Centro Cultural de la Ciencia: la clave de aprender jugando

El C3 festeja tres años de divulgación creativa y, en 2018, alcanzó un récord de visitantes; hits de esta temporada. Una obra de bioarte fascina a chicos y grandes 

«Ciencia es cultura» es el lema del Centro Cultural de la Ciencia, que celebra sus tres años con un libro institucional que saldrá en marzo. Desde que abrió las puertas en noviembre de 2015, el edificio ubicado en el Polo Científico Tecnológico recibió medio millón de visitantes. Aunque no es estrictamente un museo, al estilo del Bernardino Rivadavia o el de La Plata, el C3 es una de las tres salas nacionales que más público convocó en 2018, después del Bellas Artes y el Cabildo: 230.000 personas; entre ellas, más de 15.000 alumnos de escuelas primarias y secundarias.

A pesar de las restricciones presupuestarias por los recortes de áreas del Estado como Cultura y Salud (el organismo depende de la Secretaría de Salud), el C3 encara 2019 con grandes proyectos y una amplia programación cultural gratuita, siempre con la divulgación científica como foco. A las tres salas permanentes (dedicadas al azar, el tiempo y la información), con actividades interactivas que fascinan a chicos y grandes, durante febrero se puede visitar de jueves a domingos la muestra «Superbacterias», que alerta sobre un problema grave de salud pública (la resistencia de las bacterias a los antibióticos) desde una mirada artística y lúdica.

Durante una visita guiada con Guadalupe Díaz Costanzo, directora del C3, y el equipo de Educación (estudiantes avanzados de Ciencias Exactas de la UBA y Untref que cursan allí la carrera de Formación en Educación y Comunicación Pública de la Ciencia), un grupo de chicos de entre 6 y 10 años hicieron experimentos como si fueran científicos de laboratorio. Observaron por un microscopio bacterias comunes (de esas que están en los picaportes y los teléfonos, por ejemplo), compararon distintas colonias en crecimiento y acribillaron a los guías con preguntas. «¿Cómo se alimentan?»; «¿de dónde salen?»; «¿son peligrosas?» y cosas así. Luego, sacaron sus propias conclusiones. Cuando Díaz Costanzo le pidió a uno de ellos que pusiera un puntaje de 1 a 10 a la muestra, Miguel, de 8 años, respondió sin dudar: «10 y medio».

En las salas 1 y 2, además del laboratorio, hay instalaciones artísticas que representan de manera muy simple cómo se agrupan las bacterias en una superficie: una de ellas es una obra de gran tamaño formada por tubos de ensayo y pipetas de vidrio que contienen líquidos de distintos colores. Es una obra de bioarte, un género en expansión en el país. Otra pieza que acapara la atención de chicos y grandes es un hormiguero de acrílico donde se puede espiar el intenso trabajo de una especie muy laboriosa que no para de cortar y cargar hojitas para alimentarse. Ante la sorpresa del público, el guía explica que con la acumulación de las hojas y la humedad de la tierra se generan bacterias que en la actualidad son objeto de estudio como potenciales antibióticos. Para montar esta muestra, el C3 contó con la colaboración del Science Museum de Londres. Fue la primera vez que el prestigioso museo coprodujo una exhibición en la Argentina.

Costanzo participó del proyecto desde el inicio, que empezó tres años antes de la inauguración. Formada como Física en la UBA, la directora recuerda con emoción la etapa de prueba y error para crear los módulos interactivos del proyecto «Lugar a dudas», que incluye las tres salas temáticas permanentes. En «El azar», una enorme rueda recibe a los visitantes de edades variadas que forman fila para hacerla girar. Cuando le toca a Miguel, el guía lo invita a elegir una variable de cada grupo: hombre / mujer; estaciones del año; equipos de fútbol. Elige hombre, primavera y San Lorenzo. La rueda gira tres veces; el guía registra los resultados y obtiene un porcentaje que indica la frecuencia con que salen esas mismas respuestas.

Al lado, mientras tanto, otros chicos descubren cómo y por qué se inventaron los relojes y de dónde viene esa manía ancestral de medir el tiempo. Cada explicación genera nuevas preguntas. Y esa es, justamente, la idea central de las muestras del C3: no brindar todas las respuestas sino, más bien, abrir el juego a las dudas y las preguntas. Un desafío que el público (la mayoría, familias con chicos en etapa de jardín y de escuela primaria) acepta con ganas.

Muchos de los más de 200.000 visitantes de 2018 se engancharon con las «visitas conversadas» que se ofrecen los sábados y domingos a la tarde. Además de preguntar, explorar y tocar, es una gran oportunidad para dialogar e intercambiar experiencias sobre la ciencia en la vida cotidiana. «A partir de abril tendremos un nuevo ciclo de entrevistas a científicos, una sala de escape para jóvenes y adultos sobre misterios forenses y visitas conversadas sobre la historia del tiempo y del azar», contó Díaz Costanzo.

Un hit del año pasado fue la «lucha libre del conocimiento científico», un show que combinó teatro, acrobacia, humor y divulgación científica en un formato muy original: enfrentamientos en un ring entre titanes al estilo de Martín Karadagian y Mister Moto. El personaje favorito fue Dr. Cuántico, que se enfrentó a Albert Einstein, por sus distintas visiones sobre la ciencia. ¿El ganador? Dr. Cuántico, que se sube al ring como villano y termina como superhéroe. Cualquier semejanza con la realidad no es coincidencia, claro. «Dr. Cuántico pegó tan fuerte en el público que nos llegaban muchos mensajes por correo electrónico», recuerda la directora. El que más la sorprendió fue el de una abuela que pidió que le recomendaran libros de física cuántica. Para los interesados en la divulgación científica, en el C3 funciona una biblioteca especializada, una de las pocas (o tal vez, la única) con gran variedad de títulos para chicos y adolescentes de sellos como Iamiqué y Siglo XXI.

Mientras el equipo del C3 hace malabares con el presupuesto para mantener y aumentar la oferta de servicios y actividades, en el edificio de Godoy Cruz 2270 funciona la escuela de Formación en Educación y Comunicación Pública de la Ciencia (que dura dos años, es gratuita y además ofrece becas y salida laboral para los estudiantes). Los guías de las muestras permanentes y temporales aprenden en los talleres cómo facilitar la interacción con los asistentes, entre otras cuestiones. La carrera ya cuenta con 120 egresados.

Entre los planes para este año está confirmado que el C3 será la sede del próximo MICA (Mercado de Industrias Creativas Argentinas). La edición 2019 (del 28 de junio al 2 de julio) tendrá actividades especiales que involucren el cruce y la participación entre artistas, diseñadores y científicos. Entre los proyectos no confirmados, Díaz Costanzo tiene uno bien ambicioso: diseñar una ópera científica para contar hitos de la ciencia con música y teatro. Y entre los sueños o fantasías (o, tal vez, utopía, depende de quién y cómo lo mire) hay uno que cuenta con una gran sonrisa: después de tres ediciones de la Noche de los Museos con el C3 a pleno, a Costanzo le gustaría organizar una Noche de la Ciencia.

Fuente: La Nación