El primer ministro etíope, Abiy Ahmed, artífice de la asombrosa reconciliación entre su país y Eritrea, fue recompensado con el premio Nobel de la Paz.
El pastor Ali Bereino, cuyos días transcurrían apaciblemente cuidando un rebaño de cabras en las llanuras de Etiopía, jamás se hubiera imaginado ni en sus fantasías más osadas que su nombre pasaría a la historia por ayudar a ponerle rostro a uno de los casilleros más antiguos del árbol genealógico de la especie humana.