La tecnología en la playa, el dilema a la hora de definir las vacaciones con los hijos

Tomar un respiro de las pantallas no es tan fácil al momento de descansar; especialistas recomiendan aprovechar tiempo de calidad en familia

PINAMAR.- Lucía y Francisco Di Federico están en medio de una ronda de niños que es puro grito y alegría en el balneario El Pájaro. Tienen 11 y 8 años y habitualmente usan sus celulares. Pero no les permiten traerlos a la playa. «De ninguna manera. Sí se los dejamos traer a la costa atlántica para que puedan hablar con sus amigos y mantener el contacto, pero de casa no sale el celular», explica Guillermo, su padre. La PlayStation no tuvo tanta suerte, se quedó en Quilmes.

Como los Di Federico, muchas familias con niños se encuentran frente al dilema de cómo administrar la tecnología en las vacaciones. Permitir llevar las tablets o no, fijar horarios de uso, habilitar la PlayStation, dejar los celulares en casa, ver Netflix solo por la noche.

«Los tres trajimos los celulares. Además, traje mi notebook porque tenía que hacer algunas cosas del trabajo y la iPad por si Juana -de 3 años- se cansaba o aburría mucho durante el viaje. Mi marido se trajo el Apple TV porque pensó que la TV de la casa no era smart. Ahora que te lo cuento, ¡veo que es demasiado!», se ríe Luciana Ferrari, que también es madre de una niña de 11.

Haciendo el recuento tecnológico, Luciana reflexiona que trajeron muchos dispositivos, pero los usan poco. «Mara, la mayor, se trajo libros y casi no usa su teléfono ni mira mucha tele. Si no salimos, tal vez vemos alguna película a la noche. Y el Apple TV vino casi de paseo».

Para la gran mayoría de turistas que alquilan casas o departamentos en esta localidad balnearia, el wifi es considerado un servicio básico. «No importa que la casa tenga cama, freezer, techo ni ventanas, con que tenga wifi es suficiente», grafica Alejandro Fox, de la inmobiliaria EME ESE.

«No se pueden desconectar. En cuanto entran a las casas alquiladas empieza a sonar el teléfono preguntando cuál es la clave». En cifras, el 80% de las casas que se alquilan tiene wifi y las que no lo tienen son las que más tardan en alquilarse. Y frente a dos edificios idénticos, el que tiene conexión a internet se puede cobrar un 30% más caro.

Mariana Cancino, martillera de la inmobiliaria Teyca, hace un análisis similar. «Por lo general, se descarta la propiedad si no tiene wifi. Y lo que se viene es el pedido de la velocidad. Muchos clientes trabajan en las vacaciones y son los más exigentes», explica.

Poner reglas

Para Marisa Russomando, psicóloga especialista en crianza, es importante decidir como padres el uso que se le dará a la tecnología en vacaciones. «Me parece que se trata de incluirla acotadamente. Esto se logra con acuerdos y normas y luego sumando otras propuestas para compartir en familia que la excluyan. Poner horarios de uso puede ser un ejemplo de ello y, por supuesto, hacerlos respetar. Y siempre, más allá de eso, proponer actividades libres de pantalla».

Los Danielle están jugando en la orilla a la altura del balneario Barbados: Agustín y Alma, de 6 y 8 años, respectivamente, saltan olas, juntan caracoles y hacen gracias. Los padres supervisan y se ríen. «Estamos en vacaciones cero tecnológicas y la pasamos bárbaro igual. Trajimos cartas, juegos de mesa y libros. Está bueno porque acá jugamos a cosas que tal vez en casa no hacemos», explica Susana, la madre.

Para Eva Rotenberg, psicóloga y directora de la Escuela para Padres, las vacaciones son una oportunidad única en la que los padres están libres y relajados y los niños no tienen tareas. Y es ahí donde se puede dar el juego entre padres e hijos, que es importantísimo en la medida en que aporta herramientas para que el menor luego se sepa relacionar en la vida adulta.

«Si la tecnología se reduce, los chicos tienen tiempo para pedir, preguntar, jugar juegos de mesa, hacer castillos en la arena. Y ahí los niños pueden expresar su deseo. Si están todo el tiempo con una tablet, no hay diálogo: es una actividad pasiva, una competencia contra una máquina, no contra un amigo de la misma edad que pone caras, que compite y con el que hay que bancarse la rivalidad».

Rotenberg alerta que el uso indiscriminado de tecnología en los niños puede dejar secuelas en los adultos de mañana: «Los chicos se preparan para enfrentar la vida durante la infancia, si están mucho tiempo mirando una pantalla después no saben cómo interactuar, sociabilizar o trabajar en equipo. Hasta dificulta conseguir trabajo en la vida adulta».

Y no es solo un problema de chicos: una encuesta para la nacion hecha por la Universidad Abierta Interamericana (UAI) en agosto pasado reveló que siete de cada diez padres permanecen atentos al celular en situaciones de juego con sus hijos. Según el estudio, más del 70% de los adultos reconocen el hábito y lo observan entre sus pares. También, cuatro de cada diez disponen de menos de media hora para el juego libre y desestructurado.

Los Cereseto están sentados en ronda en su carpa del balneario Boutique. Dejaron la PlayStation y las tablets en Avellaneda. «Acá queremos disfrutar y desenchufarnos», cuenta Ignacio, el padre de Juana, de 15, y Pedro, de 12. Ellos tienen sus teléfonos, pero con un paquete de datos limitado no pueden hacer mucho en la playa. «Si esto es mágico, no se necesita tanto», dice Ignacio, mientras tolera amorosamente la música que le hacen escuchar sus hijos.

Fuente: La Nación,  María Ayzaguer