David Lebón: «Después de todo lo que viví ya no tengo miedos»

Acaba de editar Lebón &Co., un disco de viejas canciones que no perdieron vigencia y que fueron grabadas con otros grandes músicos

Luis Alberto Spinetta, David Lebón , Black Amaya y Carlos Cutaia caminan por una calle de Acassuso plácidamente hasta que se les cruza un auto del que desciende un joven con un fusil y dispara contra un hombre a punto de subir a una limusina. En la línea de fuego, el que recibe el disparo es Lebón. Sin preocuparse por la sangre que brota de su estómago, el músico increpa al agresor y lo cachetea con sus propios intestinos: «¡¿Qué hacés, loco?! Mirá lo que me hiciste… Si yo fuera otro tipo, te meto en cana. Taradito».

En su flamante libro El año de Artaud – Rock y política en 1973, el periodista y escritor Serio Pujol retoma aquel protovideoclip con el que Pescado Rabioso introdujo su presentación en la película Hasta que se ponga el sol, para hilvanar la historia de dos universos que por entonces comenzaban a estrechar su vínculo con la guerra armada como telón urbano: el surrealismo del rock y la realidad política.

Aproximadamente dos años después de aquel sketch, ya con Pescado Rabioso disuelto, David Lebón, con 20 años, es secuestrado y torturado por lo que años más tarde se enteraría había sido un grupo de tareas de la Triple A, revirtiendo una vez más los conceptos de realidad y ficción.

«Por un lado estaba la boludez de la edad y el chiste que se transformó en una realidad, me tocó a mí», dice ahora Lebón, a los 66 años. «Cuando lo hicimos sabíamos que algo raro estaba pasando y nos jugamos demasiado, pero en realidad es chistoso: el tipo va con los chinchulines y le pega en la cara y le dice: ?¡Qué hacés boludo! Me pegaste a mí…’. Por el otro había mucho miedo también. Después que me pasó lo que me pasó, le perdí el miedo a ese poder. Podía ser que me pegaran un tiro en la cabeza, pero ya no le tuve miedo».

El guitarrista recuerda el hecho como uno de los tantos sucesos dramáticos que ha tenido que afrontar a lo largo de su vida, y que fueron muchos. Como cuando su hija Nayla se quemó en un accidente doméstico y casi pierde la vida. O como cuando se dejó guiar por el camino del alcohol y las drogas y estuvo a punto de no regresar. «Hoy estoy muy agradecido por lo que me toca, porque hay tantos músicos buenos que se merecen lo que yo tengo. Pero creo que eso especial que me toca, seguramente sea por todas las cosas feas que pasé, porque en un momento dado fui muy infeliz».

La contracara es el gran presente de su carrera, activo como hacía años no se lo veía, con un show eléctrico y emotivo, con colaboraciones de excepción aquí y allá y con un gran disco bajo el brazo: Lebón & Co., en el que versiona hitos de su discografía junto a amigos como Pedro Aznar, Andrés Calamaro, Fito Páez, Ricardo Mollo, Coti y Julieta Venegas, entre otros.

Un álbum que pone de relieve su calidad como compositor, como cantante y, por supuesto, como guitarrista, con temas inoxidables, himnos del rock argentino sin tiempo ni lugar: «Hombres de mala sangre», «Parado en el medio de la vida», «Suéltate rock and roll», «El tiempo es veloz», «Puedo sentirlo», «Mundo agradable» y más.

Esta suerte de retrospectiva hecha disco contempla su obra desde aquel iniciático año 1973, en el que además de grabar el segundo álbum de Pescado Rabioso registró su debut como solista. «Yo quería grabar mi disco desde que nací más o menos», cuenta. «Escuché a los Beatles, creo que tenía 11 años, y le dije a mi mamá que quería hacer eso. Era una locura. Agarraba el tocadiscos y lo ponía en 16, que era la velocidad más baja, para poder sacar los temas y los solos de los Beatles. Nunca estudié música porque todos los profesores que tuve me dijeron que yo estaba muy apurado por llegar a tocar», dice el hombre que compuso aquello de que «el tiempo es veloz».

-Tu primer disco solista es el que tiene más presencia en Lebón & Co. ¿Cómo recordás aquella grabación?

-Jorge Álvarez y Billy Bond me llamaron por teléfono y me dijeron: «Venite a grabar tu disco, empezamos hoy mismo, ya». Toqué la mayoría de los instrumentos y lo grabé en una semana. Estaba tan apurado… Me divertí mucho. Es un disco del que se sigue hablando y por eso este álbum tiene tantas canciones de ahí.

-¿Fue difícil elegir qué canciones versionar?

-La elección fue hecha por Leandro Bulacio, tecladista y director dentro de la banda, y por Patricia, mi pareja y manager. Yo no me metí y me encantó, me sentí simplemente como un guitarrista y cantante de la banda. Y la verdad es que la pegaron. El disco tiene arreglos, pero es rock, por más que haya baladas.

De sus años en Serú Girán, Lebón regrabó aquí «Parado en el medio de la vida» (junto con Calamaro) y «Mundo agradable» (con Ricardo Mollo), perteneciente al último álbum de estudio de «los Beatles argentinos», grabado en su esperado regreso, en 1992. «Para mí, ese disco es el Álbum Blanco de Serú, es el mejor. Por lo que yo vivía dentro de la banda, en Parque Leloir, donde empezamos a componer las canciones, fue muy fuerte. Y por eso salieron así de fuertes las canciones. Charly fue muy generoso con nosotros, porque él podía componer, como Luis [Spinetta], quince temas en quince minutos, como buen músico clásico que es. Toca rock, pero es rock clásico. Rick Wakeman no puede tocar como él ni hacer canciones como ?Los Dinosaurios’».

-Que no esté Charly entre los invitados, al menos, es extraño, teniendo en cuenta la relación que tienen.

-Es muy simple, si lo pensás: Yo no quiero insinuar Serú Girán. Ya está Serú. Fue una banda fuerte por muchas razones: por el tiempo, por el momento, por cómo llegamos nosotros, rompiendo todo. Primero nos dieron una patada en el culo, pero tuvimos paciencia y amor. Pero lo que sí, así como Pedro participó en el disco, por ahí más adelante grabemos con Charly dos o tres bellos temas hechos por los dos y los editemos en un simple o algo así. Porque con él, podemos hacer como hicimos en el primer disco de Serú Girán, encerrarnos en el cuarto de él y ponernos a tocar. Con Charly nos amamos. Hay momentos en que sabemos que no podemos estar y hay momentos en que sí. Los dos la tenemos clara. Algo vamos a volver a hacer juntos. Lo único es que, como él está todo el día en la cama, el disco se tendría que llamar Yendo de la cama a la cama.

Lebón se define hoy como «un astronauta musical, que viaja en esta nave que son los escenarios» y sostiene que lo suyo dejó de ser tocar para divertirse para convertirse en una misión. «No podría no hacer lo que hago. Aunque hubiera terminado en una montaña, estaría tocando la guitarra, porque es lo único que sé hacer. Y amo hacerlo».

-Al volver sobre estas canciones, ¿cómo te viste como letrista?

-El otro día le decía a Patricia que me había dado cuenta de que hago buenas letras. En realidad, yo las hago para hacer solos. Yo quiero llegar rápido al solo, no me importa más nada. Pero de ahí salen temas. Al parecer, había un compositor dentro de mí. Hay alguien dentro mío que sabe más que yo, que está acá, en el corazón. Hace mucho tiempo que trato de dedicarme a cerrar los ojos y mirarme adentro, donde hay tanta capacidad y tanta energía. Cuando uno escucha en silencio su respiración, uno puede asustarse, porque tiene mucho poder ahí. Pero como decía antes, después de todo lo que viví, yo ya no tengo miedos.

Fuente: Sebastián Ramos, La Nación