Cinco artistas argentinos en la gran muestra de surrealismo que inauguró la Tate Modern de Londres

La titánica muestra “Surrealismo más allá de los bordes” dará cuenta de este movimiento histórico del arte. Obras de Antonio Berni, Juan Batlle Planas y Horacio Coppola se exhibirán junto a las de Salvador Dalí, Marcel Duchamp, André Breton y Frida Kahlo.

Hay tantos surrealistas como artistas dispuestos a explorar sus inconscientes. Fue bajo esa premisa, de algún modo, que el Metropolitan Museum de Nueva York y la Tate Gallery de Londres se propusieron organizar una titánica muestra sobre este movimiento. Una que vaya más allá de aquel selecto grupo de extravagantes señores que lo fundaba en París, hace casi cien años.

Surrealism beyond borders (algo así como Surrealismo más allá de los bordes) se llama la exposición que pudo verse el año pasado en Estados Unidos y que ahora cruza el océano. En ella se dan cita, además de los infaltables René Magritte, Roberto Matta o Leonora Carrington, un gran número de artistas, activos entre 1920 y 1980 alrededor del mundo, que aplicaron alguna de las varias recetas surrealistas para evocar el maravilloso y terrible mundo que habita detrás de la consciencia. Cinco argentinos se destacan entre ellos.

Con una obra propia de su breve paso por el surrealismo se presenta en la muestra Antonio Berni. Llegado a Europa en plena ebullición del movimiento, en París conoció a Bretón (alma páter del surrealismo) a través del poeta Louis Aragon. Como en muchas de sus otras pinturas de principios de los años 30, Landrú en el hotel es un óleo de pequeño formato insuflado por una atmósfera pesadillesca.

Antonio Berni, artista plástico. Llegado a Europa en plena ebullición del movimiento, en París conoció a Bretón (alma páter del surrealismo). / Foto: Archivo Clarín





BERNI ING ARCH.

Antonio Berni, artista plástico. Llegado a Europa en plena ebullición del movimiento, en París conoció a Bretón (alma páter del surrealismo). / Foto: Archivo Clarín BERNI ING ARCH.

El lienzo es el retrato de un famoso asesino serial francés, que parece corroído por un dedo ensangrentado y completamente fuera de escala. El apacible paisaje de fondo y los contrastes de tamaño entre las figuras son un recurso utilizado por otros artistas del movimiento, pero que Berni aplica casi sistemáticamente en sus obras de esos años. Ubicada junto a la célebre Dos niños amenazados por un ruiseñor del alemán Max Ernst, será la primera vez que esta pintura se vea en Londres.

Juan Battle Planas es el otro argentino cuya obra pisa por primera vez suelo inglés. Eslabón fundamental para la instalación del movimiento en Argentina, a diferencia de Berni, Battle se embebió de sus ideas sin salir de Buenos Aires.

Sus series de radiografías paranoicas son verdaderas obras realizadas a partir del dibujo automático (como quien garabatea sin pensar mientras habla por teléfono), muy al gusto surrealista. El mensaje, sin embargo, la elegida por los curadores para exponer en esta muestra, es un óleo tardío que, sin formar parte de ese tipo de producción, sirve para dar el presente a un artista mentor de toda una escuela –pequeña pero significativa– de surrealistas en Argentina.

Una obra del argentino Juan Batlle Planas. /  La obra del argentino pisa por primera vez suelo inglés.

Una obra del argentino Juan Batlle Planas. / La obra del argentino pisa por primera vez suelo inglés.

De Horacio Coppola, uno de los introductores del modernismo fotográfico en nuestro país, se verá un fragmento de dos minutos de su film Traum. Rodado en colaboración con Walter Auerbach en Berlín en 1933, el cortometraje tiene el tono onírico propio del surrealismo cinematográfico (Traum, de hecho, significa sueño en alemán) con que el fotógrafo se familiarizó durante su estadía europea para estudiar en la Bauhaus.

También allí conoció a quien fue su esposa, la alemana Grete Stern, aquí famosa por la utilización del fotomontaje (uno de los procedimientos preferidos de los surrealistas) para ilustrar las cartas de las lectoras de la revista Idilio.

Parece una paradoja, pero las dos mujeres en este quinteto son al mismo tiempo las “menos argentinas” y las “más surrealistas”. Es que tanto Eileen Agar como Leonor Fini nacieron en Buenos Aires, pero muy pronto migraron a Europa. Mientras Agar recaló con su familia en Inglaterra a la edad de diez años, la Fini lo hizo en Trieste siendo apenas un bebé de dos.  

Horacio Coppola.  Fue uno de los introductores del modernismo fotográfico en nuestro país. En la muestra londinense  se verá un fragmento de su film "Traum", rodado en colaboración con Walter Auerbach en Berlín en 1933. / Foto: Archivo Clarín

Horacio Coppola. Fue uno de los introductores del modernismo fotográfico en nuestro país. En la muestra londinense se verá un fragmento de su film «Traum», rodado en colaboración con Walter Auerbach en Berlín en 1933. / Foto: Archivo Clarín

Con las vanguardias al alcance de la mano, ambas exploraron libremente los lenguajes artísticos en boga durante los años veinte y treinta. Agar trabajó en el collage y la escultura. Sus obras participan del tono siniestro y agobiante propio del surrealismo. Más objeto que escultura, su Ángel de la anarquía (obra presente en esta muestra) es una cabeza sin rostro, o con el rostro suprimido por toda suerte de desconcertantes texturas de fantasía: plumas, caracoles, sedas. Agar expuso con los surrealistas en más de una ocasión, y se codeó con todos ellos, pero nunca se consideró oficialmente parte del grupo.

La expo londinense estará íntegramente dedicada a este movimiento revolucionario que surgió en París alrededor de 1924, que priorizó el inconsciente y los sueños sobre lo familiar y cotidiano.

Probablemente obedeciendo a los mismos motivos (el rechazo a un modo de tratar a las mujeres que era característico y sistemático de los surrealistas, adoradores irrespetuosos, acusadores de las mujeres como peligrosas musas, incapaces de reconocerlas como colegas a su altura) tampoco quiso ser surrealista declarada la pintora y diseñadora de trajes Leonor Fini.

Pintura de Leonora Carrington. Su obra se enmarca en un ambiente de ensueño copado por todo tipo de asombrosas criaturas, / Foto: Archivo Clarín

Pintura de Leonora Carrington. Su obra se enmarca en un ambiente de ensueño copado por todo tipo de asombrosas criaturas, / Foto: Archivo Clarín

Su obra en la muestra es, sin embargo, una suerte de imagen surreal de la posguerra: en la pintura Pequeña esfinge ermitaña, de 1948, una mujer marmórea asoma en el umbral de una puerta, entre las ruinas de una habitación destruida que parece ser tomada por las plantas.

Fini comparte con sus amigas, las también surrealistas díscolas Leonora Carrington y Remedios Varo (cuya hermosa muestra pudo verse en Malba hace un par de años) un ambiente de ensueño copado por todo tipo de asombrosas criaturas, en las que sin embargo siempre hay lugar también para lo sórdido.

Podría decirse que, al menos en las artes visuales, en Argentina el surrealismo fue más un flujo subterráneo, una corriente alterna, un estado de alucinación que se traficó por debajo de algunas pieles poéticas y creció, paciente, por los rincones de los talleres (de Berni y de Batlle, pero también de Lino Spilimbergo, de Roberto Aizemberg, de Mildred Burton, incluso de los más jóvenes Nicola Constantino y Max Gómez Canle, por mencionar algunos).

El fotografo y escritor frances Andre Breton, uno de los impulsores del movimiento surrealista. / Foto: Archivo Clarín

El fotografo y escritor frances Andre Breton, uno de los impulsores del movimiento surrealista. / Foto: Archivo Clarín

Si lo pensamos así, cinco artistas en esta gran exposición es al mismo tiempo que mucho, muy poco. Una mirada más libre podría incluir a otros artistas, pero claro, esa sería otra muestra.

Si lo pensamos así, cinco artistas en esta gran exposición es al mismo tiempo que mucho, muy poco. Una mirada más libre podría incluir a otros artistas, pero claro, esa sería otra muestra.

Esta, por lo pronto, con su vastísimo catálogo de artistas latinoamericanos, africanos y asiáticos, servirá para ampliar la mirada sobre los efectos de un movimiento que, además de influir en el arte, influyó (y cuánto) en nuestro modo de concebir la realidad, y de vincularnos con ella.

Ojalá sirva también para reconocer las influencias, enriquecimientos y cruzas, entre el centro y sus periferias, el Arte y sus historias. Que sea una invitación a abrir los ojos a todos aquellos artistas ignorados y grandiosos, que siguen esperando ser colgados en aquellas grandes salas. 

Fuente: Clarín