Amor, familia, sexo, separaciones: Cinco preguntas sobre las relaciones personales que todos solemos hacernos alguna vez y sus respuestas

Mantener un vínculo sano con otra persona no es nada fácil y es por eso que a lo largo de nuestras vidas surgen interrogantes alrededor de estos temas, que van desde la infidelidad hasta la dificultad para expresar lo que sentimos

Hoy quiero compartirte algunas de las preguntas que me suele formular la gente en las charlas que brindo por todo el país:

1. ¿Una separación de pareja puede ayudar a madurar?

En realidad, todo lo que vivimos nos ayuda a madurar. Una vez, un rabino me dio la mejor definición que escuché de sabiduría: “Sabiduría es aprender de todo y de todos, todo el tiempo”. Cada experiencia vivida, sea positiva o negativa, debería dejarnos siempre alguna enseñanza.

2. Me separé después de 29 años y, ya que pude dejar a un psicópata, desparecieron todas mis dolencias. ¿Es posible volver a empezar a los 60?

Mucha gente renace luego de una separación; especialmente, cuando hubo un vínculo tortuoso. Imaginemos, por un instante, el pasar diez, quince o veinte años con alguien que insulta, descalifica, cosifica y no considera al otro. Cuando la persona se separa, por lo general, siente que le falta adrenalina porque toda esa situación le generaba adrenalina negativa. Aunque su vida era como caminar sobre la incertidumbre, ahora se pregunta: “¿Quién soy yo sin mi pareja?”. Pero lentamente empieza a recuperar todo lo perdido. Yo suelo preguntarle a quien está atravesando una separación: “¿Cómo eras vos antes de conocer a tu pareja? ¿Qué aspectos considerás que perdiste durante el tiempo que pasaron juntos?”. Y, después de que me comparte cómo era antes, le digo: “Bueno, vamos a armar un plan para recuperar todo eso”. Cuando la persona logra recuperar esa vida, es feliz.

3. ¿Por qué, casi siempre, la persona que tiene un amante no se separa de su pareja?

Hay muchas explicaciones; una podría ser que “donde se ama, no se desea y donde se desea, no se ama”. Entonces, en esa situación, la persona tiene el “equilibrio perfecto”. Es decir, que está con alguien que ama, pero no desea, no hay eros; y, por otro lado, donde hay eros, no hay amor. Así se mantiene una especie de homeostasis. Por tanto, cuando se ve obligada a elegir, siente que pierde porque, si va para acá, pierde el amor; y, si va para allá, pierde el eros. Por lo general, decide mantener una tensión permanente entre ambas relaciones.

Al infiel le cuesta dejar a su pareja, ya que en su amante encuentra el eros, pero no el amor
Al infiel le cuesta dejar a su pareja, ya que en su amante encuentra el eros, pero no el amordiy13 – Shutterstock

4. Estoy triste porque mi hijo me hizo sentir mal en una cena familiar. Me deprime cada vez que me ataca delante de la gente. Yo trato de dar lo mejor para ayudarlo, pero él no valora lo que hago. ¿Cómo hago para sobreponerme a estas situaciones que me hieren?

Si el hijo es adolescente, hay que resistir porque este aborda por lo negativo y siempre nos va a cuestionar. Podemos decirle: “Está bien como vos lo pensás, pero yo lo veo distinto”. Hay que plantarse firme, sin derrumbarse ni derrumbar al adolescente. Si el hijo es adulto, los padres ya no son responsables por las cosas que le transmitieron. El adulto sí es responsable de sus ideas. Entonces, ¿qué va a hacer ahora con lo que tiene en mente? Si nuestros padres nos transmitieron miedo cuando éramos chicos, ¿qué vamos a hacer con eso que sentimos ahora? Si no somos conscientes de ello, seguiremos actuando como niños que les echan la culpa de todo a los demás. Y tal actitud, muchas veces, esconde el miedo a crecer.

5. ¿Qué puedo hacer para no guardarme lo que pienso? Quisiera ser de esas personas que dicen todo lo que piensan, pero no puedo porque soy tímida y callada.

De a poco, debemos entrenarnos en expresar lo que pensamos; cada vez que sentimos algo, tenemos que verbalizarlo en una frase breve. Además, hay gente que nunca se calla. Eso no está bien tampoco. Lo ideal es encontrar un equilibrio entre hablar y callar.

Fuente: Bernardo Stamateas, La Nación