Argentinos en Harvard: la experiencia de estudiar en la universidad más prestigiosa del mundo

Cinco jóvenes que acaban graduarse hablan sobre sus proyectos a futuro y, al describir su paso por el campus estadounidense, destacan la flexibilidad de los planes de estudio, la cantidad de actividades extracurriculares y la propuesta pedagógica basada en un rol activo del estudiante

¿Cómo es estudiar en la universidad más prestigiosa del mundo? Julieta Cabezón Cruz, Fernando Morera, José Ignacio Nolazco, Agustina Ollivier y Joaquín Tomé son cinco jóvenes argentinos que acaban de terminar sus maestrías en Harvard. Conversaron con Infobae sobre sus trayectorias, su experiencia como alumnos en la universidad más reconocida de Estados Unidos y sus proyectos a futuro.

Harvard ocupa los primeros puestos en todos los rankings internacionales: está primera en las listas de CWUR, ARWU y Webometrics, y dentro del top 5 mundial según las mediciones de QS y Times Higher Education (THE). Más allá de los indicadores que toma cada ranking, los flamantes egresados argentinos describieron en primera persona las particularidades de estudiar allí.

Todos ellos coincidieron en que el sistema educativo argentino les dio las herramientas necesarias para enfrentar el desafío. “La educación de grado en Argentina es muy buena y te prepara para estar al nivel de una universidad como Harvard. No obstante, la aproximación al campo de estudio, los recursos disponibles y las posibilidades de conexiones o intercambio son muy diferentes”, planteó Joaquín Tomé, egresado de la maestría en Planeamiento Urbano y presidente de la Sociedad de Estudiantes Argentinos de Harvard (HASS, por las iniciales en inglés).

Uno de los aspectos que más destacaron es la diversidad de compañeros y profesores de todo el mundo. “Ha sido una experiencia verdaderamente transformadora estudiar y compartir clases con profesionales de diversos orígenes, especialidades e intereses. La variedad de nacionalidades, culturas y religiones representadas proporcionó un ambiente de aprendizaje único y muy enriquecedor”, describió José Ignacio Nolazco, magíster en Ciencias Médicas en Investigación Clínica.

La dinámica de las clases, organizadas en función de un rol activo de los estudiantes, es otro rasgo relevante. “La participación en clase se fomenta mucho, y eso permite también expresar lo que uno piensa, debatir y tener un pensamiento más crítico. Obviamente esta experiencia se incrementa y nutre por más de 90 compañeros de 33 nacionalidades diferentes”, contó Julieta Cabezón Cruz, de la maestría en Administración Pública y Desarrollo Internacional.

“Uno se prepara con anticipación, leyendo todo aquello que es asignado. Luego, en clase, la discusión se centra en interrogar y profundizar en esos conceptos, en lugar de repetir aquello que uno ya leyó. Los profesores generalmente orquestan la discusión y el aprendizaje es multidireccional: uno aprende tanto del docente, como de otros alumnos”, agregó Fernando Morera, graduado de la maestría en Gestión de Operaciones Clínicas.

La propuesta pedagógica es menos enciclopedista y más orientada a la aplicación del conocimiento, explicaron los entrevistados. “La mayoría de los cursos están enfocados en el desarrollo de habilidades para intervenir en problemas complejos de la realidad, con trabajos prácticos que tienen sentido más allá de la evaluación. Por ejemplo, en una materia trabajé con el gobierno de Uruguay para analizar sus políticas de formación docente y proponer recomendaciones, que fueron luego publicadas en un libro”, contó Agustina Ollivier, de la maestría en Diseño de Aprendizaje, Innovación y Tecnología.

Los planes de estudio flexibles e interdisciplinarios, abiertos a la posibilidad de que un estudiante elija cursos de distintas facultades, también marcaron la experiencia de los graduados argentinos. “A pesar de estar basado en la Escuela de Medicina, pude tomar cursos electivos en otras escuelas de Harvard. Por ejemplo, cursos sobre estrategia y tecnología, fondos de capital de riesgo, biodiseño y emprendedurismo en biotecnología en las escuelas de Negocios, Derecho e Ingeniería”, enumeró Morera.

“Me llamó mucho la atención cómo las soluciones a los problemas que estudiamos no se buscan exclusivamente dentro de la disciplina que define o analiza ese fenómeno. Por el contrario, se exploran alternativas fuera de la disciplina, es un constante ejercicio de expandir la frontera de posibilidades y conocimientos”, señaló Tomé.

Los entrevistados también resaltaron el desarrollo de habilidades blandas, algo que sorprendió a Julieta Cabezón, que había elegido una maestría con un perfil cuantitativo: “Me encontré con materias que me permitieron autoconocerme mucho más, tener más curiosidad y humildad al darme cuenta de había muchas que yo no conocía de misma. Creo que eso es lo que más valoré de la educación en Harvard: tener espacios para aprender de escritura, liderazgo y comunicación, entre otras materias”.

La amplia oferta de actividades extracurriculares fue otro plus fundamental. “Hay tantas oportunidades que es imposible aprovecharlas todas. Cada semana recibía un mail con más de 30 eventos y talleres o aplicaciones a pasantías. A veces coincidían tres eventos que me interesaban y tenía que elegir estratégicamente con qué comprometerme. Muchas de estas experiencias son organizadas por estudiantes y cuentan con el apoyo de la universidad, que reconoce oficialmente clubes y asociaciones, garantiza espacios y brinda fondos para catering o materiales”, describió Ollivier.

Quiénes son nuevos graduados argentinos

Joaquín Tomé es magíster en Planeamiento Urbano y preside la Sociedad de Estudiantes Argentinos de Harvard.

Joaquín Tomé es magíster en Planeamiento Urbano y preside la Sociedad de Estudiantes Argentinos de Harvard.

Joaquín Tomé es de Buenos Aires, tiene 33 años y acaba de terminar la maestría en Planeamiento Urbano en la Escuela de Posgrado en Diseño. Además, preside la Sociedad de Estudiantes Argentinos de Harvard. “La posibilidad de Harvard apareció luego de obtener la beca Fulbright, y obviamente el camino es arduo: exámenes de inglés, matemática, lógica y escribir múltiples ensayos. En ese recorrido pensás muchísimo por qué querés hacer esto y organizás tus prioridades”, contó. En Argentina, Joaquín trabajó en el sector público y fundó el Centro de Estudios Económicos Urbanos de la UNSAM.

Junto con otro grupo de estudiantes de Harvard, creó el “Laboratorio de Ideas Sostenibles”, un espacio de colaboración de profesionales vinculados a las políticas públicas aplicadas en contextos urbanos con foco en el Cono Sur. Sus próximos pasos incluyen dar clases y seminarios en el Instituto de España (Madrid), el ETH (Zurich) y Science Po (París). De cara al futuro, explicó: “Me gustaría volver a colaborar en el ámbito público desde las áreas en las que sé que puedo aportar, tales como desarrollo urbano, cambio climático y financiamiento de políticas públicas urbanas”.

Agustina Ollivier, graduada de la maestría en Diseño de Aprendizaje, Innovación y Tecnología.

Agustina Ollivier, graduada de la maestría en Diseño de Aprendizaje, Innovación y Tecnología.

Agustina Ollivier tiene 30 años y se recibió de la maestría en Diseño de Aprendizaje, Innovación y Tecnología en la Escuela de Graduados en Educación. En Argentina coordinaba proyectos de investigación aplicada y diálogo público en temas de política educativa en CIPPEC. “Siempre me atrajo la idea de vivir la experiencia de estudiar afuera y entrar en contacto con otras formas de pensar e intervenir en la realidad”, dijo. Para ella la oportunidad se hizo posible también gracias a una beca Fulbright, que le cubrió el costo de vida, pasajes y seguro de salud. Además, la complementó con otras cinco becas: Archibald, Fortabat, Generation Google, PEO International Peace Scholarship y Equity and Inclusion Fellowship.

Sobre su futuro, afirma: “Mi objetivo es contribuir a la construcción de una educación más justa, significativa y sostenible en Argentina y América Latina. En la maestría me dediqué a formarme en tres áreas: políticas educativas de innovación y tecnología, ciencias del aprendizaje con foco en comprensión lectora, y liderazgo en equidad e inclusión. Vuelvo al país con entusiasmo por poner en práctica todo lo que aprendí. Desde apoyar el desarrollo de políticas públicas para mejorar los aprendizajes en primaria o secundaria, hasta trabajar con universidades para repensar cómo se están formando las próximas generaciones de profesionales en educación”.

Fernando Morera es abogado y contador, pero acaba de terminar una maestría en Gestión de Operaciones Clínicas en la Escuela de Medicina.

Fernando Morera es abogado y contador, pero acaba de terminar una maestría en Gestión de Operaciones Clínicas en la Escuela de Medicina.

Fernando Morera tiene 37 años, es porteño pero vive en Estados Unidos desde 2015. Su maestría fue en Gestión de Operaciones Clínicas, en la Escuela de Medicina. Sin embargo, no es médico, sino abogado y contador formado en la UBA. Descubrió su pasión por la salud en 2017, a partir de una dolorosa experiencia personal: su papá falleció tres meses después de que le diagnosticaran cáncer de páncreas. Luego, en 2020, a pocos meses de haberse declarado la pandemia, Fernando ayudó a una startup del MIT a desarrollar e implementar una tecnología open source (abierta) de rastreo de contactos. “Esta tecnología fue esencial para reducir la transmisión del virus en varias jurisdicciones y contó con el apoyo de la Organización Mundial de la Salud, Mayo Clinic, voluntarios de MIT y Harvard, y varios ministerios de salud a nivel mundial”, repasa.

En el corto plazo, Fernando quiere enfocarse “en consultoría estratégica vinculada a la gobernanza de tecnologías digitales, con foco en aplicaciones biomédicas: por ejemplo, cómo asegurar que algoritmos usados para tomar decisiones vinculadas a la salud sean equitativos y transparentes”. En el mediano y largo plazo, su sueño es “poner esta experiencia al servicio de Latinoamérica y desarrollar tecnología que permita la detección temprana de pacientes con riesgo oncológico alto, de forma tal de prevenir la enfermedad a través de intervenciones proactivas o, cuando esto no fuera posible, conectar esas personas con terapias o estudios clínicos oncológicos de manera más eficaz y eficiente”.

Julieta Cabezón junto con otros tres argentinos en Harvard: Matías González Orozco, Pablo Tillan y Enzo Domínguez Prost.

Julieta Cabezón junto con otros tres argentinos en Harvard: Matías González Orozco, Pablo Tillan y Enzo Domínguez Prost.

Julieta Cabezón Cruz tiene 32 años, nació en Buenos Aires pero creció en Mendoza. Eligió la maestría en Administración Pública y Desarrollo Internacional en la Escuela de Gobierno Kennedy. Ella estudió Economía en la Universidad Nacional de Cuyo y después trabajó en el Ministerio de Producción de la Nación en áreas de calidad, financiamiento y exportaciones. Su pareja, Matías, compartía el sueño de estudiar en el exterior: ambos se postularon y quedaron seleccionados para hacerlo en Harvard. “Me acuerdo de hablar con otra argentina que estaba estudiando acá que me dijo: ‘El no ya lo tenés, ¡aplicá!’. Como muchas otras personas que agradezco haberme cruzado en el camino”.

El año que viene, Julieta estará trabajando en Bain & Co en Santiago de Chile, para estar más cerca de Argentina. Sobre el futuro, explica: “Espero poder seguir aprendiendo y aportando al desarrollo de las empresas de la región, conociendo sectores y problemáticas diferentes y de alcance regional. Mientras tanto, seguiré dando clases virtuales en Harvard, en donde estuve trabajando estos años en el programa de liderazgo público con alumnos de todo el mundo, en metodologías de diseño, implementación e innovación en políticas públicas”.

José Ignacio Nolazco se graduó de la maestría en Ciencias Médicas en Investigación Clínica en la Escuela de Medicina.

José Ignacio Nolazco se graduó de la maestría en Ciencias Médicas en Investigación Clínica en la Escuela de Medicina.

José Ignacio Nolazco tiene 33 años, es porteño y terminó la maestría en Ciencias Médicas en Investigación Clínica en la Escuela de Medicina. José estudió Medicina en la Universidad Austral y se especializó en Urología en el Hospital Italiano y en la UBA. Como para muchos otros argentinos, una beca Fulbright fue la llave para poder acceder a Harvard: “Tras quedar seleccionado, me preparé durante un año para las aplicaciones a varias universidades y para los exámenes de admisión. También recibí otras dos becas: Amalia Lacroze de Fortabat y Mónica Mourier de Archibald. Luego de ser admitido en la maestría, me contrataron como investigador en la división de cirugía urológica del Brigham and Women’s Hospital, afiliado a la Escuela de Medicina de Harvard”.

José continuará trabajando allí como investigador en urología. Entusiasmado, cuenta: “Esta experiencia me permitirá poner en práctica los conocimientos adquiridos durante estos dos años de estudio y seguir aprendiendo”.

Fuente: Infobae