Diseño, persecución nazi y un estilo vigente: 100 años de la Bauhaus

La escuela, fundada en 1919 por Walter Gropius, fue un original espacio de vanguardia y creatividad. Con la llegada del nazismo, muchos de sus artistas eligieron el exilio, mientras que otros, el colaboracionismo. Hoy, sus desarrollos estéticos y funcionales pueden encontrarse en todos los hogares

En 1919, todavía asfixiada por el eco sangriento de la Primera Gran Guerra, Charlotte Ida Anna Beese (Lotte), nacida en Reisitch, Alemania –luego Rokitiki, Polonia–, tiene 16 años y un padre de rigidez moral rayana en la tiranía.

Una mañana, no lejos de su casa y paseando por el bosque junto al lago con una amiga, ve una escena asombrosa: chicas y muchachos desnudos y alborozados, que se arrojan al lago, juegan, cantan, chapotean: un instante de libertad total. Quiere saber quiénes son. «Alumnos de una escuela de arte, creo», le dice su amiga. «¡Quiero estar allí!», grita, iluminada.

La decisión tiene alto precio. Su padre le prohíbe acercarse a «ese grupo de degenerados y comunistas», Lotte se empeña, y herr Beese la echa de su casa.

Lotte Beese, la primera mujer en estudiar arquitectura en la Bauhaus

Lotte Beese, la primera mujer en estudiar arquitectura en la Bauhaus

Primer paso: acercarse a esa escuela. A la Bauhaus, unión de dos palabras alemanas: Bau(construcción), y Haus (casa), fundada en Weimar por Walter Adolph Georg Gropius –1883-1969–, arquitecto y urbanista nacido en Berlín.

La inscripción no es fácil. El examen de ingreso consiste en varias clases (algunas, hasta de relajamiento y respiración) en las que se pone a prueba la creatividad de los aspirantes.
A Lotte le dan una gran hoja de papel en blanco y la desafían:
–Dibuje la guerra.

Velozmente, urde una especie de ojo en el centro, y lo rodea con furiosos trazos de carbonilla: rayas gruesas desordenadas que se cruzan como hechas por un loco. La entrega sin fe, pero la aprueban. Ya es una más entre los estudiantes, aunque en los primeros meses vive y duerme en la calle o en la casa de algún compañero…

Walter Gropius (Wikipedia)

Walter Gropius (Wikipedia)

Antes del primer curso, Gropius les explica que es la Bauhaus. «Una revolución estética y una nueva forma de vivir y de pensar. Los arquitectos, los escultores, los pintores, los diseñadores, debemos regresar al trabajo manual. Establecer una nueva cofradía de artesanos, libres de esa arrogancia que divide a las clases sociales y que busca erigir una barrera infranqueable entre los artesanos y los artistas. La potencia artesana debe elevarse hasta el mismo nivel de las Bellas Artes, y crear objetos de consumo asequibles para el gran público».

A las intensas clases de arquitectura, dibujo analítico, caligrafía, diseño gráfico, geometría descriptiva, física, química y hasta tejidos…, se sucedían fiestas temáticas: blanca, del metal, de los cometas, de disfraces, o una por el nacimiento de un niño. En definitiva, nuevas formas de convivencia, y «una nueva estética que abarcará todos los ámbitos de la vida cotidiana, desde la silla en la que usted se sienta hasta la página que está leyendo», definió Heinrich von Eckardt, embajador del imperio alemán en México, un entusiasta del sueño de Gropius.

Mies van der Rohe. Linea Barcelona (sillón, banqueta, diván, mesa)

Mies van der Rohe. Linea Barcelona (sillón, banqueta, diván, mesa)

En el Manifiesto Bauhaus de 1919, entre otras claves del nuevo mundo propuesto, Gropius jugó fuerte en un punto: abandonar todos los modelos estéticos anteriores, incluyendo el educativo. «No creo en la separación de la Escuela de Bellas Artes y la Escuela de Artes y Oficios. Son lo mismo. El artista es un artesano enaltecido, glorificado. En Bauhaus se aprende por vía de la acción (learning by doing), los distintos saberes se unen y se potencian, y todo confluye en su credo: sencillez, utilidad, diseño, estética, tecnología».

Esa explosión, en arquitectura y diseño, dejó huellas eternas: desde la Silla Wassily, deMarcel Breur, hasta el mítico Edificio PanAm de Nueva York (hoy MetLife), pasando por la Máquina de escribir Olivetti Studio 42… Y por supuesto, las sedes de su escuela en Weimar –donde nació–, Dessau y Bernau. Iconos de la racionalidad contra (por mayor ejemplo) los monstruosos proyectos del alemán Berthold Konrad Albert Speer, el primer arquitecto del Tercer Reich, niño mimado de Hitler, y llamado, ante sus diseños de edificios y ciudades para el milenio de la cruz gamada, «el arquitecto del Diablo», por sus «bodrios grandilocuentes», como los definió Franz Ehrlich, alumno de Klee y Kandinsky.

Kurt Schmidt, Construcción para fuegos artificiales, taller de escenografía, 1923.Foto: A. Körner (bildhübsche Fotografie) / Gentileza ifa

Kurt Schmidt, Construcción para fuegos artificiales, taller de escenografía, 1923.Foto: A. Körner (bildhübsche Fotografie) / Gentileza ifa

Que lo pagó caro… Pasó dos años de pesadilla en la cárcel de Spandau, y luego arrojado al entonces flamante campo de Buchenwald, y allí al grupo de trabajos forzados de cavadores. Pero dos semanas más tarde jugó una baraja fuerte: dijo que era arquitecto, dibujó unos bocetos, y un jefe lo mandó a diseñar… ¡la nueva entrada al campo!: grandes puertas de hierro sostenidas por columnas de piedra rústica, estilo Bauhaus, que aún se conserva…

Pero un arte-artesanía faltaba en sus programas: la fotografía. Por eso, en 1923, con la escuela ya en auge, le fue encargado el taller de metales al maestro húngaro László Moholy-Nagy, que incorporó esa maravilla visual que urdieron Niépce, Daguerre, Talbot, Eastman, a lo largo de años y experimentos. El húngaro enseño fotomontaje, montaje lumínico, foto escultura, collage: nuevas formas y nuevos temas: la esencia de Bauhaus.

Kandinsky

Kandinsky

Por ósmosis, llegan a orillas de la Bauhaus luminarias como Paul KleeVassily Kandinsky, y una treintena de artistas, desde directores de teatro hasta escultores, acaso persuadidos de la fusión arte-artesanía proclamada en la piedra fundamental de esa revolución que, entre otras medallas, dejará seis edificios declarados Patrimonio de la Humanidad.

Fueron los años felices…, hasta que el 4 de febrero de 1928 Gropius propuso como nuevo director a Hannes Meyer, director del departamento de arquitectura, y lo logró, pese a la resistencia de varios profesores.
Meyer, según propia definición, era «un marxista científico». Según su catecismo, toda creación de la Bauhaus debía tener un sentido social, ya que el creador estaba obligado a servir al pueblo. En cuanto al arte, era «superfluo y confuso».

Era el maná que esperaba el Partido Nacional Socialista –el nazismo, en fin– para cargar contra la utopía posible (en este caso, oxímoron dudoso) de Gropius. Ya miembros del partido como Wilhelm Frick y Alfred Rosenberg habían atacado a la escuela por «sus degeneraciones modernas y su antigermanismo. No es más que un grupo de comunistas al servicio de la Unión Soviética, y Meyer, un agitador bolchevique».

Fiesta de difraces en la Bauhaus

Fiesta de difraces en la Bauhaus

El abril de 1933, catorce años después de su fundación, y ya con Adolf Hitler como canciller, la Gestapo, paso a paso, desde la sede de Berlín hasta el resto, le bajó el telón para siempre…

El diario Anhalter Tageszeitung lo celebró así: «La desaparición del suelo alemán de uno de los lugares más prominentes entre las manifestaciones artísticas del arte judío y marxista es una victoria grandiosa sobre el venenoso bolchevismo cultural».

Gropius partió a los Estados Unidos y empezó a dar clases en la escuela de diseño de Harvard, Moholy-Nagy logró lo mismo en el Instituto Tecnológico de Chicago, Meyer ya se había refugiado en Moscú, y Kandinsky encontró en París su nuevo lugar en el mundo. Pero medio centenar, entre estudiantes y profesores, fueron asesinados, condenados a prisión o arrojados a campos de exterminio…

Vista aérea del edificio de la Bauhaus en Dessau, 1927. (A. Körner (bildhübsche Fotografie) / Gentileza ifa)

Vista aérea del edificio de la Bauhaus en Dessau, 1927. (A. Körner (bildhübsche Fotografie) / Gentileza ifa)

Según Lotte Beese, la primera mujer de la Bauhaus que estudió arquitectura, «algunos murieron en las cámaras de gas, unos pocos huyeron, y muchos colaboraron con el nazismo para salvar su vida».

Ehrlich, por caso, se convirtió en prisionero privilegiado: llegó a diseñador en jefe para las obras de expansión de Buchenwald –zoológico incluido–, y luego hizo lo mismo en el campo de Sachsenhausen. Murió en 1984 después de años de carrera en Alemania del Este.

Fritz Erl lo superó en colaboracionismo: se alistó en las Waffen SS y diseñó las cámaras de gas y los hornos crematorios de Auschwitz. Junto con su socio Walter Dejaco, fue juzgado en 1972, pero declarado inocente: «No sabían para que se usarían nuestros diseños», alegó. En cuanto al gran diseñador gráfico Herbert Bayer, creador de los célebres posters de la Bauhaus y de muchos logos comerciales en los Estados Unidos, fue clave en la estética de las piezas de propaganda del Partido Nazi antes de la guerra…, lo mismo que el profesor Herbert Bayer, creativo estrella de los atroces designios de Joseph Goebbels llevados al papel para glorificar a la «Nueva Alemania».

Herbert Bayer

Herbert Bayer

¿Y Lotte Beese? Fue amante de Hannes Meyer. Tuvo un hijo con él: Peter, y dos con el arquitecto holandés Mart Stam. Vivió y trabajó como arquitecta en media Europa. Se especializó en urbanismo. Diseñó el famoso barrio Pendrecht en el sur de Rotterdam, y su obra fotográfica puede verse en el MoMA, Nueva York, y en los museos Arthur Sackler (Harvard) y Getty (California).

Tuvo razón al huir, a sus 16 años, de un padre tirano, hechizada por chicas y muchachos desnudos que eran felices en un lago…

(Post Scriptum: La Bauhaus sobrevivió al nazismo, y según la historiadora del arte made in USA Ariella Budick, crítica del Financial Times, «el espíritu de Bauhaus merodea siempre». Y Alemania, a un siglo del nacimiento de esa escuela de arte y vida creada por Walter Gropius, se desgrana en homenajes y festivales en su honor, mientras que, como la proa de un buque triunfal, se alza en Berlín –nada menos: sobre las cenizas del poder nazi– el Archivo Bauhaus. La perfecta síntesis de su vigencia. Desde la maqueta de una ciudad hasta una silla, una lámpara, las piezas de un juego de ajedrez listas para su eterna batalla…).

Fuente: Infobae