Lo leen Barack Omama y Bill Gates: ¿Quién es Amor Towles, el autor favorito de los hombres más influyentes del mundo?

“La autopista Lincoln” está entre los libros más vendidos del año en los Estados Unidos y el año que viene se estrenará una serie con Ewan Mc Gregor, basada en una novela anterior

Dos de los hombres más influyentes del mundo, que conocen el poder, la fama, el éxito y el liderazgo, poseen, a pesar de sus diferencias, un punto en común: Amor Towles (Boston, 1964) es su autor favorito. El expresidente Barack Obama y el magnate Bill Gates cayeron rendidos a los pies de la prosa, de la trama y del estilo de este escritor. El novelista estadounidense, cuyo libro anterior, Un caballero en Moscú (2016), se mantuvo durante dos años en la lista de libros más vendidos de The New York Times, regresa con el mejor libro del año, según Amazon, una ficción que el exmandatario y el cofundador de Microsoft recomendaron con fervor: La autopistaLincoln (Salamandra), ya disponible en las librerías argentinas.

Towles gozaba de una vida próspera, dedicada a las finanzas, cuando decidió dar un giro en su carrera y se dedicó a cumplir su sueño: escribir. Primero fue el turno de Normas de cortesía, en 2011, elegida por The Wall Street Journal como uno de los mejores libros del año y ganadora del Premio Fitzgerald. Luego fue el turno de Un caballero en Moscú, cuya adaptación se estrenará el año próximo en una serie para TV protagonizada por Ewan Mc Gregor. Ahora Towles acompaña el crecimiento de un nuevo fenómeno que la crítica estadounidense considera un clásico futuro de la literatura de su país y que comienza a ser leído en las escuelas. La autopista Lincoln es una road novel, una novela de aprendizaje, una odisea homérica ambientada en 1954 donde cuatro huérfanos, cuatro narradores, emprenden un viaje de descubrimiento y de redención. Towles presentó la novela en España y conversó con LA NACION sobre esta nueva ficción que explora los estragos de la mala educación sobre los jóvenes y el poder de las oportunidades.

¿Cuán complejo fue construir esta novela con distintos puntos de vista y, a su vez, desde las voces de jóvenes de otra época?

–Pienso durante tres, cuatro y hasta cinco años las novelas que voy a escribir antes de lanzarme a la escritura: cómo serán los escenarios, la trama, los personajes y cómo suenan. Y, al final de ese período, hago un bosquejo y empiezo a escribir. Lo más complejo no fue escribir la novela, sino pensarla. Desde joven estoy muy interesado en las voces, en términos técnicos, ya sea en primera o tercera persona, cómo sienten, cómo ven el mundo, qué palabras utilizarían para expresar su mirada. Cuando escribí La autopista Lincoln supe pronto que debía ser una historia escrita desde múltiples perspectivas que sonaran de modo muy diferente, porque si no, no funcionaría como libro.

¿Cómo fue la experiencia de escribir sobre un viaje, pero confinado?

–Prefiero trabajar con mi imaginación antes que concentrar mi trabajo en la investigación. Quise sí cambiar el tono y ritmo de mi libro anterior: un hombre que permanece 30 años en la misma habitación de hotel, encerrado [Un caballero en Moscú]. En este nuevo libro la historia transcurre en 10 días y los personajes están constantemente en movimiento. Mientras lo hacía, estaba atrapado en casa con mi mujer y mis hijos, como todos.

«La historia transcurre en 10 días y los personajes están constantemente en movimiento. Mientras la escribía, estaba atrapado en casa con mi mujer y mis hijos.»

Hablar de moral en esta era de la cultura de la cancelación y de la ultracorrección genera cierto resquemor, pero su libro explora estos conceptos y la tentación de realizar el bien o decaer en el mal.

–Sí, creo que en esta novela la moralidad está en el centro de la historia. Así debería ser cuando estás lidiando con gente joven que está ingresando en la vida adulta porque comienzan a tomar decisiones que van a tener ramificaciones que van a afectar la vida de los demás. Todo lo que hacemos, incluso lo más sencillo, tiene implicaciones morales: si voy en colectivo o si voy en auto, qué bebo, cómo trato a las personas, todo. La moralidad no solo emerge cuando nos encontramos con el crimen o el delito. El libro está mostrando las luchas en torno a la moralidad a las que nos enfrentamos consciente o inconscientemente. Dado que esta es una historia contada desde distintas perspectivas, emergen diferentes visiones de la moralidad.

Cuatro huérfanos emprenden un viaje que transformará sus vidas
Cuatro huérfanos emprenden un viaje que transformará sus vidas

Estos personajes que crea en la novela tienen pasados diferentes y con ellos distintas educaciones (algunas más estrictas, religiosas, menos rigurosas) y oportunidades.

–Cada uno de ellos han tenido diferentes oportunidades: Sally es mujer, Willy es rico, Duchess creció en una parte muy difícil de Nueva York… estas experiencias los marcan y cargan con ellas. La novela muestra el momento en el que deben hacer las paces con la juventud o llevarla como una carga.

¿Está, en este mundo de asesinos seriales, subestimada la bondad?

–Si vas a una cena con conocidos, no con amigos, dirás: “Él es un imbécil, él es un snob, ella es muy tímida”. Nosotros siempre etiquetamos, pero si te sentaras con ellos y conocieras a su familia y sus experiencias, seguramente tendrías una perspectiva más amplia y serías más empático con ellos. Para hacer bien mi trabajo y cumplir mi cometido, debo descubrir al personaje y cuanto más y mejor lo conozca, más entenderé su pasado y la persona en la que se ha convertido. Esto brinda una mirada generosa porque busca descubrir sus fortalezas y sus debilidades. Me gusta que Dutchess, por ejemplo, comete cada vez más hechos cuestionables, pero, a medida que se sumerge en estos conflictos conocemos más y más sobre su pasado.

Y Dutchess precisamente le cuenta a Billy la historia de Macbeth, una historia de degradación.

–Exacto, esa era la idea.

Amor Towles: "La novela muestra el momento en el que deben hacer las paces con la juventud o llevarla como una carga"
Amor Towles: «La novela muestra el momento en el que deben hacer las paces con la juventud o llevarla como una carga»Asis Ayerbe – Random House

¿Podemos leer este libro, una road novel, como una pequeño relato homérico, como una pequeña odisea?

–Es posible. Creo que estos diez días son una ventana a la vida de estos personajes. Condensar en diez días la trama en este período fue un desafío, pero en realidad quiero hablar de la vida en su totalidad.

Escribió esta novela para adultos, pero puede leerla perfectamente un joven, lectores de la edad de sus personajes.

–Sí. Este es mi intento, mi aspiración. Los autores que más admiro son aquellos que pueden ser leídos en diferentes momentos, por diferentes culturas, como Shakespeare o Gabriel García Márquez: Cien años de soledad.

–Tiene también dos lectores muy famosos: Barack Obama y Bill Gates. ¿Los conoce?

–Me encantaría. Me da mucha satisfacción que a Obama y Gates, dos personas muy diferentes, les hayan gustado mucho mis libros.

–¿Eso también lo convierte a usted en poderoso o en influyente?

–No lo sé, pero lo que me gusta es que hace poco recibí un mail de una maestra en San Francisco quien me dijo que quería enseñar La autopista Lincoln, pero que no tenían suficientes fondos para comprar esos ejemplares. Que tu libro sea leído por jóvenes te brinda una satisfacción diferente.

Es curioso: su anterior novela terminaba el 21 de junio 1954 a la medianoche. Esta comienza el 21 junio 1954 a las 17.

–Es la misma hora, dada la diferencia horaria [la primera, en Moscú; la segunda en los Estados Unidos]. Me di cuenta cuando promediaba la escritura de La autopista Lincoln. Me gusta que terminen en el mismo momento histórico porque es muy auténtico y parecido a la vida. Ahora en Madrid, hay una enorme cantidad de romances, de vidas, de carreras que comienzan y otras que terminan.

–¿Imagina escribir la continuación de esta novela?

–No me veo a mí mismo con alguien que escribe secuelas, pero si lo hiciera, lo haría dentro de diez años. Aún no lo he pensado. Más adelante tomaré la decisión.

Fuente: Laura Ventura, La Nación