Adrián Suar, Pilar Gamboa y el estreno de «30 noches con mi ex»: «Hay un equilibrio entre el humor y la sensibilidad»

MIRÁ EL TRÁILER. Protagonizan la película y Suar, en su debut como director, propone una comedia pero con la problemática de la salud mental en el medio.

Provienen de mundos diferentes pero se entienden a la perfección. El es hijo de la televisión, donde hizo una larga carrera como actor, productor y programador. El universo predilecto de ella son las tablas, los escenarios teatrales sobre los cuales se formó y a los que siempre está de regreso. Sin embargo, esos caminos paralelos parecen encontrarse en un punto que los hermana: la actuación. Y en su debut como director, Suar propone una comedia, pero con la problemática de la salud mental atravesando el vínculo.

Provienen de mundos diferentes pero se entienden a la perfección. El es hijo de la televisión, donde hizo una larga carrera como actor, productor y programador. El universo predilecto de ella son las tablas, los escenarios teatrales sobre los cuales se formó. Sin embargo, esos caminos paralelos que transitaron Adrián Suar y Pilar Gamboa parecen encontrarse en un punto que los hermana: la actuación. Y no solo eso, agregan. “Tenemos algo parecido, que es que damos la vida por un chiste”, reconoce ella, en la entrevista con Página/12, con motivo del estreno de 30 noches con mi ex, la película que este jueves llega a la cartelera de cine. “Hacemos humor de cualquier situación”, refuerza Suar. Y vaya si es así que en su debut como director cuenta la convivencia forzada de dos ex, pero con la problemática de la salud mental atravesando el vínculo.

30 noches con mi ex parece ser la típica película de Suar, pero no lo es. En el film que dirige y protagoniza, el actor vuelve a interpretar a un hombre de mediana edad con problemas de pareja, pero con una vuelta de tuerca que le posibilita explorar otras dimensiones. La comedia eficaz le hace lugar a la emocionalidad que provoca una problemática no resulta socialmente. Es que en la historia que escribió Javier Gross, “El turbo” acepta el pedido de su hija de permitirle a “La loba” convivir bajo el mismo techo por un mes, como método terapéutico inicial para que su ex pueda reinsertarse en la sociedad, tras varias temporadas encarando un tratamiento cerrado en un instituto psiquiátrico. Hay en ese encuentro -por supuesto- enredos que provocarán situaciones absurdas y grotescas, pero sin que la trama abandone nunca la incomodidad que produce entre los “cuerdos” una persona que padece un trastorno mental.

“Es una comedia emocional”, define Suar a 30 noches con mi ex. Es consciente de que exploró otras aguas en este film. “Hasta ahora, mis películas tenían mucho más que ver con la comedia, mientras que en esta lo emocional juega un papel relevante. El tema de la salud mental le suma otro aditivo a la historia”, puntualiza. “Pensamos mucho en cómo hacer de esta historia una comedia, cómo no ser solemnes y a la vez no tomarnos en broma el tema de la salud mental. Era un desafío muy riesgoso. Había que entender bien el lenguaje que íbamos a manejar para contar esta historia, cómo la íbamos a abordar. Y nos pusimos de acuerdo en ir a fondo, en hacerlo desde la verdad emocional”, agrega Gamboa.

La película asume varios riesgos: no solo aborda la problemática de la salud mental, sino que además lo hace desde la comedia.

Adrián Suar: -La tenía en mente desde hace rato. Me gustaba la historia, que no se trataba solo de pasar tiempo con una ex sino con una problemática de fondo que volvía todo más complejo. No queríamos caer en la sátira ni en la caricatura. No lo hubiera hecho jamás. Sabía que era un tema delicado, por lo que me asesoré con equipos de psiquiatras. Conozco el tema, lo he trabajado en otras ficciones, como Vulnerables o Locas de amor… Pero sentía que no quería volverme solemne con el tema de la salud mental, quería abordarlo sin perder dosis de comedia. La película no se burla del personaje. El humor surge de las situaciones y de los vínculos que se crean, mas allá de la salud mental.

Pilar Gamboa: -Me encanta la comedia, el humor me salva de todas las situaciones de la vida. El único leño en alta mar es el humor y poder reírse. El desafío fue no reírse de la “loca”, sino construir algo más prismático, que tuviera diversas dimensiones, que no la puedas encasillar. No soy muy prejuiciosa. Leí el guión y me resultó muy lindo para actuar. Lo leí, me reí, me emocioné y me dio mucho imaginario para hacer. Ojalá la película haga reír, que no es poco, y ademas pueda abrir preguntas sobre nosotros y nuestra relación con la locura.

Por lo general, la locura sigue siendo un tema tabú y delicado. ¿Cómo la encararon desde la comedia?

P. G.: -La locura no es algo ajeno a mí. Hay gente que nunca se topó con gente con problemas mentales. En mi caso, me topé con varios, entre ellos mi abuela materna. La “locura” tiene algo muy ficcional y encantador, a la vez que es muy doloroso, porque tanto el que padece un trastorno como el entorno la padecen mucho. La película no cuenta la vida de una “loca”, sino todo lo que nos pasa a nosotros alrededor de alguien que padece un trastorno mental. La película pone la lupa en la manera que tenemos los supuestamente cuerdos de relacionarnos con los “locos”. La actuación misma, mi composición, está también narrada por la mirada de los otros. La película generara los juicios de valor de cada cual, pero creo que es un film que no es solamente una comedia ni solamente un drama. Tiene una partitura más novedosa que “una comedia de Adrián Suar” (risas). Es una película difícil de encasillar, lo que la vuelve atractiva.

A. S.: -No soy políticamente correcto. Me gusta hacer humor con cualquier tema. En Inmaduros, que es una obra en tono de comedia liviana nos metemos con la deconstrucción y el machirulismo y hago humor con eso. El humor es un espacio que sirve para abordar cualquier tema. El de la salud mental es un tema delicado, hay que tener cuidado y no caer en la estigmatización, que es algo muy presente en la sociedad. La película tenía que tener un equilibrio entre el humor y la sensibilidad.

El foco de la película no está puesto en lo que le pasa a ella sino lo que le pasa a los supuestamente “cuerdos” con los diferentes, con los que se salen del ciudadano medio instituido…

A. S.: -Buscamos eso. Quedé conforme con las situaciones de humor, en las que fuimos a fondo. Una de las cosas que no quería era hacer dos películas en una. Que haya una película graciosa en la primera mitad y después otra solemne y donde se empieza a lagrimear… Pasa eso… Yo he cometido errores y traté de escapar a eso. No me gustan las películas a las que se les ven los piolines. En 30 noches con mi ex todo se mueve orgánicamente.

P. G.: -Tengo un gran amigo que es psiquiatra y le consulté mucho. Y conocía el tema porque tuve una abuela psicótica, entonces ese vínculo personal me abasteció de recuerdos sensoriales. Mi foco estuvo puesto en generar verdad emocional en esos momentos mas desoladores de la enfermedad. Esa fue mi búsqueda. Que lo que pasara en una escena me pusiera a mí, incluso, en jaque como actriz. Era una manera de abordar el tema respetuosamente, sin ser solemne ni caer en la caricatura. Cierta “locura” tiene y provoca picos emocionales que van de la risa al llanto sin transición. La definición de “locura” también es cuestionable en el mundo actual. ¿Quién es el “loquito”, acaso?

La película aborda la salud mental desde la desmanicomialización del paciente, un paradigma moderno que está en pleno desarrollo. ¿Cómo creen que la van a recibir los espectadores?

A. S.: -Sí, teníamos claro que debíamos contar ese aspecto. Queríamos iluminar que la psiquiatría moderna tiende a la “externación” del paciente. Está quedando atrás la idea de que al loco o al diferente hay que encerrarlo. Eso cambió muchísimo. La psiquiatría moderna cambió mucho al paradigma que había hace 30 años, cuando se internaba sí o sí al paciente con problemas mentales y nos instaló esa imagen del chaleco de fuerza puesto. Antes se empastillaba hasta el orto a quien padecía algún trastorno mental…

P. G.: -La internación compulsiva de quienes unen algún problema mental está demodé para casos como el que tiene “la Loba”, que son completamente externables.

La producción televisiva, la Argentina y el mundo

Bicho televisivo que en los noventa abrió el camino a la producción independiente, Adrián Suar hace casi tres décadas que produce contenido audiovisual sin parar. Hace dos años, el productor le dijo a Página/12 que si no reestructuraba la productora, Polka debía cerrar, ante el nuevo escenario que establecieron las plataformas de streaming. “Tuvimos que reestructurar, estamos caminando”, cuenta sobre este proceso que encaró en su productora, que acaba de estrenar María Marta: el crimen del country para HBO Max y pronto hará lo propio en El Trece con la segunda temporada de ATAV. “Éramos 300 trabajadores y ahora estamos en 140. Es difícil tener una compañía con tanta gente. Ahora está más ordenada, antes estaba desbordada. La inflación es brava para todos, para los que trabajan, para los que producimos, para los que están en relación de dependencia, para los que no… Argentina no te da tantas buenas noticias en ese orden de previsibilidad como para decir ‘che, tengo 3 años de previsibilidad para poder proyectar’. Estás siempre en alerta porque pasan cosas todo el tiempo. Me pasa a mí y le pasa a todo el mundo. No estoy diciendo nada que no le suceda a la mayoría de los argentinos”, puntualiza.

Más allá del audmundo iovisual, ¿cómo ve al mundo y a la Argentina hoy en día?

-El mundo está difícil, no solo Argentina. Son años raros, entre la pandemia, la guerra, la falta de liderazgos, no hay un poco de tranquilidad, hay mucho individualismo… Hay gente que está en el poder que…Trump fue presidente de Estados Unidos, después vino Biden y no lo entiendo, Putin no me gusta, Bolsonaro tampoco me gusta… No se perciben líderes que uno escuche y que perciba que dicen cosas inteligentes y lindas. No aparecen líderes que inspiren. No solo personas: tampoco proyectos. Creo que en algún momento vendrá algo bueno en el mundo, espero, después de la pandemia…

-¿Es optimista?

-No sé si hoy, dentro de un año o cinco. Ojalá mejore. Lo que está claro es que este modelo de individualismo y de concentración extrema de la riqueza no va más. Hay algo que el mundo tiene que cambiar. El ser humano en este puto planeta tierra va a tener que barajar y dar de nuevo.

-¿Y cómo ve a la Argentina, en ese contexto?

-Y… con problemas. Es un país en el que tenemos problemas endogámicos, que arrastramos desde hace 30 años. Me da la sensación de que si la clase política no se pone los pantalones largos va a ser difícil. Soy de los que pregono que la oposición y el oficialismo se tienen que poner de acuerdo en políticas de Estado. Más allá de las diferencias, porque acá no hay una derecha tremenda y una izquierda tremenda. Salvo con los milicos y el terrorismo de Estado, yo creo que con el resto se puede dialogar. Hay que defender la democracia, y defendiendo la democracia, hay que tratar de generar acuerdos. Parece una frase hecha, pero yo soy de los que creen que se puede hacer. Si no lo hacen, es porque no les conviene. Nadie quiere entregar la caja. Es lo que creo. Una cosa es lo que dicen en cámara y cuando se apaga… se enciende Gimonte. Todos. Los pseudos de izquierda, los pseudos de derecha… se apaga la luz y se preocupan por la caja. Por lo menos que entre caja y caja traten de ponerse de acuerdo para que la gente la pase mejor.

¿Usted sigue produciendo, sin embargo?

-Es mi oficio, es mi hobby al mismo tiempo. No me pongo ninguna medalla. Soy un hacedor nato. Lo seguiré haciendo a no ser que me funda. A veces gano, a veces pierdo… el año pasado perdí y otros años gané.

-Podría hacer las valijas e irse a otro lado, como hicieron algunos.

-No, no, yo no podría trabajar en otro lugar que no sea Argentina. Siento que este país me dio todo, soy feliz estando acá, me gusta… Y después de los 50, además, no tengo ganas… Me fue bien acá. Tengo trabajo. Se como es este país. Me quejo, como se queja el que se levanta a las 6 de la mañana y ve cómo la inflación le come el salario real… Pero a mí me ha ido muy bien en Argentina. No hablo por mí. Veo a la gente. Soy de los que cree que si la gente está mejor, va más al teatro, va más al cine, consume más… Si a los que menos tienen o a la clase media los ayudás, más consume y más ayuda. Pero en Argentina hablamos de cosas que el mundo ya no habla. Nos cerramos, después vienen otros de políticas más de derecha y también hacen un desastre para la Argentina, y después los de más izquierda se quieren cerrar al mundo y sin inversión… Y yo creo que la inversión es importante, creo que ayuda, con reglas claras… Pero yo no me dedico a la política. Soy un ciudadano que solo dice estas boludeces.

El salto a la dirección

Tras ser dirigido en la pantalla grande por Juan Taratuto, Diego Kaplan, Marcos Carnevale, Daniel Barone, Alberto Lecchi y Juan José Campanella, entre otros, Adrián Suar se animó a dar el salto a la dirección en 30 noches con mi ex. “Fue el resultado de un proceso natural de tantos años de producir y actuar”, reconoce Suar. ”Había dirigido -cuenta- algunas escenas de estudio en Vulnerables y siempre estuve interesado en la dirección. Sabía que tarde o temprano iba a ser un camino a transitar”. Claro que su ópera prima tuvo la dificultad, además, de que también la protagonizara. ¿Cómo fue esa experiencia dual? “Me resultó cómodo, porque se trataba de una película que trabajé desde su génesis. Conocía muy bien la historia, sabía qué era lo que tenía que hacer y cuando tenés las cosas claras en tu cabeza, todo es más fácil. Las cámaras nunca fueron un tema para mí. Traté de pensar con sentido común, trabajando la emoción y que los actores se sientan cómodos en el set. Creo que la mayoría de los actores con experiencia y ganas pueden llegar a dirigir”, reflexiona. Sobre su manera de filmar, el también actor y productor se descubrió “prolijo” como director. “Hay algo de oficio y mucho de preparación. Cada uno tiene su manera. Hay quienes filman mucho y después trabajan largamente en edición. Hay quienes van con lo justo y solo filman los planos que ya tienen su cabeza. Yo soy de los que filman lo justo para la película”, se confiesa. A su lado, Gamboa asiente y agrega que en el Suar director se topó con algo nuevo. “Algo que hizo y que nunca lo había visto -cuenta la actriz- es que editaba la película mientras filmaba. Nunca vi esa metodología de trabajo. Y en la actuación, fue muy permeable a los aportes que podía hacerle. No se imponía su visión porque sí. Fue muy respetuoso de la primera intuición de la actriz, o sea yo. Le gusta la actuación, es actor, amen de que la última decisión la tomaba siempre él”.

Fuente: Página 12