&B americano casi bluseado, con un exquisito trabajo de Ariel Pirotti, Américo Belloto y Jorge Savelon, los músicos que lo acompañaron en este tema.
Rock a piano y un gran trabajo de guitarra hay en “Gran Man”, donde Downes se posiciona como un recitador radial, que cuenta historias, bien envueltas en la música. Bellísimos arreglos de trompeta destacan en la balada jazzera “Buen momento” que luego vira a un jazz con solos de bajo y piano al estilo del británico Jamie Cullum.
Esa línea de jazz rock al estilo Jade se mantiene en “Sin sentir”, hasta el minuto y medio, cuando la banda deja de tocar, la voz de Downes suena procesada y solo queda un batería hip hopeada.
“Tempestad” se abre acústica, con los punteos de una eléctrica que definitivamente llevan a la canción al terreno del country o del mejor rock americano, con algunos elementos percusivos jugándole a cambiarle el ritmo a este tema.
Este muy buen disco, que muestra a un músico ecléctico que se mete y se prueba todos los vestidos sin prejuicios, se cierra con el blues rasgueado “Motor” que la voz de Downes trae inmediatamente al Río de la Plata con su prosa y su fraseo, bien local, al que se suma un teclado sonando como un bandoneón. Con el pasar de los segundos, la canción se sumerge en un reggae rapidito y criollo al estilo Manu Chao. Y como regalo, un tango a piano y bandoneón, con la voz de Downes buscando tonos graves y logrando darle un tono bien urbano, de empedrado como homenaje al barrio de San Telmo.
Interesante álbum debut de este quinteto que mezcla el rock alternativo con la canción rockera del combo formado por los hermanos Esteban Salto en guitarra, Mariano en voz, Facundo en bajo junto a Ignacio Velazquez en batería y Cristian Sorbara en teclados.
El disco se inicia rockero pero oscuro con las violas bien distorsionadas, la base bien al frente y la voz bien trabajada para un genero algo más densa en “Dulce tentación”. “No desangres” sigue esa línea rockera pero con un formato de balada power, cubierta por un colchón de teclados, una línea que se mantiene en “Oh nena”, con romanticismos más nocturno.
“No me dejes caer” es un medio tempo bien guitarrero, en donde la banda vuelve a jugar con un romanticismo algo sucio y nocturno. “Arráncame el corazón” mantiene también esa búsqueda con un base bien power, mientras que “Preludio” va más al frente, toma velocidad, y la voz de Mariano Salto aparece acompañada en los coros por tonos más cavernosos procesados por maquinas.
“Alguien como tu” tiene mayor volumen y un interesante juego entre los sintetizadores y la guitarra, y el disco se cierra con la balada de comienzo acústico “Fiebre” y la voz desnuda de Mariano Salto.