A sesenta minutos del microcentro porteño hay un lugar sorprendente: una aldea de estilo medieval creada por un hombre que intentó ganarle a la muerte; un paseo desconocido que vale la pena.
Con dos canciones desconocidas y nuevas versiones, un hallazgo en todo sentido. Su voz, rescatada de casetes y cintas originales que grabó en su propio estudio, celebra al artista en su máxima expresión, ciento por ciento Sandro y a la vez más creativo que nunca.