El explorador argentino de National Geographic que llegó a una cumbre de líderes mundiales con 23 años

Nicolás Marín descubrió su pasión por los océanos casi por una casualidad, en plena crisis vocacional Hoy, es un reconocido fotógrafo submarino que deslumbra al mundo con su trabajo en el fondo del mar Artista y activista, las organizaciones más importantes del planeta lo quieren en su equipo.

La apasionante vida de Nicolás Marín era difícil de prever. Cuando era chico, recuerda con claridad, le tenía miedo al agua y no le gustaba el mar. Hoy, a los 23 años, es uno de los dos argentinos que integra la selecta lista de exploradores de National Geographic y pasa sus días en las profundidades de los océanos, entre corales y orcas.

Su trabajo como fotógrafo submarino, que empezó casi por una casualidad, lo llevó a convertirse en una de las voces jóvenes más respetadas en temas ambientales. De hecho, se acaba de codear con líderes mundiales en una cumbre internacional sobre defensa de los océanos, a la que fue invitado por su tarea en la preservación de especies en peligro de extinción.

“Nací en San Miguel, no tenía contacto con la naturaleza, lo más cercano era mirar los documentales de National Geographic mientras cenábamos con mi familia, cuando no había partidos de fútbol en la tele. Teníamos casa en Mar del Plata y no me gustaba meterme en el mar porque no se veía el fondo”, relata a LA NACION.

A los 19 años, dejó el país para embarcarse en una aventura, lo que no sabía era que en realidad estaba empezando una vida de película. Después de terminar el colegio y de haber abandonado su carrera de tenista, sintió que el futuro se parecía bastante al abismo. “Estaba muy perdido, me anoté en un curso de creatividad e innovación, y después hice fotografía”, repasa.

En 2019, vio un anuncio de una escuela de buceo en Cozumel que buscaba un fotógrafo y administrador de redes sociales. Se postuló sin demasiada expectativa y a los pocos días llegó la noticia que le devolvió el entusiasmo: había conseguido trabajo en el paraíso. “Yo hacía fotos de marcas, pero nunca debajo del agua. Me dijeron que tenía que hacer lo mismo que hacía en la tierra, pero en el fondo del mar. Tenía que aprender a bucear y me costaba mucho al principio asociarlo con la cámara”, recuerda. Pero la adaptación fue casi inmediata. Y la fascinación también: después de conocer el mundo submarino, se convenció de que ahí quería vivir para siempre.

foto AML
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SU LUGAR EN EL MUNDO

A los 19 años, Nico dejó su casa de San Miguel para trabajar como fotógrafo en Cozumel y descubrió que quería pasar el resto de su vida en las profundidades de los océanos

De la fotografía al activismo

“Lo que veía desde el sillón del living en la pantalla a través de National Geographic, estaba ahí. Me gustaba poder mostrar en fotos lo que encontraba debajo del mar. Además, me empecé a reunir con biólogos para entender más y poder reportar el comportamiento de las especies en peligro. Fue creciendo mi activismo, empecé a formar parte con limpiezas de playas o peticiones de leyes”, indica.

Su interés por la naturaleza, su lucha por el cuidado de los océanos y sus increíbles retratos de la vida submarina hicieron que su nombre empezara a ganarse un lugar destacado, primero en redes sociales y después en ámbitos científicos.

“Nunca había viajado solo, nunca me había lavado mi ropa ni me había cocinado. Todos pensaban que iba a volver al segundo, pero me quedé un año en Cozumel”, explica con orgullo y humildad a la vez.

foto AML
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IMÁGENES FASCINANTESNico recibió premios internacionales por sus fotos submarinas

En 2020 regresó a la Argentina con la intención de pasar unos días en familia y seguir viaje. El próximo destino era Malasia. “Me habían convocado para monitorear los arrecifes de coral en la isla de Borneo, pero todo se frenó por la pandemia”, cuenta.

Las restricciones por el Covid-19 lo encontraron lejos del océano y el encierro en su casa de San Miguel lo derrumbó. “No salía de mi cuarto. Llegué a pensar que iba a perder todo lo que había conseguido”, admite. Pero el destino le tenía reservadas más sorpresas.

Fue en el verano de 2021, durante unas largas vacaciones en Chapadmalal, cuando sintió que comenzaba a retomar su eje. “El mar me volvió a conectar con la vida”, dice. Con ese impulso, se animó a escribir por Instagram al piloto Enrique Piñeyro, que había realizado un vuelo a la milla 200, donde termina la zona económica exclusiva de la Argentina, para evidenciar la enorme presencia de barcos pesqueros extranjeros en las cercanías de las costas.

Nicolás sabía que su perfil era por demás atractivo, pero el mundo recién se estaba abriendo y las iniciativas eran muy acotadas. “Un día estaba saliendo de surfear y me llamaron del equipo de Enrique para viajar a documentar la pesca ilegal en Senegal”, recuerda. Aceptó antes de que terminaran de explicarle la propuesta. Cuando puso un pie en el avión de Piñeyro, volvió a sentir la adrenalina que la pandemia le había quitado.

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APASIONADO

En pocos años, fotografió especies de todo tipo y un avión hundido en el fondo del mar

El llamado más inesperado La siguiente parada fue Aruba, donde se dedicó a registrar animales marinos durante varios meses y a participar de distintas campañas: fundaciones, organizaciones y empresas lo convocaban para impulsar mensajes vinculados al cuidado del medio ambiente. Las limpiezas de playas y las charlas de concientización pasaron a ser tareas habituales de su agenda en la superficie.

Después de trabajar en acciones puntuales con National Geographic, recibió la oferta más inesperada. “Un día me llamó la directora y me dijo ‘Nico, te quiero conocer, me gustaría escuchar una propuesta tuya porque tenés perfil de explorador’”, repasa. Y se emociona como si lo estuviera contando por primera vez.

Su iniciativa Migrantes del Pacífico fue seleccionada entre miles enviadas desde todo el mundo, y en diciembre de 2021 empezó oficialmente su travesía, con un primer tramo en Islas Galápagos, que ya completó, y una segunda fase en Baja California, donde vive actualmente. Todos los días registra con su cámara el comportamiento de ballenas grises, orcas y cachalotes, y además de las cápsulas que produce para Nat Geo, genera contenido para sus redes sociales.

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NÓMADE DE LOS MARESPasa más de ocho horas por día en el agua y recorre el mundo en función de las propuestas que recibe

“En la superficie busco por la respiración del animal o por un salto, y después me sumerjo”, describe. Puede pasar horas relatando lo que sigue después, cuando llega al fondo del mar. “Nunca tuve situaciones de riesgo, el océano es muy sabio. No es como en las películas, tenemos un concepto equivocado de los animales. Ellos interactúan y tienen distintos humores, como nosotros. Un día quizá juegan con vos y otro día pasan al lado tuyo y no quieren saber nada”, explica.

Todas las tardes sale maravillado del agua y asegura que no pierde el asombro. “Me tocó ver cómo las orcas cazan, algo que podría parecer peligroso, pero no lo es. De hecho, me ofrecieron su comida… esos encuentros son únicos”, afirma.

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“Me empecé a reunir con biólogos para entender más y poder reportar el comportamiento de las especies en peligro”, explica Nico

Joven líder

Semanas atrás, fue el argentino más buscado en la conferencia Our Ocean, realizada en la ciudad de Panamá, donde participó como uno de los 100 jóvenes líderes del mundo por su carrera en ascenso y por su compromiso con el medio ambiente.

Subió al mismo escenario que John Kerry, enviado especial para el clima de Estados Unidos, y desde allí pronunció un fuerte discurso para advertir sobre los daños alarmantes que provocan la pesca ilegal y la minería submarina.

Nunca va olvidar el aplauso sostenido que recibió, pero mucho menos el abrazo que le dio minutos después la legendaria exploradora Sylvia Earle, de 87 años, conocida como la dama de los océanos por ser la primera mujer que se animó a las profundidades del mar. No disimula las lágrimas cuando mira la foto que obtuvo con ella.

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MULTIFACÉTICO

Conocer a la prestigiosa exploradora Sylvia Earle fue otro sueño cumplido para este joven que no se queda quieto: además de su trabajo fotográfico, genera campañas para proteger los océanos y brinda charlas de concientización

Tiene una sensibilidad extrema. Y lo atribuye, en parte, a la manera en que fue criado por su mamá y por su abuela durante sus primeros años. Se quiebra cuando habla de ellas.

Su papá biológico abandonó el hogar antes de que naciera Nico. De hecho, tiene un hermano de su misma edad al que no conoce todavía. Lo cuenta con dolor, pero con naturalidad: “Mi papá tuvo un hijo con la nueva pareja en el mismo momento en que me tuvo mi mamá”.

Su vida ya giraba demasiado rápido en ese entonces y, al poco tiempo, todo cambió. Su mamá conoció a Pedro, a quien él llama papá, y llegó Julieta, su hermana (y su debilidad). La situación económica, que durante la crisis de 2001 había sido complicada, se encaminó. Nico nunca se privó de nada y se educó en un colegio privado italiano de San Miguel.

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RESILIENCIA

Pese a las turbulencias familiares durante su primera infancia y las crisis vocacionales en su adolescencia, salió adelante y llegó lejos

Su adolescencia también transcurrió por fuera del molde. Hasta los 17 años se dedicó al tenis, tenía sus sponsors y logró participar de torneos internacionales, a los que iba acompañado de su papá Pedro. Le quitó tiempo a las salidas con amigos y tuvo que faltar en varias oportunidades a clases por sus compromisos deportivos. “Llegan muy pocos a ser Nadal”, grafica cuando explica por qué prefirió dejar la raqueta y buscar por otros caminos.

Hoy, no cambia por nada su vida nómade por los mares del mundo, pero asegura que extraña sus raíces: “Me gusta cada tanto volver a mi casa, volver al sillón desde el que veía los documentales de National Geographic”.