Libros imaginarios, escritores apócrifos, ficciones reales: las pistas ocultas en Jorge Luis Borges

Arte en 200 palabras. El escritor borra en sus textos las fronteras de la realidad y va dejando rastros. Borges, en su obra, trabaja con un procedimiento donde lo imaginario pasa a perturbar la realidad

El 29 de julio de 1953, Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares prologan su antología Cuentos breves y extraordinarios. En el texto ‘Der Traum Ein Leben’ se cita un fragmento del libro Memorias de un bibliotecario (1955), de Francisco Acevedo, que habla de un diálogo entre este autor y su sobrino donde el pequeño le cuenta que lo vio en un sueño y le pregunta, ya en la vigilia, qué estaba haciendo ahí.

Se trata de un autor y un libro ficticios. Francisco Acevedo es el propio Borges: el escritor usa su segundo nombre y el apellido materno para ocultar la pista. Como verificación: en 1973, en una entrevista con María Esther Vázquez, Borges narra la misma anécdota, pero dice que es su sobrino. Está en el libro Borges, sus días y tiempo (Tajamar editores, 2009).

En “El acercamiento de Almotásim” (de Historia de la Eternidad, 1936) Borges desarrolla la historia de la novela The approach to Al-Mu’tasim de Mir Bahadur Alí. Bahadur es, otra vez, un personaje ficticio. La clave está en el contexto: Borges introduce esta ficción en un libro de ensayos sobre textos reales. Hace así la reseña verdadera de un libro imaginario, un procedimiento que será la materia de su obra.

En «Examen de la obra de Herbert Quain” (Ficciones, 1944) hace una biografía de Herbert Quain y su obra. Es otro personaje de ficción, pero Borges va a producir un giro copernicano: le adjudica a Quain un cuento real, “Las ruinas circulares”… del propio Borges.

Fuente: Clarín